Carlos Cabra. Actor

"Soy 'bulímico' y amo el teatro; me gusta robar, con cariño, de los que más saben"

  • El artista jerezano vuelve de Paraguay donde ha pasado dos meses como parte del cortometraje 'Felices los que lloran' Interpreta a Mario María, su primer papel protagonista

Un cura capuchino en Paraguay dispuesto a solucionar cuanto acontece. El actor jerezano Juan Carlos Fernández Cabra vuelve de estrenarse como protagonista en un largometraje tras meses de duro trabajo, en un país cuya industria cultural emerge paso a paso. El artista Carlos Cabra deja su larga vida en el escenario del teatro para superarse, esta vez, en el lenguaje audiovisual del cine. Después de decenas de trabajos que pasan por estilos tan variopintos como la zarzuela, el ballet, flamenco o la ópera, el jerezano cuenta su experiencia con Felices los que lloran, una historia que presenta a los espectadores una cara sincera de quién es Carlos Cabra.

-¿Cómo se produjo el paso de Francia a Paraguay?

-He tenido la oportunidad de vivir en Italia y un poco en Taiwan. Pero son menores en comparación con los diez años en Francia. Ahora he pasado dos meses en Paraguay pero dedicado a la película y a descubrir el país. Yo empecé en el teatro alternativo acercándome a él por una necesidad personal. Es lo que siempre, desde pequeñito, he hecho. Al teatro la gente se acerca por diferentes motivos. Ahora mismo hay una ola de fama por salir en la tele y ser famoso. Aunque las opciones que uno escoge son todas legítimas.

-¿Cuáles fueron sus inicios?

-Primero como amateur a los 13 años y después, intentando ganarme la vida a los veintitantos. Pero es muy difícil y tienes que alternar con diferentes oficios, tienes parones, aprendes con unos, vas robándole a otros. Nunca hice la carrera de Arte Dramático, pero eso no significa que no sea una maravilla el que la haga. Por diferentes razones no lo conseguí, no me aceptaron y tuve que escoger otro camino. No quiere decir que uno sea mejor ni peor. Son las circunstancias de la vida que te llevan. Yo, la verdad es que me gusta el camino que tengo, es más lento y más duro pero subes la escalerita con más seguridad.

-¿Se ha rodeado de muchos maestros en su camino?

-En Francia tuve la oportunidad de formarme como actor mucho mejor. Tuve acceso a cursos con gente muy preparada que me permitió crecer y llegar al cine. Siempre desde abajo. Venga, vámonos. Empezar de cero siempre lo he hecho en mi vida y es muy divertido. Recuerdo personajes que hice en Francia como, por ejemplo, en La Classe du brevet. Fue mi primer personaje secundario en cine. Lo rodé en celuloide y tuve la oportunidad de grabar con Bernadette Lafont y Gérard Rinaldi. Son monstruos del cine que han desaparecido, desgraciadamente. Otro papel muy lindo fue en la serie El Comisario que protagonizaba Pierre Mondy. Aprendes mucho con ellos. Pero en la interpretación hay un montón de lenguajes y entre ellos está el audiovisual. El teatro es el que siempre he hecho, el que amo.

-¿Hay algún ámbito o estilo que quiera practicar en un futuro?

-Yo soy bulímico, me gusta todo. Robar, con todo el cariño, de los que más saben era mi manera de formarme y darle salida a una necesidad vital. Lo que venga que esté bien y pueda aprender, para mí es un salto. De hecho la película que acabamos de rodar ahora obedece un poco a esa circunstancia. Me gusta el personaje y el guión, y al margen de que tu caché sea elevado para ellos o no, tú negocias y llegas a un acuerdo.

-Ahora lleva unos años en Trebujena. ¿Qué ha encontrado a su regreso?

