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Cultura

El laúd del bibliófilo

  • El sello sevillano Lindoro inicia con un recital laudístico de Miguel Rincón una colección que dirige el musicólogo Juan Ruiz Jiménez y se dedica a la música en la Biblioteca Colombina.

Los libros de laúd. Miguel Rincón, laúd. Lindoro.

Hijo de Cristóbal Colón y Beatriz Enríquez de Arana, Hernando Colón (1487-1539) fue uno de los hombres de más despierta curiosidad del Renacimiento español. Además de biógrafo de su padre y brillante cosmógrafo, Colón fue un bibliófilo apasionado, que llegó a reunir más de 15.000 títulos en su casa del barrio de los Humeros de Sevilla, cerca de la puerta de Goles. "Fue una de las mayores colecciones privadas del momento, no sólo en España, sino en toda Europa", comenta el musicólogo Juan Ruiz Jiménez, quien acaba de poner en marcha un proyecto junto al productor José María Martín Valverde que, con el título de Huellas musicales en la Biblioteca Colombina, pretende dejar testimonio sonoro de lo que fue en origen la colección del hijo del descubridor en una serie de discos que irá publicando el sello Lindoro.

A la muerte de Hernando en 1539, los libros pasaron por el convento de San Pablo y acabaron en 1552 en la Catedral de Sevilla, que aún los guarda, aunque en un número muy inferior al inicial. "Trece años de una custodia posiblemente relajada y dos traslados, el segundo muy controvertido, debieron hacer mella en la colección y probablemente no todos los libros llegaron a su destino final. Luego está su larga historia en la catedral, con momentos iniciales de gran preocupación, pero con otros también de bastante desidia. El resultado para los libros de música ha sido dramático. Hernando adquirió gran parte de los impresos de música práctica publicados entre 1502 y 1534. Se han podido identificar un total de ciento setenta y dos. A estos impresos hay que añadir una muy interesante colección de tratados musicales", comenta Ruiz Jiménez. "Lo que nos ha quedado es fácil de enumerar: unos cuantos libros de teoría; tres manuscritos de polifonía; el conocido popularmente como Cancionero de la Colombina, al que los musicólogos identificamos con su menos glamurosa sigla 5-5-20, que contiene salves y motetes y el denominado Chansonnier français; una docena de impresos de polifonía, algunos de ellos incompletos, y el libro Passiones nouissime, con las melodías gregorianas de la pasión, impreso en París. El número es pequeño, pero cualitativamente su valor es extraordinario, ya que contiene un repertorio que, en muchos casos, sólo se ha transmitido en estas fuentes. Entre los impresos destaca el volumen Frottole. Libro Undecimo (Fossombrone, Petrucci, 1514) y el Livre plaisant (Amberes, Guillaume Vorsterman, 1529), dedicados a las tablaturas de tecla, laúd y flauta, ya que los ejemplares conservados en la Biblioteca Colombina son los únicos que han llegado hasta nuestros días".

Hernando Colón era un coleccionista nato, que, pese a sus conocimientos musicales, no pareció usar criterio alguno para la adquisición de los libros. "Compra todo lo que está a su alcance. Tiene una preferencia por los impresos, entre otras cosas porque eran mucho más económicos, abundantes y fáciles de localizar. Pero adquiere también algún valioso manuscrito de música polifónica. En su biblioteca estaban representadas tanto la música vocal como la instrumental, en prácticamente todos sus géneros y con preponderancia del repertorio foráneo, aunque con excepciones: su última adquisición fue un ejemplar catalogado como Canciones y villancicos nº 32 (Madrid, 1534), edición de la que no se ha conservado ningún ejemplar". Para Ruiz Jiménez, si bien aún queda mucho por investigar en este terreno, la biblioteca de Hernando Colón, aunque excepcional, sólo viene a confirmar "que los impresos de música empezaron a circular muy pronto en la Península Ibérica, y los encontramos con cierta frecuencia en manos de particulares, sobre todo en diletantes de las altas jerarquías eclesiásticas que con frecuencia los coleccionan y finalmente los legan a las instituciones en las que sirven".

El proyecto discográfico empieza con fuerza, pues para la primera entrega se ha recurrido a Miguel Rincón (Sevilla, 1979), uno de los grandes de la cuerda pulsada española, para interpretar una selección extraída de los libros de laúd que descansaron en su día en la Biblioteca Fernandina (así quiso llamarla su creador), que incluía las ediciones de Ottaviano Petrucci con música de Francisco Spinaccino y Joan Ambrosio Dalza, un par de impresos de recopilaciones editadas por Pierre Attaingnant, y un libro con obras de Arnolt Schilck. Ediciones de las primeras décadas del siglo XVI, que para Rincón "ha sido un lujo grabar, y no sólo por la calidad de la música, sino por la posibilidad de participar en un proyecto como este, que pone en valor la Colombina y nos permite apreciar la importancia que tuvo el laúd en la España de la época".

Registrado en dos sesiones a lo largo del año pasado, para Rincón "se trata de un repertorio extremadamente difícil, sobre todo en el caso de Spinaccino, que comienza muchas de sus piezas con modelos claramente improvisatorios. Es una música densa y de carácter introspectivo, que contrasta con la de Dalza, que es mucho más clara e ingenua, más límpida y fácil de desarrollar. Es curioso que de los dos libros de Attaingnant el que más dificultad presenta, por la densidad de su contrapunto, es aquel cuyo título empieza así: Tres breve et familiere introduction... Las dos obras que toco de Schlick son extraordinarias, pero es música algo más arcaica y no demasiado difícil".

En la elección del instrumento, Miguel Rincón ha optado por un laúd de ocho órdenes fabricado por Paul Thomson en 1992, "que en principio no parece el ideal, pues en la época había laúdes de seis y siete órdenes, pero no de ocho. Este es algo más tardío, con un mástil más grueso, que dificulta la interpretación de esta música, pero la calidad de los instrumentos de este lutier es tanta (son los que usa Paul O'Dette para sus grabaciones) que creo que los resultados son plenamente satisfactorios".

El disco presenta en portada la reproducción de un grabado de Alberto Durero, Hombre alado, con vestimenta idealizada, tañendo el laúd (1497) "porque Hernando, además de un bibliófilo empedernido, era un apasionado de este arte. Su colección llegó a atesorar la astronómica cifra de 3.204 estampas, que al igual que sus libros fueron perfectamente catalogadas, y en ella se encontraban representados, entre otros, Alberto Durero, Lucas van Leyden y Antonio Pollaiuolo", apunta Ruiz Jiménez. "Para los siguientes álbumes hay varias ideas ya en marcha, pero las más consolidadas son un trabajo dedicado a la música de tecla, que nos gustaría que hiciera Andrés Cea, y otro a la música instrumental italiana y francesa, que podría interpretarse con grupos puros de flautas dulces y de flautas traveseras, quizás con el añadido de una voz, pero tendría que ser la de alguien capaz de abordar con solvencia y estilo este repertorio. Aunque todo ello está condicionado a los apoyos económicos. Para este primer CD, Martín Valverde logró una pequeña ayuda del ICAS. Esperamos que tanto esta como otras instituciones, públicas y privadas, puedan estar interesadas en contribuir al desarrollo de este proyecto".

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