El Rocío

Erasmus por las arenas

No podían imaginarse dónde estaban o quizás sí, camino del Rocío, viviendo la romería más universal en homenaje a la Virgen. Un grupo de erasmus de la Universidad de Huelva se unió a unos jóvenes que iban este año al Rocío.

-¿Y eso qué es, cómo se vive, qué se siente…?

La historia como todos los caminos hacia El Rocío comenzó meses antes, entre amigos, preparando el carro e ilusionándose por lo que se habría de vivir, probándose los trajes y calculando el costo. Unos para renovar lo sentido y los erasmus por conocer, todas esas cosas de las que les hablan.

La mañana de la salida comenzó temprano e inquieta, en el revuelo de una ciudad en ebullición. Luego en el tractor se veía las caras de sorpresas, intentando comprender el sentido de la partida, la ciudad convertida en una fiesta. Una comitiva de caballistas, gente andando junto a una carreta de plata con la imagen de la Virgen, gritando vivas y cantando. Los carros tirados por mulas le ganaban la partida en este día al vehículo motorizado. Muchas sensaciones en un momento que hacían cambiar el concepto de vida acelerada; el ritmo lo pone ahora los pasos peregrinos y la intensidad de la devoción.

Arriba en el carro van con el grupo de jóvenes de Huelva italianos y colombianas. Aquí están los italianos Ángelo, de Salerno, estudiante de Económica, y Jacopo, de Forte dei Marmi; Camila que también es de Forte dei Marmi viene desde Madrid, donde estudia Idiomas, para incorporarse a este camino. Juliana es de Bogotá y lleva todo el curso en Huelva, como estudiante de Psicología, tanto se animó que contagió sus ganas de ir al Rocío a dos amigas de su ciudad, Ximena que está en Barcelona, donde estudia Arquitectura, y Natalia que viene de Londres, está cursando allí Psicología. Este es El Rocío universal, el del santuario internacional que todos desean. La Hermandad Matriz tiene aquí un vehículo para hacer llegar la romería a otros muchos lugares del mundo.

Es una oportunidad única de mostrar a nuestros erasmus las excelencias de la provincia de Huelva, sin prejuicios; la laicidad de la Universidad no está reñida con lo que pueden ver los ojos y si les mueve el corazón eso será cuestión de cada uno.

Carencias de la oficialidad que son fácilmente superables. Lo cierto es que los jóvenes erasmus vienen aquí cada año y es una ocasión única para agrandar los horizontes rocieros a todos los rincones del mundo. Lo importante que es tener a una juventud enganchada al Rocío, tan fundamental como la que tenemos aquí, que garantiza su continuidad.

El carro se pone en marcha, antes Camila y Juliana también se han ataviado con los trajes para hacer el camino. A ninguna le falta una flor, ni tampoco a Natalia ni a Ximena. Al principio les parecía algo extraño, pero vieron que todas las llevaban y eso queda bien. Las mujeres siempre están guapas camino del Rocío y los hombres elegantes. Aprecian que aunque pueda parecer algo caótico todo tiene un ritmo en esta caravana que les puede parecer del oeste americano. Van conociendo cada detalle de los chavales de la reunión, es la mejor forma de dar a conocer estos valores, donde prima la fraternidad. Algunos no se conocían y cuando termine el camino verán que forman todos parte de lo que se llama la gran familia rociera. La vida es ponerse en camino y ellos y van por las arenas, dureza, esfuerzos y alegrías. Los sentimientos que se viven en un día cualquiera de la vida misma. Ahora hay tiempo para bajarse, bailar y cantar, beber y comer, que El Rocío es fiesta desde que se sale de casa.

Los erasmus conocen el flamenco y les encanta, como los bailes por sevillanas. Todo lo que ven les atrae. Aunque es el mismo bosque mediterráneo que nos une con Italia, nada tiene que ver cuando se viste del color de los carros que juegan a emparejarse con las flores del campo, los lirios y las clavellinas. Para las jóvenes iberoamericanas esto es completamente distinto a cualquier paisaje suyo. Juliana no se cansa de decir ¡ay qué lindo!, poniéndole ese acento que tiene una música al que en estas tierras estamos unidos desde hace más de cinco siglos. Es impensable para alguien de Bogotá, con rascacielos, muchos distritos... una gran urbe, encontrarse formando parte de este camino que es esencia misma del hombre, es como un reencontrarse en los orígenes mismos, sin asfalto ni hormigón.

La jornada avanza, la tarde va de caída y comparten la fiesta de la noche. La mañana es tempranera, pero también perezosa. De la Matilla a Gato para el almuerzo, a partir de aquí todo va a ser muy distinto, igualmente lleno de emociones y descubrimientos. La antesala de Doñana se va sintiendo en el frescor del arroyo de la Cañada, hasta que se llega a esa charca que tiene para Huelva sentido de catedral rociera del camino. Envuelta en ese sotobosque de encinas y helechos, cubre a los peregrinos y, entre las ramas, como si fuese una claraboya barroca, entra un haz de luz que se matiza por el polvo que levantan tantas pisadas en la arena, iluminando la carreta para significar que ahí lo está todo. El hermano mayor entona la Salve y hay sevillanas que son plegarias, de Paco Millán y los Manguara, de una joven que le puso voz dulce a sus sentimientos a pie mismo del arroyo. El latido más intenso llegó con el canto de la Salve de la Hermandad de Huelva. Emociones que se suceden. La Salve invita a que "la alegría de este día perdure siempre en nuestro corazón". Los erasmus saben de eso, pues lo que para los jóvenes de Huelva es una renovación cada año, este momento en lo sucesivo lo podrán vivir en la distancia solo en la cercanía de su corazón. Comprendieron el camino, donde hay mucha algarabía llega el momento que se hace silencio para escuchar una plegaria. Aquí participan de los bautizos rocieros, a Camila le pusieron Dorada de la marisma y le gustó ese nombre y también a Juliana de las marismas.

Sigue sorprendiendo el tiro de mulas y los carros, los esfuerzos que se hacen por el camino, los peregrinos que van detrás de la carreta, se siente cercanos y se unen a ellos.

En el barrio de las Gallinas Jacopo, Camila y Ángelo esperan la llegada de la carreta de Huelva y tras ella entran en El Rocío; se sienten partícipes de la comitiva gracias a la experiencia vivida. Se unen a los gritos de Huelva, Huelva, Huelva... A las palmas al compás, a los ole, ole, ole... y a los brazos abiertos que exclaman en el aire todo el orgullo onubense cuando Huelva está en la aldea, que se corona con los vivas a la Virgen del Rocío, al pastorcito Divino, a la Blanca Paloma... a la Madre de Dios. Un arreón más y estarán frente al blanco santuario. En la noche se encendió la luz del Simpecado, y los rostros se iluminan cuando ven silueteado en el cielo azabache la espadaña inmaculada de la ermita. Le sorprenden las calles de tierra en la aldea y les fascina el santuario reflejado en la marisma.

Hasta aquí han llegado y como todos, sombreros en manos, con rostros cansados pero la alegría aun palpitando en sus corazones, acceden bajo la concha peregrina hasta ver a la Virgen del Rocío. A partir de ahí lo que dicte el corazón es cosa de cada uno.

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