-En principio es el sitio que hemos decidido para vivir. Estamos encantados mi mujer y yo allí. Compramos la casa, bueno se la alquilamos al banco como digo yo. Es un pueblo encantador con gente magnífica. Fácil, cómodo y agradable. La vida tiene eso de maravilloso, nunca se sabe. Estoy a 21 km tanto de Jerez como de Sanlúcar, con un mosto estupendo y las marismas. Lamentablemente tengo que decirlo pero me he encontrado un empobrecimiento a todos los niveles. Llegué antes de que saltara la crisis pero ya se veía venir. Los seres humanos están regidos por el dinero. Cuando cambiamos al ser humano por números nos perdemos. Y España está sacrificando valores de futuro, el devenir, a costa del dinero.

-Paraguay, Francia y España, ¿están a distintos niveles?

-Como decía Juan Manuel, el apólogo de El Conde Lucanor, siempre hay alguien que se come la cáscara de los altramuces. Vengo de Paraguay y ellos están emergiendo. España está en una etapa superior pero Francia está por encima, incluso en los tiempos que corren. Aún con la crisis allí el daño es menor a nivel cultural. Aquí sabemos lo que pasa, es una de las cosas que primero se corta. Hay una diferencia pero lo digo en un tono positivo. Cuando vas a un sitio donde se hacen las cosas de otra manera, más eficaces, y que protegen la cultura, ves que hay un pueblo más tolerante con más apertura de vista, y mucho más exigente. Pagas muchos impuestos y luego tienes una recompensa real, una contrapartida.

-Vuelve ilusionado, ¿cómo ha sido la experiencia en Paraguay?

-Muy bien. Vengo con términos latinoamericanos. El paraguayo se parece al andaluz, en los 80. Está creciendo a una velocidad enorme con una gran inquietud. Me he sentido como en casa. Es un país emergente muy acogedor, pero con una desigualdad social enorme. La película 'Siete cajas' ha desencadenado todo esto. El elenco de esta película estaba en el largometraje. Y hay que pensar que solo tenían tres fines de semana de temporada teatral cuando aquí tenemos nueve o seis meses.

-Meses duros pero todo ha ido muy deprisa.

-Ha sido una locura. El 15 de junio de este año ya estaba en Paraguay y semanas antes, cuando iba a actuar en teatro con piezas de Alonso de Santos, me llamaron para decirme que el director vio mi trabajo y que venía a Trebujena para quedar conmigo. Querían un actor para un papel protagónico y no lo encontraban en Paraguay, ni Argentina. Pero aunque sea el hilo conductor de la película, son tres personajes los que co-protagonizan el largo. Fue muy rápido todo. En la película también participa el compositor sanluqueño José Miguel Évora. Ambos aceptamos sin pensarlo. El director me contó la película y sin leerme el guión conocí a mi personaje, Mario María, y acepté.

-¿Puede contar un poco de la trama?

-Bueno, el cura es médico y llega al dispensario un chico maltrecho, hecho polvo. A través de descubrir quién es, empieza todo un periplo de la historia. A este chico lo secuestran y el cura es el que va organizando un poco la trama para poder rescatarlo con la ayuda de... Dios dirá. Ante el racionalismo y ese tipo de control que existe en las mentes cartesianas de la vida, es un cura que se deja llevar por la ilusión y la imaginación pero la mismo tiempo controlar desde la intuición, siendo capaz de enfrentarse a la mafia. Es un thriller muy interesante.

-'Felices los que lloran' cuenta con un personaje que ha sido comparado con Marlon Brando en su juventud. ¿Cómo se siente ante tal comparación?

-Pero de joven (risas). Era muy gracioso. Físicamente, claro. Yo encantado porque es un ídolo mío. Ha sido una referencia y he estudiado mucho su manera de interpretar. Existe demasiado respeto para hablar de otro parecido. En Francia surgió una oportunidad de un director hindú afincado en Estados Unidos que quería rodar a raíz de la muerte de Marlon Brando, un año antes aproximadamente, la vida de él. Contaba con él para la etapa final. Ahí barajaron mi nombre por contactos de directores de casting. Aquello nunca se hizo como tantos proyectos pero me encantó. Él era un monstruo y Felices los que lloran va a ser muy buena.

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