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Blanca Marsillach. Actriz y empresaria

"Fui muy precoz y rebelde. Que me quiten lo 'bailao"

  • "Por fortuna cada vez me trato mejor y soy más condescendiente conmigo misma", expresa la actriz. Da un consejo a los padres: "En lugar de intentar cambiar tanto a sus hijos, deben hacer autoexamen".

Blanca Marsillach (Barcelona, 1966) trabaja para ayudar a diferentes colectivos sociales, devolviendo así el amor incondicional que asegura haber recibido de un grupo de mujeres en un momento muy complicado de su vida. Lo hace junto a Elise Varela a través de Varela Producciones, la compañía que ambas amigas formaron en 2003 y con la que dan sentido a sus vidas. Recientemente la pequeña de las Marsillach llevó a Huelva y Cádiz, de la mano de Cajasol, los montajes Una noche blanca con los clásicos y Ella al desnudo, dos propuestas de teatro terapéutico para adolescentes y mujeres maltratadas.

-¿Qué es más complicado: ser actriz o empresaria?

-Son dificultades distintas. Mantener la colaboración de las empresas  requiere un rigor a todos los niveles y no es tarea fácil. Por otra parte, la mía es una profesión muy poco grata y en la que hay cuatro mil actrices para muy pocos personajes, por lo que las posibilidades reales de vivir de esto son pocas. Yo sé todo lo que cuesta porque trabajo muchísimo y me dejo la piel en lo que hago. Parezco mi padre, que era un escéptico y un pesimista. Él decía que me iba a morir de hambre. ¡Me escucho y parezco Adolfo Marsillach!

-¿A quién interpretaría, a Esperanza Aguirre o a Manuela Carmena?

-No lo sé,  no lo tengo claro. Si te vas al estereotipo resulta más fácil interpretar a Esperanza. Ella es  más comedia, mientras que Carmena es más drama y creo que  sería más difícil de interpretar. De todas formas, no creo que me dieran ninguno de estos papeles en un casting porque soy morena (risas).

-¿Un papel que le haya marcado?

-Me han marcado varios, como la Melibea que hice con José Luis Alonso; Los Pícaros,  con Mario Monicelli; o Day of Wrath, la película que produje con  Christopher Lambert  sobre la Inquisición.

-¿Ha interpretado ya el papel de su vida o lo está esperando?

-Siento que no lo he hecho pero no lo espero. Y me puedo morir perfectamente sin hacerlo.

-¿Por qué aparcó su faceta de actriz y creó la compañía de teatro social con Elise Valera?

-Es mi mejor amiga, nos conocemos desde pequeñas. Ella venía del mundo de la publicidad y un agosto, cuando cambió la peseta al euro y yo acabé la gira con Pedro Osinaga, nos preguntamos qué íbamos a hacer  con nuestras vidas, si aquello era ya el final del mundo y nosotros éramos unas perdedoras totales. Y pensamos en  montar una obra de teatro,  Ella al desnudo,  de Michael Weller. Aprendimos desde cero, sin tener ni idea. Empezamos desde la desesperación, que es como surgen todos los proyectos, del no saber qué hacer,  y buscarle  un sentido a tu vida.

-¿Hay una edad para eso?

-Bueno, yo empecé a tener  muy claro lo que quería hacer a los 37 años. Entonces conseguí la madurez suficiente para saber lo que quería.  A cada uno le llega cuando le llega. A mí me llegó en ese momento, y que me quiten lo bailao, por supuesto.

-¿Fue una niña precoz?

-Sí, muy precoz y rebelde. Eso que me llevo, la verdad es que no me arrepiento de nada de lo que he hecho.

-¿Qué significa Adolfo Marsillach en su vida y en su trabajo?

-Mucho, quizás más de lo que yo quisiera. Hay veces en las que me gustaría decir: papá, vete ya a tomar por culo, que no consigo deshacerme de ti. Hay una parte que me encanta de él y que es fantástica, pero también está esa necesidad de  cortar el cordón umbilical. Hay todavía un poco de contradicción, aunque cada vez soy más Blanca Marsillach y menos Blanca, la hija de Adolfo Marsillach.

-¿Se compara mucho con él?

-Con la perspectiva de los años tú te vas haciendo tu hueco y vas imponiendo tu personalidad, para bien o mal, sin tener que hacer esa continua comparación entre lo que él hacía y lo que hago yo. Llega un momento en la vida en el que tienes que cortar el cordón umbilical con tus padres y no compararte con ellos. Ellos vivieron otra época,   otras circunstancias, y ahora todo es distinto.

-En Una noche blanca con los clásicos actúa junto a su padre a través de una pantalla electrónica. Si su padre saliera de esa pantalla, ¿qué le diría?

-Seguro que algún fallo encontraría. Diría: "Mira,  Blanca, esto del teatro social está muy bien, pero ¿por qué no haces algo serio?". Aunque  a lo mejor hay una parte de él que está muy orgulloso de mí, seguro que sí. La gran ventaja que tiene esto es que con la retroproyección mi padre no me puede decir si lo hago bien o mal. Si me salto un encabalgamiento él está ahí,  soberbio diariamente, mientras que yo, que soy humana, lo hago unos días mejor y otros peor.

-¿El hecho de que su padre fuera un personaje público ha complicado más las cosas?

-Tienes que nacer sabido. Mi padre era súper exigente, era tremendo. Pero yo afortunadamente cada vez me trato mejor y soy más condescendiente conmigo misma. Aunque también soy muy perfeccionista.

-¿Es muy complicado trabajar con adolescentes?

-Supone una gran responsabilidad porque tienen una edad muy tierna y cualquier cosa que tú haces puede beneficiarles o perjudicarles.  Es una responsabilidad que tienes que asumir con amor, de una forma seria y pensando que tú vas a hacer y a decir lo mejor para esas personas en ese momento determinado. Ya tengo mucha experiencia trabajando con ellos y me siento totalmente capacitada para poder ser un paño de lágrimas, para ofrecer  palabras de aliento o dar un abrazo. Conozco muy bien sus  sentimientos, no me asustan y sé cómo enfrentarme a ellos. No hay nada mejor en la vida que tener a otra persona que habla el mismo idioma que tú. 

-¿Los padres necesitarían un curso?

-Totalmente. Los problemas que tienen los niños vienen de lo que han vivido en las familias, en su ambiente, en su entorno.

-¿Un consejo para ellos?

-Que se autoexaminen. Que vean su parte en las cosas y  no intenten tanto cambiar al hijo, sino cambiar su actitud  con respecto al hijo. Siempre intentamos cambiar a los demás y eso es imposible. El único que puedes cambiar eres tú. Pero para eso hay que hacerse un trabajito y, claro, la gente no tiene ganas de hacerse trabajitos de nada.

-Un dirigente del PP le dijo recientemente a Rajoy que se mirase al espejo. Si usted fuera ese espejo, ¿qué le diría?

-Yo creo que no tiene que mirarse al espejo, sino adentro. Es en el interior  donde hace buen o mal tiempo y donde están las soluciones.

-¿Usted lo hace?

-Todos los días. Tengo la suerte o la desgracia de levantarme y acostarme conmigo y no me queda más remedio.

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