El Rocío

Recuerdos agradecidos

  • Me vienen a la memoria esas misas mensuales del padre José Antonio Sosa.

Una vez más, Huelva se echa a los caminos para postrarse a los pies de la Blanca Paloma. La ciudad, tal como ocurriera hace 136 años, se vuelve a despertar al estruendo de los cohetes, para continuar viviendo la estampa de una tradición que lejos de decaer, esperamos con ilusión: el desfile procesional de la alegre y colorida comitiva de romeros, que a caballo, carriolas o en cualquiera de los 52 carros tradicionales, acompañan a su Simpecado bendito, siempre rodeado de una continua nube de peregrinos.

Otro camino que empiezo y otra magnífica oportunidad para meditar que nos brinda la  larga caminata, que nos llevará con las últimas luces del día, a la pernocta de La Matilla.

 

No puedo olvidarme que nos encontramos ante la finalización del segundo y último mandato de su actual presidente, Juan Ferrer. Recuerdo hechos significativos de este periodo como la ejecución del retablo cerámico para la capilla de la hermandad,  la adecuación de la zona de pernocta en La Matilla, la ampliación de la segunda planta de la casa hermandad en Huelva, ordenación del archivo y creación de la sala patrimonial…

 

Me vienen a la memoria muchos recuerdos, principalmente en los que he tenido la ocasión de participar activamente y curiosamente, en todos ellos aparece un gesto amable, una persona colaboradora que te impresiona por su entrega y cariño. Personas que no puedes  olvidar, pues una de las cosas que he aprendido es que  la hermandad la forman personas, la suma de muchos rostros humanos. De ahí, su grandeza.

 

Recuerdo con cariño a la familia Pérez de Guzmán que durante los actos del 75 aniversario del actual Simpecado regaló el fajín de almirante de su padre, rociero muy comprometido con la hermandad. Se me quedará grabado para siempre el traslado en Rosario de la Aurora hacia la Parroquia Mayor de San Pedro y como Jero Garrido me dio la oportunidad de portar mi querido Simpecado, que momentos después se encontraba con mi Señor de Pasión. Tan emotivo como el solemne traslado del Simpecado en su carroza de plata, que organizamos de vuelta a su capilla.

 

Me acuerdo gratamente de las distintas etapas realizadas y superadas para dotar a la hermandad de un escudo heráldico que simbolizara la historia y tradición de la hermandad, bajo la continua disposición de la archivera Maribel Polo y que sirviera para presidir el nuevo estandarte corporativo.

 

No me olvido de la magnífica peregrinación a Almonte y de la confianza prestada por mi amiga Sofía Villarán, para preparar las siguientes peregrinaciones anuales en El Rocío, donde por primera vez, se organizó desde el interior de la casa hermandad. Me trae a la memoria recuerdos en la modificación de pequeños detalles en la comisión de protocolo, como representar a la hermandad con el estandarte corporativo dejando el Simpecado para actos propios o incorporar el libro de reglas, siempre con la sonrisa colaboradora de Lola Saavedra, su secretaria.

 

Grabado en mi memoria quedó la oportunidad de vivir intensamente un camino y una inolvidable romería junto a la hermana mayor Cinta Gómez y su encantadora familia.

Recuerdo la participación en las distintas reuniones de trabajo de la comisión de reforma de las reglas de la hermandad, donde he tenido la suerte de conocer con más profundidad a Juan Carlos Rubio, una persona cuya aportación a la hermandad es continua.

 

Me vienen al recuerdo las distintas asambleas y como  ha ido mejorando  la paz social entre los hermanos, fruto del buen talante y de la gestión de su presidente, Juan Ferrer. La historia de esta hermandad lo recordará por muchas gestiones. Algunas de ellas como cabeza visible de un equipo, pero muchas de ellas debidas directamente a su eficacia como gestor, al conseguir retos complicados como las escrituras  y de la exclusión de pagar el IBI de las casas de El Rocío. Ojalá tenga tiempo de poner en marcha la fundación proyectada. Amén de su señora, Pepa Sayago, siempre cariñosa hacia mi persona.

