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Cultura

Una cátedra de amor por Chavela

  • Martirio y Raúl Rodríguez versionan un repertorio inolvidable

"El que no sabe de amores llorona, no sabe lo que es martirio", dice en una de sus estrofas aquella desgarrada letra que hería y emocionaba en la garganta de Chavela Vargas. El público que la noche del sábado amó, rio y se entregó en el Gran Teatro Falla sí supo lo que es, lo que sigue siendo, Martirio con mayúsculas. Esa catedrática de las emociones que en un maravilloso diálogo con la guitarra de Raúl Rodríguez pisó por vez primera "las tablas sagradas" del coliseo gaditano dentro del XIII Festival de Música Española para, también, sentar cátedra en el repertorio de "la paloma negra de los excesos", como bien definió musicalmente Joaquín Sabina a la desaparecida intérprete mexicana.

El poeta de Jaén estuvo presente en la sabia garganta de la onubense con Noches de boda, al igual que la visitaron José Alfredo Jiménez (Las ciudades), Dolores Durán (La noche de mi amor) o Álvaro Carrillo (El andariego). En un golpe de abanico o mandoble de mantón de Martirio caben todas las referencias y estilos posibles. En su presencia nunca sabemos dónde empieza el fandango y termina el blues, cuándo emergen de la guitarra acordes jazzísticos y devienen ranchera o bulerías. Pero no importa en absoluto.

Para hablar de ese mundo raro de las emociones, la catedrática Martirio se desnuda bajo la oscuridad del teatro y le muestra al respetable el temario del que se nutre su impagable tesis, por más que asegure que "he estudiado más que he vivido". Le han cundido mucho entonces a la artista todos estos años siguiendo la ruta de los sentimientos que conectan directamente con cualquiera que mínimamente haya brindado por el amor en todas sus formas y variantes.

Con pies de plomo y voz cristalina busca en las melodías los recovecos desde los que lanzar un suspiro, un desgarro o una lágrima; las asignaturas siempre pendientes a las que todos nos enfrentamos tarde o temprano sin estudiar nunca lo suficiente

Con su mejor aval en el escenario, su hijo Raúl, "un músico que amo por encima de todas las cosas y que siempre está aprendiendo de los mejores", la cantante compartió amor y humor con el Falla para introducir los temas que conforman el repertorio de De un mundo raro. Cantes por Chavela, el grueso de un concierto que se hizo corto pese a la hondura de lo que se cantó y la complicidad de lo que se habló.

Porque habló mucho Martirio, interactuó desde el anecdotario que dota al corazón de las mismas conexiones más allá de las diferencias. Estuvo deliciosa con La sandunga, peleona en Quisiera amarte menos -la "primera canción que oímos de Chavela"- y sentida en Cuando tú te hayas ido, con un hilarante prólogo en el que la artista puso al público, su privilegiado alumnado, en situación: "Él te deja y la cabeza no te da para más porque aún lo quieres y no has podido superar ese bache. Te pones el chándal-lágrima, no te lavas la cabeza y con esas pintas ni te miras al espejo. Aquí es donde empieza esta canción", confesaba entre risas.

La grandeza de Chavela Vargas se hallaba, sobre todo, en Las simples cosas, tema que recordaba a "esos hijos que se marchan a vivir su vida y tenemos ganas de que vuelvan a casa". Con los pequeños detalles y con un beso al cielo se despidió este familiar dúo del teatro para regresar y encarar unos agradecidos y sui géneris bises con Ojos verdes, La bien pagá (o Paid so well, en una atrevida versión en inglés de la copla inmortal), Compuesta y sin novio , las Sevillanas de los bloques y Como a nadie te he querío, esa letra que habla del reo, un hombre "que nos gusta a todas y a nuestra madre no".

Momentos únicos que desvelaron el eclecticismo de una figura incomparable en la música latinoamericana que quiso, por último, homenajear también a Cádiz y su Carnaval desde la gracia de la chirigota de El Selu; "una primicia mundial", afirmaba a una ciudad entregada la Martirio pletórica, ducha en emociones y maestra de todo lo esencial.

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