Tiempo de canicas. Beto Hernández. La Cúpula. 148 páginas. 18,50 euros.

Nacido en Oxnard, California, en 1957, Gilbert "Beto" Hernandez es uno de los artistas más importantes del tebeo estadounidense de las últimas décadas (otro sería su hermano Jaime, con quien puso en marcha la revista Love & Rockets, a comienzos de los años 80). Haciendo gala de un talento fuera de lo común, Beto ha rehuido siempre del conformismo y ha sabido reinventarse a lo largo de los años para dar lo mejor de sí mismo. Su seminal novela-río Palomar es un hito del medio y otros libros más recientes, como Una oportunidad en el infierno (2007) o Los timadores (2009) son igualmente arriesgados y sorprendentes. A esta valiosa bibliografía se suma ahora Tiempo de canicas (2013), un soberbio álbum con trazas autobiográficas que transporta al lector a la Norteamérica de 1960, al día a día de un grupo de niños cautivados, entre otras cosas, por los cómics, los cromos y los dibujos animados (para que nadie se pierda las referencias culturales, Hernandez incluye un apartado de notas).

Como escribe Corey K. Creekmur en el epílogo de Tiempo de canicas: "quizá no haya otro autor de cómic actual que retrate (o recuerde vívidamente) con tanta precisión como los hermanos Hernandez la forma en que los niños piensan, hablan, o incluso se paran y caminan, y ningún otro autor entrelaza tan delicadamente los momentos de trauma infantil con la lógica absurda que a menudo manifiestan cuando empiezan a darse cuenta de que viven en un mundo irracional". Bajo esta óptica, la nueva novela gráfica de Hernandez no se lee meramente como un tebeo protagonizado por niños, sino como una obra que "trata de la infancia", como "una historia compuesta por acontecimientos infantiles menores que pueden convertirse en recuerdos imperecederos. Su lectura despierta en quienes ya no somos niños el recuerdo que tenemos de aquella época, no de los momentos más extraordinarios sino de los antiguos ritmos de la experiencia infantil que más peligro corren de ser olvidados".