España

Editorial: Podemos falta al respeto al Parlamento

COMO era de prever, la segunda jornada del debate de investidura se desarrolló según el guión previsto y Mariano Rajoy perdió la primera votación, un evidente espejismo, pues es público y notorio que ganará el segundo asalto de mañana al contar con la ya anunciada abstención del Grupo Socialista. Sin embargo, la jornada dejó dos noticias claras. La primera fue el anuncio del todavía presidente en funciones de que dejará en suspenso las reválidas previstas por la Lomce hasta que las fuerzas políticas lleguen al gran pacto de Estado por la educación que se anunció el pasado miércoles. Sin duda, estamos ante una buena nueva para los estudiantes y sus padres, que durante meses han tenido que vivir con la incertidumbre sobre las reglas que iban a regir en sus cursos escolares. El nuevo espíritu de consenso y negociación ofrecido por Rajoy al PSOE ha dado como primer fruto este asunto que no era baladí para miles de familias españolas.

La segunda noticia, esta no tan amable, es la evidente decisión de Podemos de utilizar el Parlamento como plataforma mediática desde la que esparcir consignas radicales más que como un lugar de trabajo serio, responsable y sosegado. El discurso de Pablo Iglesias fue, en este sentido, paradigmático. Se dedicó a hablar prácticamente de todo (la Guerra Civil, la Transición, el franquismo, etcétera) menos de los problemas reales de los ciudadanos españoles, más allá de algunas generalizaciones apenas esbozadas. En el culmen de su discurso, Pablo Iglesias llegó a faltar gravemente el respeto al Parlamento al afirmar que "hay más delincuentes potenciales en esta Cámara que allí fuera", lo que provocó la reprimenda de la presidenta de la misma, Ana Pastor. El discurso de Iglesias dejó claro que su principal adversario no será el Gobierno de Rajoy, sino un PSOE que vive sus momentos más difíciles.

Iglesias evidenció formas de izquierda extraparlamentaria, con una vocación más cercana a las confusas asambleas de facultad que a las buenas maneras parlamentarias. La estrategia de la formación populista parece clara: agitación de la calle para crear la sensación de que el sistema ha entrado en barrena y un discurso agresivo en las Cortes que pretende deslegitimar tanto al PP como al PSOE como formaciones oligárquicas y corruptas que cercenan cualquier posibilidad de avance social y político. Ante esta agresividad, los partidos constitucionalistas deben permanecer firmes, sin caer en sus provocaciones y demostrando día a día que el Parlamento no es una tasca universitaria, sino el lugar donde se hace política con mayúscula, la que se preocupa por los verdaderos problemas de los ciudadanos.

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