Se acabó el Rocío del Año Jubilar. Atrás quedó un camino marcado por la lluvia y el frío. Rocío de marsellés y mantas. De nublados y chaparrones cuando se cruzaba el Quema. Todo eso forma parte ya de la memoria. Al recuerdo pertenece esta romería de cambios en los caminos, de presentaciones ante la Blanca Paloma la tarde del viernes, de calles desangeladas en la aldea y de procesión rápida con final tempranero.

Las seis hermandades rocieras de la ciudad hispalense se encuentran ya en sus sedes canónicas. El miércoles entraron Sevilla-Sur y Tablada. Ayer lo hicieron Triana, Sevilla, El Cerro del Águila y Macarena. Esta última hermandad fue de las primeras en pisar suelo urbano. Pasadas las seis de la tarde llegaba al Cachorro. Tomaba desde allí el trayecto que hace dos años recorría en su salida de la ciudad: paso por Alfonso XII e Imagen para buscar desde allí la calle Santa Ángela de la Cruz y rezar en el convento de la orden que fundó esta santa, la estampa, quizá, que más se añora el miércoles del Rocío.

La Hermandad de Sevilla llegaba a las siete al barrio de Los Remedios para discurrir después de atravesar el puente de San Telmo por el Arenal hasta alcanzar Alemanes y Hernando Colón. Azucenas blancas exornaban la carreta del simpecado. A las ocho hacía lo propio Triana con la visita a la Basílica del Cachorro. Numeroso público esperaba en las calles Castilla, San Jacinto y Pagés del Corro para ver la comitiva romera que regresaba del camino en el año en el que la hermandad cumple dos siglos de existencia. La carreta iba exornada con las flores que componen la salve trianera a la Virgen: lirio, romero, jazmín, albahaca, alhelí y azucena. Exquisito detalle para una corporación a la que aún le quedan muchos actos para conmemorar la efeméride. En octubre habrá triduo extraordinario en la Catedral.

Los rocieros no tendrán que esperar un próximo Pentecostés para ver a la Blanca Paloma en las calles de la aldea. El 19 de agosto, con motivo del bicentenario del Rocío Chico, saldrá otra vez en procesión.