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Interinos, entre la obligación y dios

  • Las malas rachas y las destituciones obligan a los clubes a contar con hombres de la casa que logran virtud de la necesidad Voro, Del Bosque, Merino o Molowny, algunos ejemplos

A la mayoría de los interinos, con sus excepciones, le gustaría poder contar con un puesto fijo. Pero al sistema, temeroso de currelantes estables, le conviene la existencia de bolsas de trabajadores temporeros dispuestos a un roto y un descosido. Hay salvedades. Está el clásico ejemplo de Afrodita: la diosa se disfrazó de hilandera, currantas donde las haya, para procurar el ayuntamiento de Helena y Paris. En el fútbol, la interinidad de moda tiene el nombre de Salvador González Marco, Voro.

Voro, como otros técnicos interinos, es un hombre de club a quien el Valencia acude cuando la necesidad da bocados. Y Voro no es de los que muerde la mano que le da de comer. El fracaso de Pako Ayestarán (cuatro derrotas de cuatro) obligó a esa llamada recurrente en Mestalla. Y ahí está quien fue bravo central dándolo todo: dos victorias en dos partidos. Que el Valencia esté buscando entrenador (Marcelino ya no lo será) sólo indica que, como Afrodita, a Voro le interesa más la vida divina, de delegado en su caso.

En la temporada 2007-08, Voro se hizo cargo del Valencia en las cinco últimas jornadas después de la destitución de Koeman. Con cuatro victorias y una derrota -la única-, el interino logró salvar al equipo del descenso de categoría.

En la 2012-13, El Valencia volvió a requerir sus servicios para dirigir al equipo en un solo partido, el último de la fase de grupos de la Liga de Campeones tras la marcha de Mauricio Pellegrino. Voro volvió a hacer ganar a su equipo. Antes del actual periplo interino, Voro volvió a dirigir los designios del Valencia en la 2014-15 después del cese de Nuno Espirito Santo: un triunfo ante el Barakaldo en la Copa y un empate frente al Barcelona en la Liga fueron sus números que han resultado a la postre casi perfectos.

Del Bosque, el marqués

Juan Merino, en el Betis, y Del Bosque, en el Madrid, han sido dos muestras de oportunos interinos. Las dos veces que el Betis tiró del linense, a cargo en ambas ocasiones del filial, las saldó con un bagaje de cuatro triunfos en Segunda, en la 2014-15 del infeliz Velázquez; y de seis triunfos, siete empates y seis derrotas la temporada pasada, en Primera, tras la destitución de Pepe Mel.

Mucho antes de ser marqués, Del Bosque formó parte de la nómina de entrenadores de los filiales madridistas, de donde fue llamado para apagar fuegos en la casa blanca antes de cubrir una formidable etapa de tres campañas seguidas (2000-2003) al frente de un exitoso Madrid: en la 1993-94, en la 1995-96 y en la 1999-00, en todas con un notable rendimiento.

Molowny, un pionero

Luis Molowny ha sido sin duda el primero y paradigma de los entrenadores interinos. El canario entrenó al Madrid en seis etapas distintas: 1973-74, 1977-78, 1978-79, 1981-82, 1984-85 y 1985-86. Retirado de la capital a la isla de Gran Canaria, el ex jugador y técnico se dedicó con todo merecimiento a vivir ya como un dios.

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