El Puerto

El precio de la venta ambulante a pie de playa

  • Los vendedores tienen que asumir unos altos costes de la licencia además de darse de alta como autónomos para poder ejercer su oficio sin miedo a sanciones

En las costas portuenses, como en muchas otras playas del litoral español, es frecuente la venta ambulante a pie de playa. Es un servicio muy cómodo y que en ocasiones ayuda a muchas personas que necesitan un refresco para luchar contra el calor o bien les apetece tomar un dulce a la hora de la merienda o un combinado sin tener que cargar con ellos y estar pendientes de su perfecto estado durante todo el día.

Este tipo de venta se hace notar más los fines de semana, que son los días que más gente acude a disfrutar del mar y por lo cual las ventas suben mucho más que el resto de la semana.

Una de las playas de la ciudad con más afluencia de portuenses y turistas, como es la playa de Santa Catalina, es un claro ejemplo de la proliferación de vendedores ambulantes los viernes, sábados y domingos, personas que recorren esta playa de punta a punta y que venden tanto refrescos y patatas fritas, como todo tipo de accesorios textiles para la playa, pasteles, camarones... incluso hasta aviones hechos de corcho para que los niños puedan jugar con ellos.

Todos están ganándose la vida en un trabajo "tan duro que dudo que vayamos a seguir en el mes de agosto y no por las ventas, que están siendo buenas en el poco tiempo que llevamos trabajando en la playa, sino más que nada por el calor sofocante que se está sufriendo este verano y lo duro que es tirar de los pesados carros", dice uno de los jóvenes que arrastran los carritos de Pepe Limón.

La mayoría de estos vendedores se han dado de alta previamente como autónomos y han pagado una licencia de alrededor de 500 euros, además de haber comprado productos de calidad al menor precio para poder así sacar algo de beneficio en sus ventas.

Precisamente por tan elevados costes algunos optan por ejercer la venta sin ningún tipo de permiso, exponiéndose así a las multas y la vigilancia constante de la policía. Una venta que en el caso de los dulces y camarones se vuelve más costosa, ya que debido a la Ordenanza Reguladora del Comercio Ambulante en El Puerto, deben tener contratado un seguro de responsabilidad civil que cubra los riesgos de la actividad comercial y un certificado correspondiente acreditativo de la formación como manipulador de alimentos de las personas que vayan a tratar la comida en cuestión, añadiendo a la lista un informe de calidad y una inspección sanitaria que deberían pasar todos los alimentos que son expuestos al sol durante varias hora, para evitar que los productos puedan estar en mal estado y nadie se responsabilice de ello.

En playas como La Muralla, por ejemplo, este verano no se ve a tantas personas vendiendo sus diferentes productos ni siquiera en los masificados fines de semana, solo se pasan alguna que otra vez los vendedores de dulces, que debido a las altas multas, alrededor de 500 euros más la confiscación de gran parte o de todo el género, no se arriesgan a ir a esta playa tan pequeña y tan a la vista de cualquier policía local.

Según cuenta Manuel Torres, de la Hamburguesería Marín -situada a la entrada de La Muralla- esta venta sin autorización municipal no les afecta a ellos en demasía, ya que su oferta se basa en productos específicos y los pasteles no vienen a suponer ningún problema de competencia. Además añade que ellos están en esa playa exclusivamente los fines de semana, y en sustitución del chiringuito o kiosco que debería estar ya ofreciendo su servicio, pero que debido a un problema de licitación, aún no se ha resuelto.

En definitiva, una actividad que no sale barata a los vendedores, a unos por el coste de los permisos y a otros precisamente por la falta de ellos.

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