El Rocío

Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos

Durante la Romería del Rocío, cuando las hermandades se van presentando a la Virgen ante su ermita, se repite, una y otra vez, la oración de la Salve, y, en ella, la expresión: "Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos". Cuando la Virgen devuelve la visita, acercándose a las casas de hermandad y a los simpecados, una y otra vez, se oye la plegaria: "Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos". La presencia y la cercanía de la venerada imagen derrama ternura sobre los miles de personas que se acercan a Ella buscando esa mirada, que nos permite sentirnos mirados por esos ojos maternos.

En este Año de la Misericordia, convocado por el papa Francisco, esta expresión de la Salve resuena con especial fuerza. Dios quiso manifestar de manera especial su misericordia en la humanidad de su Hijo Jesucristo. Para ello se eligió a una madre, a la humilde María de Nazaret, para que albergara a Jesús en su seno. Este misterio de amor se realizó gracias a la acción del Espíritu Santo, que descendió sobre María en el momento de la Encarnación. El mismo Espíritu Santo bajó sobre la Iglesia en sus primeros pasos, para que ésta continuara la labor de misericordia que Cristo había comenzado. En esta fiesta tan señalada en nuestro calendario, por la fuerza de la religiosidad popular mostrada en esta numerosa romería, que congrega a tantas personas en Pentecostés y en torno a nuestra Madre, la Virgen del Rocío, tomamos conciencia de la necesidad de que el Espíritu Santo nos ayude a transformar nuestra sociedad, que peregrina "en este valle de lágrimas".

Sabemos que nuestra actualidad está inundada de algunas sombras, de las que somos testigos a través de los medios de comunicación: nos hieren las persecuciones a nuestros hermanos cristianos, la violencia despiadada del terrorismo, las dramáticas imágenes de los refugiados… Y, mirando más de cerca nuestra realidad, también nos preocupa la inestabilidad política, las familias deshechas y los hogares que continúan en la cuerda floja, porque no han encontrado la manera de superar las consecuencias de la crisis, especialmente por la falta de trabajo. Nuestro encuentro con la Virgen del Rocío debe reforzarnos en la esperanza. Su mirada refleja la misericordia del Padre, que ama a todas las personas sin distinción; esa mirada nos ofrece una luz serena en medio de las situaciones de desesperanza, María se convierta en Estrella y Guía, para que sigamos caminando y buscando el bien de todos.

En este domingo de Pentecostés recibimos el Espíritu Santo y lo hacemos junto a la Virgen del Rocío, que, como Madre de Misericordia, nos presenta a su Hijo Jesús y en Él a todos los pobres y necesitados de nuestro mundo, para que podamos celebrar esta gran fiesta de la fraternidad, tomando conciencia de Iglesia unida. Jesús nos dice: "como el Padre me ha enviado, así también os envío yo" (Jn. 20, 21). María está hoy con nosotros, así como estuvo con los apóstoles en oración desde la Ascensión al día de Pentecostés. Es así como la Virgen envuelve en su manto todas nuestras plegarias, sosteniéndonos en su regazo maternal y acompañándonos, como lo hiciera entonces, intercediendo por sus hijos, que debemos permanecer siempre expectantes a la novedad del Espíritu Santo, que todo lo renueva, manteniendo a flote a una Iglesia siempre joven.

El papa Francisco, en su reciente Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (La alegría del amor), invita a orar en familia. Muchas personas se acercan a celebrar el Rocío en familia. Y es importante subrayar esta dimensión: "La oración en familia es un medio privilegiado para expresar y fortalecer esta fe pascual. Se pueden encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante el Señor vivo, decirle las cosas que preocupan, rogar por las necesidades familiares, orar por alguno que esté pasando un momento difícil, pedirle ayuda para amar, darle gracias por la vida y por las cosas buenas, pedirle a la Virgen que proteja con su manto de madre. Con palabras sencillas, ese momento de oración puede hacer muchísimo bien a la familia" (nº 318). María es "abogada nuestra", ruega por nosotros y ejerce de modelo para la propia Iglesia, que en el contexto que nos ha tocado vivir, también tiene que ejercer su abrazo maternal, queriendo a todos sus hijos sin distinción, creando siempre un ambiente de familia entre todos los pueblos. Pentecostés es una fiesta que se enriquece con las costumbres y expresiones populares en un Rocío en el que prevalece la mirada intergeneracional, que hunde sus raíces en el amor incondicional a la Virgen. La familia rociera -cuya fraternidad y solidaridad a veces pasan desapercibidas frente a los estereotipos que juzgan al Rocío como una fiesta de pura diversión, sin trasfondo ni sentido- pone de relieve que entre sus miembros se siente la llamada de apoyar y sostener obras de misericordia.

Esto también se hace extensible a la familia diocesana de Huelva, que afianza su fe escuchando la Palabra de Dios y busca vivirla en comunión con la Iglesia, para transmitirla, celebrarla y testimoniarla, pero no como algo teórico, sino a través de obras que reflejan el mandamiento nuevo: el amor al prójimo. Vivimos en una Iglesia sostenida por el Espíritu Santo, que ilumina obras misericordiosas para los enfermos, para aquellos que están solos, para los que no pueden cubrir sus necesidades básicas y buscan a una Iglesia que les proteja como Madre.

Que el Espíritu Santo derrame sobre nosotros su rocío de misericordia y que la Virgen María, esperanza nuestra, nos acaricie con su mirada, para que seamos capaces de dar testimonio del amor que nos ha enseñado Nuestro Señor Jesucristo.

¡Feliz fiesta de Pentecostés y Romería del Rocío!

rocío 2016

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