El Rocío

El obispo llama a los rocieros a liderar el cambio de la sociedad

  • Invita a los jóvenes a participar en El Rocío en el encuentro que coincide con las JMJ

Hace casi un año desde el púlpito rociero el obispo de Huelva, José Vilaplana, notificó la buena nueva de la concesión del Año Jubilar Mariano del que hoy disfruta la Virgen del Rocío hasta el ocho de septiembre. En la misa pontifical de ayer, el prelado no dejó pasar la oportunidad de invitar a los presentes a vivir este "periodo de gracia para la renovación espiritual" que nos conmina a seguir los dictados de Jesús como apóstoles de su palabra.

Precisamente con los ecos de aquella fecha aun presente, el obispo tuvo un recuerdo explícito para el Papa emérito Benedicto XVI por una designación que ha llenado de gozo a todos los rocieros y católicos, a la par que ha convertido a la Virgen del Rocío en puerta del cielo.

Nuevamente la jornada dominical fue el mejor termómetro para medir la viveza devocional del Rocío en toda su dimensión. A pesar de que este año han bajado en torno a un 25% la presencia de romeros en la aldea, este dato no tuvo su extrapolación en la explanada del Real, que volvió a llenar su aforo en ese escenario que acoge la eucaristía de Pentecostés desde 1963, en una emblemática plaza que preside el austero monolito, obra del escultor hispalense José Ordóñez que conmemora la coronación canónica de la imagen almonteña en 1919.

Antes del ecuador de la mañana el altar ya fue coronado por los 112 Simpecados de filiales, una nómina rociera a la que este año se han incluido las Hermandades de Chipiona, amadrinada por Sanlúcar de Barrameda; y la Castrense, que ha tenido en esta labor al Cerro del Águila.

Fieles al ritual, minutos antes de las diez de la mañana la curia abandonaba el Santuario de la Blanca Paloma. Un templo que durante toda la eucaristía no dejó de recibir el continuo goteo de fieles postrándose en las escalinatas a pie de unas rejas que, a modo de frontera, delimitan la distancia físicas de los fieles con la bendita imagen; la espiritual, no olvidemos, anida en el corazón de todos esos romeros que volvieron a mostrar su fe inquebrantable regresando un año más a verla.

Con los sonidos de los tamborileros de la Hermandad Matriz y portando su báculo pastoral, el obispo de Huelva inició la partida hacía el espacio público acompañado por su homónimo emérito Ignacio de Noguer, el cura párroco de Almonte, José García, y los capellanes de las filiales.

Antes de la eucaristía, el presidente de la Hermandad Matriz, Juan Ignacio Reales, hizo una exposición del porqué de la celebración de Pentecostés, que a modo de preámbulo servía a la lectura de las sagrada escrituras y más concretamente en los Hechos de los apóstoles.

En la homilía, Vilaplana hizo suya las palabras del Papa Francisco cuando en su primer Ángelus frente a la mirada de más de 150 mil fieles señaló que "Dios no se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón". Emulando el lenguaje vivaz, reformador y fresco de su Santidad, el prelado advirtió que "sería una pena que la cultura cristiana se debilitara por inhibición o cobardía", máxime cuando "nuestra sociedad requiere una radical renovación", por lo que a modo de invitación a los jóvenes les reclamó complicidad y compromiso a la hora de liderar "el cambio que necesita nuestra sociedad", el de futuros "hombres renovados por el amor de Dios".

Precisamente incidió que son ellos quienes han que comandar esta tarea porque los cristianos son "capaces de llevar paz donde hay conflictos, de construir relaciones fraternas donde hay odio". Esta llamada a la savia nueva la hizo extensible cuando les invitó a vivir desde la aldea las Jornadas Mundiales de la Juventud, a todos aquellos católicos que no podrán estar presentes el próximo día 23 de Julio en Río de Janeiro, Brasil.

Consagrado el pan y el vino las campanas de la ermita tronaron junto al sonido de la pólvora. Apagados sus ecos y la comunión la aldea retomó la algarabía, los cantes y bailes regados con el vino de la tierra.

Todo ello a expensas de la celebración del rosario de las hermandades en la media noche, que da paso a la procesión de la Virgen del Rocío en la jornada del Lunes de Pentecostés, para devolver la visita realizada por las diferentes hermandades filiales.

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