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Cultura

"Lamentablemente, la libertad no cae del cielo sino que hay que conquistarla"

  • La autora leonesa cierra mañana el ciclo Con la lucha de los pueblos árabes, organizado por la Asociación Pro Derechos Humanos Andalucía, con la presentación de su libro 'Yo muero hoy' en la APC

Ha visto, ha escuchado, ha vivido, ha contado y ha escrito. La periodista Olga Rodríguez (León, 1975) cierra el ciclo Con la lucha de los pueblos árabes organizado por la APDHA con la presentación de su último libro Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe que tiene lugar mañana a las siete de la tarde en la Asociación de la Prensa de Cádiz.

-'Yo muero hoy' es un grito coreado por el pueblo, un lema, ¿cuándo fue la primera vez que lo escuchó?

-Lo escuché por primera vez en la plaza Tahrir, en El Cairo, y también ha sido coreado en otras plazas de Túnez. Ese eslogan se corea cuando las fuerzas de seguridad entran en las plazas disparando con munición real e intentando desalojar a la ciudadanía que, después de tanto tiempo, había despertado y logrado unirse. Y después de ese logro, y de tantos días acampados, el hecho de que las fuerzas de seguridad llegaran intentando acabar con todo provocó esa reacción. Una reacción no desde la voluntad de morir sino de la voluntad de recuperar la dignidad y un cambio real. Yo he escuchado decir esa frase a la gente de las clases más humildes, que evidentemente es la que no tiene nada que perder y que ha estado en primera fila y se ha jugado la vida como nadie, porque luchas, como me han dicho chavales muy jóvenes, por un trozo de pan, pero también he oído gritar esto a integrantes de las clases acomodadas. Las clases más bajas y la clase media, empobrecida y humillada en los últimos años, han actuado juntas en estas revueltas y revoluciones. En Egipto, en tan solo los 18 días que duró la primera revuelta, murieron más de 800 personas. La represión fue brutal y la gente valoró y decidió que todo tiene un precio, que la libertad no cae del cielo sino que hay que conquistarla y, lamentablemente, la han tenido que conquistar con su propia muerte.

-Pero este es un libro más de vida que de muerte.

-Efectivamente, es un libro lleno de vida y de optimismo. Es un libro que explica el proceso que han vivido millones de personas que, como me han dicho cientos de interlocutores, han pasado del derrotismo a la queja pasiva, y de la queja pasiva, a la indignación, y de la indignación a la rebelión y a la acción. Es un proceso colectivo muy interesante que procede de la creencia de que el cambio es posible. Y para eso se necesita optimismo, que no procede de la ingenuidad ni de la ignorancia, el mundo árabe es muy consciente de cuáles son sus obstáculos, por ejemplo, de la cantidad de intereses internacionales que confluyen en esa región.

-Y, aún así, se sigue creyendo.

-Sí, sobre todo, las sociedades de Túnez, Egipto y, muy curioso, en Yemen siguen muy movilizadas, se han tejido redes de protesta muy sólidas, con capacidad de movilización y presión. Están surgiendo multitud de sindicatos independientes con capacidad para coordinar a los trabajadores e impulsar huelgas, también iniciativas culturales muy vinculadas a las reivindicaciones de las revueltas...

-Sin embargo en los procesos electorales, en Egipto por ejemplo, no tiene mucho reflejo.

-No lo ha tenido y ha pasado lo mismo en Túnez. No hay ningún grupo político que represente las demandas de la ciudadanía que ha protagonizado las revueltas. Esto se debe a muchas razones, para empezar estas sociedades proceden de años de represión donde no estaba permitido ningún partido político que pudiera representar este tipo de ideas, ideas que, salvo en el caso de Libia, no han estado marcadas por la religión, la gente ha gritado pan, libertad y justicia social. A otro nivel, esto pasa en cualquier lugar del mundo, por un lado está la fuerza de la calle y por otro está el camino de las urnas pero, bueno, los cambios históricos siempre los impulsa una minoría. En Egipto los días de mayor movilización saldrían a la calle unos 10 millones de personas en un país de 90 millones. Y por otro lado, tanto en Túnez como en Egipto se han celebrado muy pronto las elecciones, no ha dado tiempo a que los grupos que han organizado las revueltas se coordinaran y se estructuraran como partidos políticos. No cuentan con financiación, al contrario que le ocurre, por ejemplo, al partido Los Hermanos Musulmanes, una organización islámica que ha sido una organización que está muy asentada y que recibe el apoyo financiero de los países del Golfo. Los Hermanos Musulmanes han sabido crear redes de servicios sociales, como clínicas islámicas que han sustituido el vacío que ha dejado el Estado, que a lo largo de los años ha ido reduciendo inversión en servicios públicos como la Sanidad o Educación, siguiendo las directrices de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) que no se nos puede olvidar que también está muy presente en los países árabes. El FMI ha impulsado medidas encaminadas a reducir el déficit, facilitar la inversión extranjera y privatizar de forma masiva las empresas.

-¿Pero cuál es la chispa que ha encendido a la ciudadanía?

-La situación económica. En Túnez y Egipto se veía desde hace unos años el tejido de organizaciones sociales clandestinas pero, ¿por qué no se levantaron hace 15 años y sí ahora? Pues porque la situación económica es dramática. A consecuencia de estas políticas económicas de las que hablaba, impuestas por organismos internacionales y el propio Washington, han provocado un crecimiento muy rápido en las desigualdades sociales y la especulación en los mercados financieros internacionales provocó en 2007-08 un aumento de productos básicos como el pan. En 2008 salió la gente a la calle en Egipto porque se había duplicado el precio del pan en sólo unos días. La gente comenzó a pasar hambre.

-Se acerca a los acontecimientos a través de historias individuales, ¿puede mencionarme las que más le han marcado?

-Muchísimas porque lo que hay detrás de estas historias es una valentía tremenda y un empeño en no rendirse a pesar de que la mayoría ha pasado muchas veces por la cárcel, ha pasado por torturas y bueno que ha visto su vida personal rota. Sería injusto escoger algunos pero hay una mujer en Bahréin, que se hace llamar a sí misma la árabe enfadada, que es una mujer muy joven que ha salido a la calle una y otra vez y que ha sido encarcelada en este último año y medio una y otra vez y una de las veces lo que hizo cuando entró en la cárcel es coger un papel y un boli y escribir "para mí es un honor luchar por la libertad y no es en ningún caso algo de lo que me vaya a avergonzar". O una mujer egipcia que en 2006 fue la que impulsó la gran huelga en Egipto cuando abandonó su máquina de coser en la fábrica textil en la que trabajaba y arengó a sus compañeras y 3.000 mujeres abandonaron sus puestos de trabajo y fueron por los pasillos de la fábrica gritando, arengadas por ella, "aquí estamos las mujeres, dónde están los hombres", invitando a sus compañeros que la siguieron y comenzó así una oleada de huelgas durante 2007 y 2008. O la familia de Ahmed Seif, un abogado defensor de los Derechos Humanos, que estuvo encarcelado en los 80 y que creó una asociación de Derechos Humanos y tiene una hija, Mona, que es bióloga y como dice ella de sí misma "por el día cazo mariposas y por la noche las fuerzas de seguridad tratan de cazarme a mí" y su hermano, es un bloguero muy conocido, Alaa, que ha pasado por la cárcel también varias veces. Y es un chaval que, realmente, su lucha constante es inspiradora. Y podría seguir...

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