 

Además de los logros materiales, también se ha avanzado mucho en la gestión de un grupo humano que sobrepasa los 6.000 hermanos y que Mariló Silva controla a la perfección con su acostumbrada eficacia. 

 

En el aspecto espiritual, me vienen a la memoria esas sencillas misas mensuales del padre José Antonio Sosa y esos ratitos del rosario de los jueves, siguiendo el rezo de David Martín o Aurelia Cazenave y que tienen su culmen en el rosario almonteño del Domingo de Pentecostés, para después, esperar con ansiedad la salida en procesión de la Reina de las Marismas, junto a Mari Carmen, mi paciente esposa y mis hijos.

 

Recuerdo gratamente los dos últimos triduos de la hermandad en la iglesia de la Concepción. El primero con motivo de la celebración del 500 aniversario de la consagración de la parroquia. No me puedo olvidar del magnífico altar dispuesto por la mayordomía de la hermandad, donde Juanjo Chaves me ha ganado por su cercanía y compromiso. Destacar los exornos florares de Antonio Rivera, que además nos deleita cada sábado de romería con unas puestas de flores espectaculares en la presentación.

 

Y este segundo año, de vuelta a la Concepción para celebrar su triduo y función principal, donde dicha repetición se puede malinterpretar como convertir lo extraordinario en ordinario.

 

Muchas personas se preguntarán por los motivos concretos de esta decisión y posiblemente no haya ninguno concreto,  aunque todos los hermanos que hemos asistido a dichos cultos, estaremos de acuerdo en que va a ser difícil olvidar lo vivido en la iglesia de la Purísima Concepción.  Sin ánimo de convencer a nadie, desearía enumerar algunos motivos concretos.

 

No debemos olvidar que allí surge la semilla rociera y la devoción a la Virgen del Rocío incluso antes de que existiera la hermandad, tal como reflejara  Infante Galán (1981), en su artículo Más de 150 años del Rocío en Huelva.

 

Estamos ante una parroquia singular que te acoge con los brazos abiertos y donde todo son facilidades por parte de su Consejo Parroquial y de sus feligreses. La iglesia se ha llenado todos los días y más durante la función principal que ha estado totalmente abarrotada. Cada mañana se acercaban numerosos devotos, que conocían la presencia del  Simpecado rociero. Debemos destacar que la iglesia de la Concepción es el templo diocesano que dispone de un mayor horario de apertura de toda la ciudad y que su situación es estratégicamente céntrica. 

 

No quiero decir con esto que la hermandad evite otras opciones, sino que entiendo que los miembros que actualmente rigen la hermandad no pueden mirar hacia otro lado y obviar la explosión de amor y devoción de la ciudad de Huelva a su bendito Simpecado y que se multiplica durante la estancia en la citada parroquia. Ahora vendrán otros oficiales de gobierno que tendrán que estudiar y decidir que opción desean realizar.

 

Un caso similar es el que le ha venido ocurriendo a las juntas de gobierno de la Hermandad de la Virgen de la Cinta que bajaba a celebrar sus cultos a la Catedral y que últimamente también está optando por  la parroquia de la Purísima Concepción.

 

Quizás este tema concreto pueda ser fruto de un debate mucho más profundo o que sirva para reflexionar sobre los distintos motivos argumentados por muchas hermandades que prefieren celebrar sus cultos extraordinarios en la parroquia de la Concepción. 

 

Empieza a atardecer en este primer día de camino y como el sol, se ocultan los recuerdos y reflexiones de hoy.

 

Posiblemente solo desde la parroquia de la Purísima Concepción, se hayan tomado con rigurosidad lo que ya pidió en su momento, el papa Francisco: "Abrir las puertas de las iglesias".

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