España

La otra historia de los titiriteros

  • Vinculados a los movimientos anarquistas y a la extrema izquierda, los conocidos de Alfonso Lázaro y Raúl García coinciden en destacar su carácter "pacífico" y su concepción del teatro como denuncia.

En un momento dado de Punch & Judy, el protagonista de la obra, el celebérrimo Mr. Punch, llega a meter a un policía en una picadora de carne, después de haber tirado a su propio bebé por la ventana y de haber asesinado a su mujer. Esa truculenta escena, que precede a otra en la que el descendiente del histórico Pulcinella de la Commedia dell'Arte italiana mata a la propia muerte, se lleva representando en Gran Bretaña -con sus variantes- desde el año 1662. Y hoy en día, después de haber pasado por varios momentos de prohibición, sigue siendo un referente del teatro de títeres, que forma parte del folclore británico y que sí, se ha ido adaptando al público infantil. Pero, ¿qué pasaría si la macabra historia de Punch & Judy, con su anárquico protagonista que se rebela continuamente contra el poder, se representara hoy, en un momento en el que la sátira y la corrección política protagonizan un choque de trenes?

Salvando las enormes distancias que la separan de un clásico entre clásicos, La Bruja y Don Cristóbal adapta a los nuevos tiempos la historia de un antihéroe perseguido por la autoridad que acaba venciendo y haciendo desaparecer a todos sus oponentes, con muertes truculentas de por medio. Alfonso Lázaro y Raúl García volcaron su ideología política en la obra, la revistieron de actualidad -con incriminación de delito de enaltecimiento del terrorismo incluida y algunas referencias a la 'Operación Pandora'- y la prepararon para un público muy concreto que difícilmente sería de masas y que a todas luces, no debía ser infantil. En sus primeras representaciones en Granada acudieron algunos niños, pero ellos habían advertido de que no se trataba de una obra apta para todos los públicos.

"La caza de brujas y la represión son los temas centrales de nuestro espectáculo. Las mujeres de hoy que deciden vivir libremente son también perseguidas, señaladas o cuestionadas, que a nadie le quepa duda. Destruir el patriarcado, la autoridad, la propiedad privada, es destruir los pilares del sistema y el sistema no permite que quede impune". Esta es la breve sinopsis que puede encontrarse en el blog que los componentes de la compañía fundada en Granada 'Títeres desde Abajo' abrieron para mostrar la evolución de su obra. La pátina política es indudable, y los autores no la escondieron en ningún momento. Cercanos a los movimientos anarquistas y al sindicato CNT, el posicionamiento político de Alfonso y Raúl no ha sido un secreto en ningún momento. Los carteles de sus obras no engañan; sus argumentos, tampoco. Si Una casa es una ruina abordaba el tema de los desahucios, En la plaza de mi pueblo aparecen republicanos sodomitas, héroes de guerra radioactivos, ex jefes de Estado, jornaleros sin tierra y 'guardias cerriles'.

Artistas underground, que se han movido por circuitos alternativos y principalmente en centros artísticos autogestionados o centros sociales okupados, sus obras reflejan una opinión política muy definida. ¿Pero tiene cabida en ella el apoyo al terrorismo?

"Si tuviera que hacer una lista de conocidos que pudieran enaltecer el terrorismo, Alfonso sería el último, sin lugar a dudas". Así habla uno de los amigos del titiritero detenido, que lo califica como "un muchacho normal, muy inteligente, nada follonero y muy prudente".

El compañero de Alfonso Lázaro, de 29 años, nacido en Almería y residente en Granada, asegura que el titiritero "tiene ideología política" -es miembro de CNT-, pero que su activismo es más un activismo "cultural y social". La detención de Alfonso por enaltecimiento del terrorismo dejó fríos a todos sus conocidos. "Es un chaval totalmente pacífico, muy dialogante y muy sensato".

Libertarios, sí. ¿Terroristas? Según sus conocidos, para nada. Los dos actores son clasificados como activistas de extrema izquierda convencidos del poder del teatro como denuncia social, pero no como defensores de la violencia o el terrorismo.

En la ya célebre función de la plaza Isabel II del barrio madrileño de Tetuán, hubo padres que no se sintieron ofendidos por el contenido de La Bruja y Don Cristóbal. Otra cosa es que la disfrutaran, o que sus hijos entendieran algo de las idas y venidas de la heroína y el opresor. En unas declaraciones a Eldiario.es, una de las madres que asistió a la representación aseguraba que los autores advirtieron de que la obra era "antipedagógica" y que contenía "actos atroces, inmorales e irreverentes"; pero que más allá de que las bromas eran "psicodélicas", no consideró la representación como un acto para enaltecer al terrorismo. "No se entendía bien la broma del cartel, pero no pensé que era ninguna provocación ni enaltecimiento del terrorismo".

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