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Cultura

Cuando la abstracción no existía

La inmensa mayoría de los aficionados a lo artístico siempre hemos tenido como certeza histórica de que fue Vassili Kandinski el primero que dio vida artística a la pintura abstracta -acuérdense de aquel papel caído al suelo y mirado, desde arriba, al revés, que dio lugar a una nueva observación de la pintura-, con Piet Mondrian y Kasimir Malevich como grandes pioneros y válidos compañeros de viaje en un arte que desarrollaba ausencias de concreciones.

Esta exposición, magnífica como casi todas de las que componen las programaciones temporales del Museo que dirige Pepe Lebrero, nos viene a servir, además de para conocer de primera mano la gran obra de una autora tremendamente significativa en la evolución del arte, para enterarnos de que fue ella, adelantadísima a su tiempo, la primera que hizo obras abstractas, así como la primera que creó la tendencia pictórica del dibujo automático, llevándolo a cabo varias décadas antes que los surrealistas lo hicieran suyo y le concedieran un amplio sentido artístico.

Hilma af Klint fue una artista sueca, que vivió entre 1862 y 1944, una de las grandes pioneras del arte toda vez que supo adelantarse, con mucho, al futuro de la pintura y crear una realidad artística a la que hoy le damos todo el sentido y la consideramos eterna y, si se me permite, hasta clásica. Su obra, realizada cuando la historia del arte se preparaba para una radical transformación pero, todavía, no había entrado de lleno en ella, abanderó una nueva realidad pictórica, dio vida a un arte ajeno a lo que la mirada captaba y plantó cara a lo que la emoción, el espíritu, el alma dejaban traslucir. Realizó una pintura sin modelos, ajena por completo a las referencias visuales al uso, patrocinadora de unas formas - casi siempre geométricas - que traducían emociones, sensaciones, esquejes del alma, supuestos presentidos que avanzan estados de espiritualidad, que posibilitaban yuxtaposiciones entre lo de dentro y lo de fuera, entre lo mediato y lo inmediato, entre lo real y lo presentido.

Hilma af Klint realizó esta obra pidiendo que no fuese mostrada hasta veinte años después de su muerte; quería, con ello, que el tiempo hiciera madurar al sujeto para que la mirada concediese la exacta intensidad emocional para que no perdiese la emotividad y la esencialidad con que fue creada.

La exposición, primera gran muestra de esta autora en España, constituye toda una gran oferta de más de doscientas obras de la artista sueca. Obras con gran contenido sobre muchos conceptos filosóficos, teológicos, antropológicos y hasta de asuntos cercanos a lo pararreal, al espiritismo, algo que estuvo siempre muy presente en la vida de Hilma af Klint y que se tradujo en muchas de sus obras; lo oculto, lo sobrenatural, el origen de todo, la metáfora de la vida y la inseguridad conceptual de su procedencia; el más allá y lo que de él trasciende; todo en unas formas que fueron el origen, muchas de ellas, de los elementos confortantes del arte abstracto posterior.

La muestra ha sido comisariada por Iris Müller-Westermann, gran conocedora e investigadora de la artista sueca, que ha dado las claves de la obra de Hilma af Klint: "Más de cien años atrás pintó para el futuro. Y el futuro es ahora".

Museo Picasso Málaga

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