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Rebeca Cirujano. 'Beauty coach'

"Tenemos el mal hábito de no tenernos en cuenta"

  • Esta periodista, filolóloga y traductora ha encontrado su lugar en la terapia motivacional como "una acompañante en los cambios que se quieren llevar a cabo".

Periodista, filóloga y traductora de formación, Rebeca Jiménez Cirujano ha terminado, sin embargo, encontrando su lugar como life-coach "o lo que es lo mismo -define en su web- una acompañante en los cambios que se quieren llevar a cabo". Un recorrido, el de la terapia motivacional, que se propuso realizar siempre que pudiera "dar testimonio con mi propio ejemplo". Durante este verano, además, Rebeca Cirujano ha expuesto en la Sala El Pópulo de Cádiz las muestras La vida mirada y Calcomanías, en las que proponía un ejercicio de evocaciones con el espectador.

-"Hay que conectar con lo que uno es y mostrarlo", dice. La belleza está en el interior. Ya. Qué va a decir la bestia.

-La bestia es sólo bestia a los ojos de quien la mira. La belleza es, en gran parte, un juego de espejos. Una manera de transportar hacia fuera lo que uno es por dentro, y depende del ojo que nos mira, y de lo que conecte. Para transmitir belleza tienes que saber lo que eres, lo que te gustaría hacer, cómo te gustaría proyectarte... No tiene nada que ver con la estética sino con lo genuino.

-Entonces, al final era verdad aquello de que lo bello lleva a lo justo y a lo bueno.

-Por supuesto. Porque lo bello no deja de ser la expresión auténtica de lo que uno es. Yo hago talleres de coach porque las mujeres estamos especialmente marcadas por unos mensajes que, desde pequeñas, no nos hacen ningún favor, y que parece que nos uniforman en un mismo canon estético. Hay una parte en el cuidarse que tiene que ver con el disfrute, y eso es lo que hay que potenciar. Lo bello es justo porque lo justo es lo que uno es.

-Sostiene que una de las claves del bienestar está en dejar fuera lo que nos afea. ¿Cómo se sabe esto?

-Para hacer una transformación, lo primero es estar motivado, y no sentirse a gusto donde se está, o cómo se está. He visto venir a clientes que querían un cambio en su vida pero estaban poco dispuestos a hacer lo que se requería. Hay que realizarse preguntas muy honestas y contestarlas sinceramente. Tenemos mucho material que perjudica nuestro bienestar, nuestras relaciones... así como creencias que no nos ayudan a evolucionar, relaciones tóxicas, juicios... Cuando uno identifica todo eso, lo expulsa de su vida. Muchas veces conlleva un precio alto: cuando se decide cambiar y dejar fuera ciertas cosas, no siempre se entiende en el entorno. Puede conllevar una mayor soledad, y requiere valentía para dejar fuera lo que no te hace feliz, e ir adquiriendo una serie de hábitos y de creencias, y desaprendiendo muchas otras.

-¿Cuál es nuestro mal hábito más común?

-Pues yo creo que el no tenerse en cuenta a uno mismo. Estaba viendo la película sobre Hannah Arendt, la filósofa judía que hizo un estudio sobre el mal, y llegó a la conclusión de que el mal era la mediocridad del ser humano cuando deja de pensar por sí mismo, cuando deja su sentido crítico fuera. El ser humano tiene una capacidad pasmosa para desconectarse de sí mismo y delegar   en los demás: en políticos, médicos, gurús... Y con ello, nos alejamos de nuestra esencia.

-Hay que diferenciar lo que queremos de lo que creemos que queremos. Pues nos va a llevar tiempo.

-Es que actualmente parece que podemos conseguir aquello que deseamos sin esfuerzos, sin sacrificios ni trabajo... El mundo mediático presenta que todo es facilísimo pero cuando queremos algo, tenemos que ser conscientes de que hay que andar un camino. Hay que ver qué necesito para ello y si estoy dispuesto a cumplir la lista de tareas que conlleva a nivel de tiempo, compromiso, renuncia... Si no, sólo creo que lo quiero.

-Un enfermo de cáncer me habló una vez de lo que llamaba la "tiranía del pensamiento positivo". Sí, encima de todo, hay que estar alegre. Lo que faltaba.

-Estamos inmersos en una especie de, no sé cómo llamarlo, de new age en que tienes que estar sonriente y despreocuparte y limitarte a vivir en el presente. Hay una serie de mensajes que, sacados de contexto, traducen que quien no está feliz, es un aguafiestas. Y eso es ponernos todavía más presión. Aprender a gestionar las emociones es una de las cosas básicas que tendríamos que enseñar a los niños. El pensamiento positivo se salta ese paso: si yo siento, rabia, tristeza, ira o frustración... no puedo ocultarlo, tengo que ver qué hago con eso, y son emociones muy útiles, porque apuntan dónde tengo que trabajar. Quiero estar mejor, sí, pero de momento, he de gestionar esto que siento.

-Enseña en el Slow Life House de Madrid. ¿Antes tampoco teníamos tiempo o, simplemente, estábamos demasiado ocupados tratando de sobrevivir?

-Nuestros antepasados eran unos maestros del movimiento slow, que trata de transmitir el mensaje de que hay que hacer las cosas con más lentitud, con conciencia y profundidad. Las cosas importantes de la vida necesitan tiempo, y es bueno crear espacios donde las cosas se hagan de forma natural, sin prisas... 

-También imparte un curso llamado Coaching 180. Giro completo a la vida en diez sesiones, ¿en serio?

-Para correr los 100 metros lisos, lo primero que hace falta hacer es querer hacerlo. Pero es verdad que hay veces que no sabes por dónde empezar. Lo que hace un coach es que esa energía de cambio la pongas en tu objetivo, que no te disperses. Lo mismo no tienes idea de hacia dónde ir, pero con esa ayuda podrás despejar qué objetivos son esencialmente tuyos. Se pretende crear una inercia en la que lleves las riendas de tu vida. Si la persona está comprometida, no hacen falta más sesiones.

-¿Y qué diferencia habría con una terapia?

-La terapia busca las causas, va de pasado a presente. El coaching se lanza de presente a futuro a través de metas alcanzables, realistas. Se desvelan cosas que no vemos a simple vista, como nuestros miedos o nuestra zona de comodidad. El coach te hace ver tu propia realidad pero tú mantienes tu ritmo, universo y valores propios. Por eso no crea dependencia, ayuda a aprender.

-Cada vez que escucho las palabras yo interior, zen o zona de confort, me entran ganas de sacar una pistola, que diría Goebbels.

-Las palabras son sólo palabras. La zona de comodidad existe, y es nuestra inercia, nuestro vaguerío existencial... Sabemos perfectamente cuando nos estamos apoltronando. En este tipo de curso, tienes conciencia de que las decisiones las estás tomando tú. Eso marca toda la diferencia. Dejas de poner el piloto automático de dónde estás, qué haces y por qué lo haces.

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