El Rocío

La procesión de la Virgen hace sentirse en la gloria rociera

  • Cerca de nueve horas y media estuvo la Virgen del Rocío recorriendo la aldea almonteña. Huelva y Emigrantes vivieron dos grandes momentos con la llegada hasta sus simpecados.

La procesión de la Virgen del Rocío es un tiempo de gozo. Ante la cercanía de la Blanca Paloma es encontrarse en la gloria misma. No existe el tiempo, aunque nos empeñemos en medirlo. Entre las 03:02 y las 12:28. Desde que descendió de su altar a hombros de los almonteños hasta que volvieran a depositarla para que permanezca allí hasta el próximo Lunes de Pentecostés. Es un espacio único en el que se vibra con la cercanía de la Virgen del Rocío. De Huévar a Moguer para llegar a Almonte, El Rocío es la gloria misma.

Es entre la noche y el día el tiempo del gozo. Cuando todo explosiona en una procesión única, que tras la salida y las primeras visita viene a amanecer en El Real a la vera misma de la casa de las camaristas que se subieron al paso para rezar y lanzar vivas. Su caminar por El Real fue hermoso. El paso arriba, la Señora ante la mirada de todos, navegaba con belleza. Se buscaba los simpecados para ese saludo de correspondencia al afecto que las filiales le tienen a la Virgen en esta devoción universal. Hay una buena temperatura cuando el día amanece en El Rocío. Qué hermoso es ver en esos tramos que va en alto, por encima de la gente. Así llegó hasta la casa de la Hermandad de Huelva que la despide del Real. Las campanas en su espera se vuelen locas en el jolgorio de este amanecer único.

La Virgen en su paso tiene este año una luz especial, la del nuevo traje bordado por las mujeres de Almonte. Se notó la belleza del mismo que conjugó perfectamente con el manto estrenado en 2011, del taller de Santa Bárbara.

Los curas de sotana, en alto, a hombros, para rezar la Salve. Son los primeros que con brazos abiertos exclaman la presencia de Ella e invitan a los almonteños a acercarla. Es el momento también del hermano mayor, de los vivas y de los aplausos para despedirla. Y de ahí se posa en otro Simpecado, la Paloma Almonteña vuela por su aldea. Hay petaladas. Es tiempo de emociones, se escucha el tamboril y ante los simpecados que esperan hay bailes y deseos de tenerla pronto cerca. Es poder mirarle a los ojos.

El sol que se va levantando se refleja en el blanco santuario.

Y llega a Huelva, es un poco antes que el año pasado, pero quizás algo más tarde que en otros. No importa; Huelva no busca esos tiempos que innecesariamente se miran. Hay que disfrutar con ella en este tránsito intenso por su casa.

Siguen los niños llegando hasta el paso de la Virgen. Los padres se afanan en que se acerquen hasta su manto. Quieren presentarlo en su procesión. Es el gozo de la familia.

Huelva siente la cercanía de la Virgen en su paso y se abre espacio para que entre. Es un movimiento entre todos y allí su hermano mayor, Paco Millán. El Simpecado está en alto y los dos curas a hombros, José Antonio Sosa y José Manuel Barral. Ellos mismos son el reflejo de la fuerza que mueve los corazones de los que se agolpan junto al Simpecado onubense. Hay una gran petalada. Es un encuentro especial, tanto que se llegan a rezar hasta dos salves como queriendo acompañarla en esa despedida por la calle que le lleva al Eucaliptal. La mañana está despierta, la música en la procesión la ponen los pájaros de Doñana. persona se tratara.

Vídeo: Mariano Valladolid

Aquí hay hasta siete simpecados. La Hermandad de Emigrantes marca este espacio con sabor huelvano. Con ellos su hermana mayor, Marimar Terrades. El sacerdote José Manuel Barral ya casi afónico vuelve con brazos abiertos a pedir que acerquen a la Virgen hasta el Simpecado. Aquí hay un momento especial cuando entre los eucaliptos se filtra el sol de la mañana que viene a besar su palio. Y termina la salve y como un romero más lanza los vivas que termina con gritos de "Rocío... guapa, guapa, guapa..." y los "ole, ole y ole". Todo es emoción en esta mañana espléndida junto a la Virgen. Hay otra gran explanada que la espera y que se abrió hace unos años hasta Gines que llegó ayer incluso a la Hermandad de Granada. Es una manera gráfica de ver cómo El Rocío ha ido creciendo en hermandades filiales hasta las 116 de este año.

De aquí continúa buscando la explanada de Jerez. Hay una hilera casi interminable de simpecados, colocadas en ese repecho que tienen junto a las casas. Esto, sin duda alguna, es uno de los inconvenientes que hace que el paso en determinados momentos tenga que tocar el suelo.

Continúan los saludos a los simpecados. Es una emoción para cada pueblo que va junto a él. Es una seña de identidad en este Rocío tan grande.

Saliendo de la calle Moguer queda el último tramo, el de visitar al Simpecado de la ciudad juanramoniana. Un repecho bastante grande que volvió a complicar el caminar del paso de la Virgen. El campanil de Moguer tiene un vuelo impaciente. Se reza la última salve de las filiales antes de ir a Almonte. Allí le canta Requiebros. En alto, los curas de Almonte para rezarle a la Virgen del Rocío, con su párroco, Antonio Cepeda, y el vicario parroquial, Jaime Jesús Cano.

Desde aquí fue rápido hasta la entrada, con petalada en la fachada principal de la ermita. No fue tan fácil el caminar del paso por este tramo como fue a la salida cuando lo hizo con un pasillo abierto. Llegó sobre las carruchas hasta quedar bajo la concha peregrina. Aquí los aplausos de todos levantó los ánimos y la Virgen volvió a estar enmarcada en alto en su entrada, es como en verdad a todos gusta verla. Es el momento de sentirse satisfechos, es como lo resumía a la misma puerta de la ermita una señora mayor que daba las gracias a la Virgen en su entrada: "Un año más; ya está en su Casa". Y a esperar a volverla a ver, que será el regalo de un año de vida.

La Blanca Paloma se posó en su altar y las camaristas volvieron a subir al paso. Se rezaron las salves de despedida y comenzó la marcha. Ahora es tiempo de aprovechar para las últimas velas en la capilla votiva. Hay quienes recogen tierra del mismo santuario que estos días las miles de pisadas la llevó hasta dentro. Queda luego la despedida de cada uno. Eso es lo íntimo.

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