Cultura

La fugacidad del tiempo, en los paisajes de Francisco Escalera

  • La Galería Benot acogió ayer la inauguración del reconocido autor cordobés Una veintena de piezas de su serie 'Territorios de agua' y 'Guadalquivir' integran la exposición

Tempus Fugit. El tiempo se escapa como las nubes, como las naves, como las sombras... El tiempo se desvanece, como el agua entre las manos. Y es en esa fugacidad inspiradora de todo paisaje donde se detiene el pintor Francisco Escalera, con la nueva muestra que ayer presentó en la Galería Benot, Tempus Fugit. Landscapes paisajes.

El proyecto expositivo lo integran obras de sus dos últimas series, Territorios de agua y la más reciente, Guadalquivir, muestra con la que el experimentado autor cordobés pretende "reflejar la temporalidad del paisaje que observamos. Su fugacidad respecto a su fisionomía, su luz, pero también lo transitorio del momento, respecto al propio paisaje y respecto a nosotros mismos y a nuestro sentimiento y recordatorios", asevera.

De hecho, Francisco Escalera establece un paralelismo entre la fugacidad del agua -que fluye como el caudal de un río renovándose continuamente- "con la fugacidad de nuestro momento, el tiempo que corre en nuestra vida en sí". Toma así el agua como hilo conductor "desde un punto de vista simbólico y conceptual", como el cauce que vincula una y otra serie, siempre marcada por las mismas constantes, la naturaleza, sus propias vivencias y la fugacidad del instante.

Y lo hace desde la profunda experiencia que avala su trayectoria, "son 26 las exposiciones individuales que llevo, y 25 años pintando". Así que cuando pinta, no busca únicamente recrear un paisaje realista, sino dotarlo de singularidades, como él mismo explica. "No me interesa si un paisaje está bien hecho, después de tanto tiempo se da por hecho, sino qué cuenta y cómo lo quieres contar", puntualiza. Con las diferencias en las texturas, el equilibrio en la obra, el metódico uso de las proporciones, de las manchas, los claros, los oscuros... hasta colmar su obra de una fuerte carga expresiva.

En este proceso tiene mucho que decir las formas geométricas, que siempre le han cautivado, y la transformación que el humano provoca en el medio natural, como puede apreciarse en las distintas series que ha realizado. Son series continuadas en el tiempo, nada es casual, todo un proceso conscientemente atado en el imaginario de un pintor que crea por pura vocación. "Yo pinto por vocación, por el compromiso que tengo con mi pintura y soy consciente y coherente con lo que hago y pienso. No me dejo llevar por modas, ni eufemismos. Es mi pintura, la que llevo dentro".

La que sale desde los paisajes de su vida y su infancia, como ocurre en la serie que ahora presenta en Benot, Guadalquivir, con imágenes del río que ha unido por dos ciudades. "Se trata de sitios que me han marcado vitalmente, paisajes del río por la parte de Sevilla y de Córdoba, porque me he criado entre las dos ciudades", dice.

Esta serie entronca con otro proyecto anterior también presente en Benot, Territorios de agua, donde el pintor regresaba a lo que él denomina "el punto óptimo de mi paleta, más sobrio". Porque en la búsqueda de los colores persigue matices opacos y oscuros, como contrapunto al trabajo que exhibió en 2010 en este mismo espacio expositivo, Estivalia, con paisajes costeros más coloristas.

Previamente había trabajado en los paisajes urbanos y de ingeniería, fuertemente marcados por el asfalto y las autovías. Es la evolución de un pintor que se busca constantemente, que no se estanca en un mismo punto, pero sin perder su identidad. "En el fondo mi pintura gira en torno a lo mismo, los aspectos geométricos del paisaje, junto a la parte orgánica de las figuras o los ríos y mares". Todo ello vinculado por lo efímero del momento, los momentos de una vida creativa que ha recibido más de 40 premios nacionales e internacionales, y cuya obra forma parte de relevantes colecciones de pintura.

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