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Sebastián Mora. Secretario General de Cáritas Española

"Vivimos en una sociedad en la que el Yo es el rey"

  • "Los informes de Cáritas no deben preocupar a los políticos, deben ocuparlos", comenta. Explica sobre la religión que "hace cuarenta años ser creyentes nos hacía creíbles, ahora hay que demostrarlo".

Visitó al papa Francisco y cumple años el mismo día, 18 de mayo, que los hacía Juan Pablo II. El pronto medio siglo de Sebastián Mora (Málaga, 1966) se inició en El Palo, barrio de Málaga con una zona de pescadores y otra residencial. Pasó por el noviciado de los jesuitas de Sevilla, pero dejó la Compañía cuando estudiaba Filosofía en Madrid. Trabajó con drogodependientes para Cáritas, ONG de la Iglesia de la que es secretario general. Cree en la economía solidaria como herramienta de transformación social. Cáritas se llevó con Cruz Roja el Goya al mejor documental, Sueños de sal, de Novelda.

-¿Son invisibles los pobres?

-Se está produciendo un proceso de invisibilización general de la pobreza y de los pobres. Desde las elecciones del 20 de diciembre, están mucho más ocultos. Pasa como con  los refugiados, que pasaron de ser primera página a dejar de ser segunda o tercera. Ahora se habla mucho más de los pactos de los partidos o de los presupuestos de la Unión Europea.

-En la crisis de los refugiados, ¿se está siendo fuerte con los débiles y débil con los fuertes?

-No hay una crisis de refugiados. Lo que existe es una crisis de solidaridad con estos millones de personas que vienen huyendo de las guerras de Siria o Eritrea.

-¿Es el tiempo del Tú para romper la barrera del Yo?

-Vivimos en una sociedad individualista donde el Yo es el rey. De todas formas, hemos vivido en los últimos años un notable incremento del número de voluntarios y de donantes en Cáritas. Es una buena noticia dentro de la serie de malas noticias.

-¿Cáritas es el instrumento para maquillar la imagen de la Iglesia?

-Me niego a aceptar ese discurso. Cáritas es la Iglesia, ni siquiera es una institución de la Iglesia. Hay una sola Iglesia, santa y pecadora. Otra cosa distinta es que dentro haya personas que aplaudan las campañas con las personas mayores y discrepen de algunas Encíclicas. Pero la clave es el amor, el darse a los demás, sin eso da igual que haya muchas eucaristías o muchas liturgias.

-¿El tiempo de los nuevos pobres ha sustituido al de los nuevos ricos?

-Lo curioso es que las diferencias se han agrandado. El abismo entre las personas que tienen acceso a los bienes y servicios y las que no lo tienen. Vivimos en una sociedad cada vez más fragmentada y dual,  más desigual.

-¿Los informes de Cáritas se cruzan con las previsiones del CIS? ¿Les preocupan a los políticos?

-Yo creo que sí, pero no deberían preocuparles. Deberían ocuparles. Esos informes les permiten tener un conocimiento riguroso y sociológico de la realidad y conocer también los proyectos que desde Cáritas se ponen en marcha para mitigar tanto sufrimiento.

-¿Los nuevos partidos son una nueva respuesta?

-Sería muy osado por mi parte hacer una sociología de la génesis de estos nuevos partidos. Creo que responden a tres factores: el cansancio y hastío de la corrupción; la indignación por la situación social; y la búsqueda de nuevas fórmulas políticas.

-¿Llegó a la fe por la inquietud social o al revés?

-No sé qué fue antes, si el huevo o la gallina. Siempre viví mi fe desde lo social y lo social desde la fe. Siempre las he vivido juntas gracias a Dios, porque es un don que no lo merezco.

-Usted estudió Filosofía. ¿Comparte la definición que Marx hizo de la religión, el corazón de un mundo sin corazón?

-En nuestro primer encuentro con el papa Francisco cuando lo nombraron nos dijo que Cáritas es una caricia de la Iglesia al mundo, al dolor de los que más sufren. Siempre tengo presente la definición de Cáritas que hizo Benedicto XVI, un corazón que ve. Cáritas es ese corazón que ve y lo que ve le duele, le motiva, le indigna.

-¿Qué parámetros socioeconómicos manejan?

-Los que sabe todo el mundo. Unos datos de la última EPA (Encuesta de Población Activa) muy positivos pero un veinte por ciento de desempleo, diez millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social y más de tres millones en pobreza severa. Una pobreza más extensa, por el número de afectados; más intensa, con problemas para pagar la luz, comprar ropa y comida; más crónica, personas a las que cada vez cuesta más salir de la pobreza. No es sólo un tema económico; son problemas relacionales, de soledad, de vinculación familiar y vida cotidiana de lo que el Papa llama población sobrante o los desterrados.

-Recientes libros han demostrado que el Vaticano tiene sus Bárcenas...

-La Iglesia evangeliza porque es testimonio. Si es antitestimonio, no evangeliza y produce alejamiento. Los escándalos de la Curia, los abusos a menores o las cuentas del Banco Vaticano nos obligan a ser claros y transparentes. Hace cuarenta años, ser creyentes nos hacía creíbles. Hoy hay que demostrarlo.

-¿Monseñor Buxarrais se fue por el lujo y oropel de la Costa del Sol?

-Ahora es un hombre de Dios, profeta y testigo.

-¿Estamos ante una nueva guerra de religiones?

-Esa visión es falsa. No podemos admitir que decir Dios o decir religión equivalga a decir violencia. Hay que mirar cara a cara y hacer frente a esa falsa comprensión de la religión que genera violencia.

-Los pobres no están en funciones...

-Ni sus necesidades, anhelos y esperanzas.

-¿La economía sumergida es una corrupción de los bajos fondos?

-Siempre se asocia con el que sale en televisión: los políticos, las personas conocidas, pero es un problema que está en la ciudadanía. La mayor parte de la economía sumergida está en esas grandes sociedades que pagan impuestos en otros países, que pactan con otros gobiernos.

-¿Contra la exclusión, inclusión?

-Es un concepto integral para esas personas que demandan una estructura social y familiar.

-¿Cuáles son sus filósofos de cabecera?

-Ortega y Zubiri; los americanos Ralws y Sandel; Hanna Arendt; y Byung Chul-Han, un coreano que vive en Alemania y que en su estudio de esta sociedad cansada y acelerada al mismo tiempo, dice que estamos perdiendo la capacidad de contemplación. Se vive con mucha información, pero sin dirección ni sentido. Vivimos una crisis de sentido más que una crisis económica y ecológica en una sociedad apagada y oscurecida. Este filósofo la llama sociedad lavadora: da muchas vueltas, muy rápido, y cuando centrifuga vuelve al mismo sitio.

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