Economía

Cómo hacer atractivos los planes de pensiones impulsados por la empresa

  • Mejorar la fiscalidad y no gravar más el ahorro, más información sobre las alternativas e introducir el tema en la negociación colectiva, claves para mejorar el sistema.

El último informe de la OCDE sobre pensiones constataba el escasísimo peso de los fondos privados en España. A pesar de que diez millones de personas tienen alguno, apenas hay gente que ya los disfrute y su valor monetario es muy pequeño si lo comparamos con las pensiones públicas. Si descendemos al nivel de las empresas, la situación es si cabe peor. Los planes colectivos sólo tienen presencia en las grandes compañías, y el camino por recorrer es largo. La falta de incentivos fiscales -más bien al contrario-, la escasa información de la que se dispone y una cultura poco proclive al ahorro no facilitan la extensión de este tipo de figuras.

Estas fueron algunas de las conclusiones del desayuno informativo El papel de las empresas en el ahorro para la jubilación, organizado por Grupo Joly y patrocinado por Caser Seguros. En el encuentro, expertos y directivos coincidieron en que el sistema de pensiones va a tener que ser revisado a medio plazo, ya que la reciente reforma sólo supone una solución temporal de la cuestión de la sostenibilidad. Y la dirección debe ser la de ir hacia un sistema mixto, que mezcle el de reparto vigente con la capitalización privada.

Una de las vías puede ser la aportación de las propias empresas a los planes de pensiones. El problema es que, ahora, como afirma Manuel Ángel Martín -presidente del Consejo Empresarial de Economía, Fiscalidad y Financiación de Pymes de la CEA- "no es una herramienta especialmente atractiva". Es cierto que pueden contribuir a fidelizar el talento, pero las empresas miran también el coste y sobre todo que la fiscalidad sea beneficiosa. Luis Fernando Rodríguez -asociado codirector de Sargadoy Abogados en Andalucía y Extremadura- asegura que se perdió una oportunidad con la última reforma fiscal. "Se ha penalizado a la empresa a la hora de realizar esas aportaciones, que le suponen un sobrecoste del 26%; por eso, a la hora de buscar herramientas lo que persigue es ajustarse al máximo y que el coste, como mínimo, sea compartido (con el trabajador)".

Caser seguros constató el año pasado en su encuesta anual que los españoles perciben que hacen falta cambios. Sólo el 10% -informa Manuel Álvarez, director del Observatorio de Pensiones Caser- cree que el sistema de aportaciones de las empresas está bien como está. El 28% piensa que debe ser voluntario, pero con más incentivos fiscales; el 22% aboga por que informen y ofrezcan alternativas al trabajador y el 40% cree que debe ser obligatorio que las compañías aporten algo. El problema, como asegura Manuel Ángel Martín, es que las compañías ya están pagando dos sistemas diferentes, "y ya la cotización a la Seguridad Social es muy alta". "Si además hay que complementar es algo que hay que analizar mucho", añade.

En cualquier caso, Manuel Álvarez, del Observatorio Caser, asegura que los ciudadanos "van un par de pasos por delante de la realidad jurídica y social", una realidad donde hay mucha falta de información en las empresas. "Es un tema del que no se habla, no se discute, no se lleva a las mesas de negociación", afirma.

Luis Fernando Rodríguez, de Sargadoy Abogados, asegura que, incluso en este contexto, hay alternativas no onerosas y bastante adaptables a las pymes. Frente a un plan de empleo, que comporta cargas administrativas y de gestión, está el plan de previsión social empresarial. En este sistema se apuesta por una retribución flexible "con aportaciones a cargo del salario y a favor de una póliza de seguros". Así las aportaciones no son imputables al empresario y el trabajador se beneficia de una reducción de la tributación y unas condiciones del seguro "favorables". Suele ir dirigido a un colectivo muy determinado -no a toda la plantilla- y los empleados interesados se deben constituir en asociación. El modelo es atractivo, sobre todo, para los sueldos altos pero Rodríguez opina que, con buena información y con garantías, puede extenderse a todo tipo de empleados.

La visión empresarial la ofrece Francisco de Asís Chocán, director de Recursos Humanos de la firma agroalimentaria Migasa. Cree que la legislación laboral carga sobre las empresas la gestión de los planes de colectivos y de cualquier contingencia asociada, como las bajas y el rescate de los planes, lo cual supone un trabajo añadido para las firmas. Además, opina -como el resto de participantes y en este caso basándose en la experiencia- que la negociación sobre pensiones en los convenios colectivos es prácticamente inexistente. "No hay mentalidad por parte de sindicatos y directivos, y la empresa pliega velas", afirma. Desde su lado, "la forma de convencer a los dueños es decirles que van a pagar menos en cotizaciones, y eso sólo se traduce en beneficios fiscales. Ahora no hay beneficios, sino gravámenes".

Manuel Álvarez alude a tres aspectos que pueden mejorar el sistema. Por un lado, volver a las ventajas fiscales. "Que los planes de pensiones de las empresas tengan que cotizar a la Seguridad Social es algo que no entiende nadie". También ve necesario un impulso de la formación de la población, y en esto pueden jugar un papel importante las áreas de recursos humanos, que pueden informar a los trabajadores de las alternativas que existen. Y por último, Álvarez pide un texto refundido de una normativa dispersa, algo que no se acaba de hacer por parte del legislador.

La falta de información -en este caso por parte del Gobierno- tampoco alienta un mayor interés por un complemento privado. "En los países de nuestro entorno se le da mucha importancia; y aquí todavía no se ha enviado la famosa carta naranja en la que las personas con edades cercanas a la jubilación iban a saber cuál sería su prestación económica", señala Rodríguez.

Otro problema es el del ahorro. Fernando Faces, profesor del Instituto Internacional San Telmo, asegura que "el peor enemigo de los planes de pensiones complementarios es la cultura (escasa) del ahorro, el cortoplacismo, la insuficiencia también de la propia capacidad de ahorro, que se ha agudizado con la crisis y la falta de atractivo fiscal y de liquidez (por la dificultad de los rescates) que tienen las empresas". Para él, la sustitución del sistema de reparto por otro mixto impulsaría este modelo de planes.

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