Cultura

Interiorista de la casa del alma

  • La escritora Guadalupe Grosso presentó anoche en las bodegas González Byass de Jerez su primera obra, 'La casa dormida'

Por la casa en la que habita el alma pasan las estaciones de la edad. Los pájaros lo van cantando cada mañana. El jardín se colorea según le marque el tiempo. En el hogar donde siempre juega la infancia, la adolescencia, en el que los recuerdos son los únicos que vivirán eternamente, se refugia una mujer cada vez que puede. Allí se cruza con sus antepasados, el jardinero, Paca 'la Negra'. Esa casa la ha hecho a ella misma, y con el tiempo se hace cada vez más grande, ocupa más metros cuadrados del alma. Allí duerme todo lo que uno es, lo que es Guadalupe Grosso.

Una escritora que presentó ayer, en las bodegas González Byass, su primera obra, La casa dormida (Ulises), que retrata pues precisamente eso, una casa "grande y bonita", construida en el siglo XVIII, en la que vivieron sus abuelos y en la que se ubicó además la fábrica de conservas, mermelada y pescados de la familia. Allí pasó Grosso gran parte de su infancia y adolescencia. Fallecidos aquellos, la casa empezó a desmontarse, un hecho que provocó una gran tristeza en la autora, que ahora quiere 'expiar' a base de escribir. "Yo no sabía lo que iba a salir de aquí, pero empezaron a salir cosas. Ha sido una especie de recuperación de todos esos momentos, de la gente que vivió allí, de la que aprendimos y nos vio crecer", cuenta Grosso, que ha dividido la obra en una parte optimista y de juventud, y otra más triste con los últimos años.

¿Por qué La casa dormida? "Relata cómo mi abuelo se fue apagando y la casa con él cambió y se sumió en un silencio protector". Una morada, ubicada en la portuense calle Durango 7, vendida en numerosas ocasiones, propiedad de un banco, expoliada por dentro y casi por fuera. Sólo queda en pie la veleta de la torre mirador, con el arcángel Miguel, que sigue ahí vigilante, y que, paradójicamente, como algo del destino, Grosso ve cada día desde su propio hogar. "Qué pena, qué difícil es aquí conservar las casas familiares, porque todo el mundo quiere irse al adosado. Tampoco la Administración lo pone fácil con tantos impuestos, ya que por arreglar la fachada te cobran una pasta", apunta. Ejemplos muy claros que vemos en El Puerto y en Jerez, con parte de su casco histórico abandonado.

Una casa (la de sus abuelos) que era de labor y que estaba antiguamente rodeada de viñas. Tenía un granero, bodega, un poco de todo. Prosa poética para una obra que se empieza por el tejado, con esa veleta y sus vientos, y va bajando haciendo un recorrido por la vivienda, sus detalles, su vida interior, la fuente, campanas, la promesa, el oro y la lluvia, la gata blanca... Capítulos aliñados con los dibujos de las propia autora, y con la contraportada de Enrique García-Máiquez. Una obra que Grosso inició en Madrid, dejó durante un tiempo abandonada, y luego retomó con más calma. "Con ella me he vaciado, No sabía si iba a salir poesía o qué, pero me influyó mucho José Antonio Muñoz Rojas y sus Cosas del campo, y su voz me liberó, me dije: yo también quiero escribir, contar las cosas que pasaron en mi casa. Para mí fue muy importante leerle".

Tras la presentación de hoy, dirigida por Enrique Fernández de Bobadilla, la autora -de profesión interiorista-, visitará con su obra la Feria del Libro de Madrid, en verano irá a El Puerto, en otoño a Sevilla..., y lo que venga. "La verdad es que el libro no lo doy por acabado, así que vendrán segundas partes, nuevas presentaciones. Y ahora no sé qué voy a escribir". Guadalupe trata de dar rodeos a diario para evitar pasar por la casa, unos fantasmas que no se han marchado del todo, pero que ella augura que espantará el día en que alguien llene esa vivienda de vida otra vez, "que no se cayera, porque si estuviera en mi mano...". Con La casa dormida, Guadalupe quiere devolver en palabras todo el cariño que esa casa y sus gentes le entregaron con amor.

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