El Rocío

Misa de romeros

Otra vez más, otro año más, entrando en este bendito patio de la capilla de la Hermandad de Huelva, encalado de blanco pureza, roto solo por los floridos geranios de sus macetas.

Y hoy, todo igual, pero todo distinto. El blanco de esas mudas paredes que tanto encierran, se ha fundido con cientos de chaquetillas blancas y los alegres geranios se han transportado a las cabezas de las guapas mujeres que con sus coloridos y vistosos trajes de gitana invaden todo el recinto.

En la capilla, que se encuentra llena a rebosar, se han abierto las puertas para que también se pueda seguir la misa desde el patio. A punto de dar las ocho de la mañana, todo preparado porque va a comenzar la tradicional misa de romeros. El silencio del sagrado momento, contiene la alegría de ver a muchos de tus hermanos, principalmente a los conocidos y a esos que han estado todo el año colaborando con mimo y devoción para que todos los días, pero este día en especial, su hermandad luzca como ninguna y que mantienen la centenaria tradición de acompañar a su Simpecado divino. Los observas detenidamente y sabes que la historia de esta ilustre hermandad hablará de muchos de ellos, que les tiene guardado un merecido pedestal, como dignos herederos de insignes y venerables hermanos.

Mientras que comienza la misa, no puedo olvidarme de esos difíciles comienzos de la hermandad, y me traslado mentalmente a una misa de romeros en la Iglesia de La Concepción, con don Pedro Román Clavero, arcipreste de Huelva, párroco de la Concepción y nombrado hermano mayor honorario de la Hermandad en 1900. Sin duda, uno de los sacerdotes más importantes de los que han ejercido su sagrado ministerio en esta ciudad, pues fue el artífice, entre otras muchas cosas, de los colegios del Santo Ángel, Hijas de la Caridad (S. Vicente Paúl), Madres Adoratrices, Hermanas de la Cruz…

Y los relaciono con los recuerdos de hace pocos días, cuando en una mañana de domingo, nuestro bendito Simpecado portado por sus hermanos, volvió a la cinco veces centenaria Iglesia de la Purísima Concepción para celebrar sus cultos preparatorios de la romería. ¡Qué mejor y apropiado lugar para nuestro Sin Pecado Concebida o dicho en latín, Sine Labe Concepta! ¡La Inmaculada, representación de la Virgen por excelencia!

Los hermanos y devotos abarrotaron el templo cada uno de los días, asombrando una vez más a propios y extraños, de la grandeza del potencial espiritual y humano que posee. ¡Cuántas cosas se podrían hacer para engrandecer aún más a nuestra querida hermandad! No obstante, estamos hablando de la hermandad más grande de la ciudad, con sus 6.000 hermanos inscritos y muchos más devotos.

Una misa de romeros en la parroquia Mayor del Apóstol San Pedro con don Luis Calderón Tejero, sacerdote que fue hermano mayor en 1918 y 1927 y precursor del nombramiento del rey Alfonso XIII, como hermano mayor honorario, o con don Mariano Caballero Rubio, capellán de los requetés de la Virgen del Rocío y en proceso de canonización. Una hermandad profundamente enraizada con la sociedad de la época.

Y me traslada a los cultos preparatorios de la romería del año pasado en la parroquia de San Pedro. La iglesia otra vez llena a rebosar todos los días. Un solemne traslado del bendito Simpecado en su carroza de plata con motivo de su 75 aniversario, que también hará historia en la hermandad. Una hermandad que camina tras los pasos de su historia y que es heredera de una parte fundamental de la devoción a la Virgen del Rocío en la ciudad.

Recuerdo que el año pasado también tuvimos la ocasión de recordar a la familia Pérez de Guzmán, tan ligada a nuestra corporación y que generosamente donó el fajín del almirante don Pedro, dos veces hermano mayor.

Precisamente, ahora se cumplen 75 años desde que don Arturo López-Damas Carrigós fuera por primera vez hermano mayor (1940). Volvió a ser hermano mayor por segunda vez en 1965, (hace 50 años) y por tercera vez en 1975. Además de haber sido presidente de la hermandad desde 1940 hasta 1956. Buena ocasión para recordar su figura como referente de una gran familia rociera.

Y qué decir del venerable y beato don Manuel González García, arcipreste de Huelva y párroco de San Pedro. Me imagino esa conversación con don Manuel Siurot y Antonio Oliveira donde les indicaba que no había nadie que llevara la Santísima Virgen al Rocío y les encomendaba esa caridad porque Antonio Gilabert estaba gravemente enfermo y no podía hacerse cargo.

En ese camino, cuando en la oscuridad de la noche, vuelca la carroza y queda totalmente destrozada y su bendito Simpecado seriamente dañado. Asustados por el estrépito y el destrozo, ven venir en la oscuridad de la noche a Gilabert, que yacía moribundo en una camilla de un carro y que milagrosamente se había curado de todo dolor. Siurot y Oliveira, lloran como niños ante semejante milagro de la Virgen.

¡Viva la Virgen del Rocío!

¡Viva esa Blanca Paloma!

¡Viva el divino Pastorcito!

¡Y que viva la Madre de dios!

Precisamente el bueno de Antonio Gilabert firma una de las actas de primeros de siglo, cuyo sello indica que la hermandad se encontraba en la Iglesia de San Francisco con capilla propia. Misa de romeros en la iglesia de San Francisco, de gente de la mar, de marineros rudos y a la vez sentidos devotos de la Virgen del Rocío, vecinos de la calle Enmedio donde se fundara la hermandad, de insignes rocieros como Francisco Carrasco, el Polaco.

Y no puedo caer en la tentación de pensar en la realización de los próximos cultos previos a la romería en la iglesia de San Francisco, tal como se ha hecho en las históricas sedes canónicas de la parroquia de San Pedro y en la Purísima Concepción.

¿Volveremos a ver a nuestro bendito y devoto Simpecado en la iglesia de San Francisco?

Creo que la historia de esta señera y venerable hermandad nos lo pide.

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