El Rocío

Un salto a la reja bajo control

  • La Virgen salió de su ermita sobre las 03:25 para recorrer la aldea y procesionar ante las 112 filiales Un cordón de seguridad facilitó la llegada del Simpecado y la salida del paso

Por tercera vez en pocas semanas, la Virgen del Rocío estaba a hombros de los almonteños. Era Lunes de Pentescotés, el día grande de la romería, que este año ha estado marcada por varias circunstancias, entre ellas, las inclemencias meteorologícas. Una nueva modalidad del salto a la reja y una de las procesiones más cortas de la historia dejarán huella en la memoria. Muy lejos hay que retrotrarse para recuperar la imagen de un salto sin ni siquiera un verdadero intento. Si el del año pasado fue inusual, el de éste sentará un precedente, un antes y un después.

Era la 01:00 cuando el cordón de seguridad, que ya se montó en la edición anterior para facilitar la salida de la Señora del santuario, desocupó la nave central del templo de peregrinos y dispuso un pasillo infranqueable que ni siquiera se rompió cuando el Simpecado llegó al presbiterio y los almonteños accedieron a su interior. Los romeros fueron desplazados a las naves laterales de la ermita, donde los fieles aguantaron estoicamente las consignas reiteradas de los miembros del cinturón de seguridad: tener que mantenerse inmóviles.

Mientras, los almonteños que se habían aferrado antes a la reja se sentaron en los peldaños de acceso al altar como si hubieran recibido la orden de hacerlo. Así permanecieron durante dos horas. Los hermanos de la hermandad controlaron en todo momento el salto como sí la procesión en Almonte y el camino de vuelta a la aldea se les hubiera hecho larga y quisieran evitar malgastar más fuerzas. Cierto es que en agosto tienen otra cita con la Virgen.

Estas medidas ya se llevaron a cabo el pasado año, después de que en la romería de 2011 se tuviera que suspender la procesión de la Blanca Paloma unas horas antes de lo habitual debido a la rotura de uno de los varales del paso, que ya exprimentó el pasado año una reforma estructural, impidiendo que muchas filiales pudieran recibir la visita de la imagen. La idea de la Hermandad Matriz es seguir aplicándolas en años venideros.

Sobre las 03:10, el grupo de almonteños de la reja hizo un primer intento de reunirse con su Patrona y sacarla en procesión. El intento fue sofocado rápidamente por el santero y la camarista, que tampoco tuvieron que emplearse a fondo, como si previamente hubiesen establecido un pacto para intentar combatir el tedio que se había apoderado del interior del ermita. Ni vivas, ni palmas, tan solo los cánticos del altavoz rompían la monotonía que se respiraba. El guión establecido se estaba cumpliendo. La quietud y el frescor de la noche se dejaban notar en el recinto, donde la mayoría de la gente permanecía sin despojarse de las prendas de abrigo de las que se habían provisto por las bajas temperaturas anunciadas. El sudor de antaño también estaba ausente.

Conscientes de que el Simpecado estaba a punto de entrar, el grupo de almonteños de la reja fue tomando posiciones y en ese mismo instante hizo su aparición por el dintel del santuario. Antes de llegar al altar saltaron la reja. Eran las 03:25. Lo hicieron cinco minutos antes del año anterior. Una vez que el estandarte entró en el presbiterio, los almonteños bajaron a la Virgen de la tarima donde estaba colocada y procedieron a enfilar la puerta del templo. Lo hicieron con tranquilidad y con facilidad, sin el nerviosismo de otras ocasiones (el año pasado también fue así) por llegar hasta la Virgen y con una mayor organización, gracias al pasillo abierto para que el Simpecado llegara el altar y se posicionara frente a la imagen.

La Blanca Paloma alcanzó el pórtico de la ermita en dos minutos escasos después del salto y abandonó su santuario rumbo a la explanada marismeña, desde donde comenzó el recorrido. Un paseo que romeros y visitantes esperaban con ilusión, ganas y entusiasmo.

Inusual fue también el escaso tiempo que estuvo el paso de la Virgen en la plaza del templo. A partir de ese momento, la Blanca Paloma visitó todas y cada una de las 112 hermandades filiales en una procesión que se prolongó durante siete horas.

Momentos emotivos se sucedieron a lo largo de la madrugada y la mañana hasta que la Virgen regresó a su altar. La Imagen iba ataviada con el manto de los Apóstoles y adornada con flores moradas, blancas y amarillas que fue luciendo ante cada una de las filiales.

En la procesión se repetieron los instantes de satisfacción y alegría reflejada en las caras de los romeros que, a su paso, le tocaban palmas, la vitoreaban y le trasladaban sus peticiones y plegarias, especialmente al paso de filiales, con el saludo a sus simpecados.

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