España

Los monstruos de la razón

Reino Unido: miles de estudiantes rugen contra la triplicación de las tasas universitarias y asaltan la sede de los tories, con susto monumental del príncipe Carlos y su esposa incluido al anegar la marea de indignación su Rolls Royce en pleno centro de Londres.

Francia: los estudiantes bloquean carreteras y entradas a colegios y centros universitarios y se echan a la calle contra una amenaza a 40 ó 50 años vista: el proyecto de Sarkozy de retrasar la edad de jubilación, de los 60 a los 62 años.

Grecia: las medidas de austeridad que imponen los rigores del rescate económico provocan ocho huelgas generales y los estudiantes combaten el no futuro con la violencia, una mecha que se prende con la muerte de un muchacho de quince años por disparos de la Policía en 2008 y que ha incendiado las calles con el triste cénit de los tres muertos al arder un edificio en Atenas en unos disturbios.

Italia: mientras La Valkiria inaugura la temporada de la Scala de Milán, el pasado diciembre, los estudiantes alzan la voz -¿dónde mejor?- ante el templo de la ópera mundial para mostrar su rechazo a la reforma educativa y los recortes en investigación. Las proverbiales y masivas manifestaciones contra Berlusconi se suceden con especial virulencia en los últimos tiempos ante su próximo juicio por incitación a la prostitución de menores y abuso de poder, amén de otros asuntos como la presunta compraventa de votos de parlamentarios para que su Gobierno en minoría siga a flote.

Irlanda: otro de los países rescatados, donde miles de estudiantes también se han manifestado en los últimos meses contra el encarecimiento de las tasas universitarias.

España: la tasa de desempleo juvenil (43%) dobla la de la media europea. No se mueve una hoja.

Esta atonía -que sólo se resquebraja en defensa del botellón- hunde sus raíces en la falta de cultura cívica, en la entronización del individualismo, en la falta de ideales, en el contraproducente paraguas de la familia, en que el hedonismo arrolla al sacrificio, en el nada brillante espejo de sus mayores, en la resignación, en el sentimiento de impotencia, en los beneficios del Estado de bienestar... Así somos. Mejor dicho: así estamos.

Asistimos a una revolución en el mundo árabe cuando presumíamos que todo estaba atado y bien atado y que tunecinos, egipcios y demás materiales inflamables eran súbditos modélicos y genéticamente resignados por los siglos de los siglos a padecer dictadores y corruptos como si tal cosa. Pues no. La dignidad del sometido puede brotar cuando menos se espera.

Estas líneas deben interpretarse, por favor, en clave de ningún final está escrito. Punto. No abogan por revolución popular alguna. Para eso está el comunicador del PP Esteban González Pons al comparar la rebelión egipcia con las elecciones del 22-M para que los españoles pongan a Zapatero en su sitio.

El hambre es muy mala. La de democracia, la de poder... Y, como la razón, puede crear monstruos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios