La eliminación copera a manos del Villarreal tiene dos lecturas positivas para el Cádiz. Por un lado, el equipo sólo debe centrarse a partir de ahora en la Liga. Por otro, las lógicas diferencias entre un equipo de Segunda B y otro de Primera no se vieron durante muchos minutos.

El comentario generalizado en la grada cuando Israel Puerto casi mete en su propia portería un centro de Kike López que esperaban Airam y Fran Machado, o cuando Navarrete se hizo sitio desde el borde del área para probar suerte desde lejos ante Juan Carlos, demuestra que el Cádiz lo hizo bien en El Madrigal. El 0-0 al descanso era la mejor demostración de que gaditanos estaban incomodando al Villarreal. El conjunto de Claudio Barragán puso la intensidad y la velocidad que se requieren en la elite hasta que las fuerzas aguantaron, que es otra gran diferencia entre los que compiten en el cielo y los que lo hacen en el infierno. Hasta que el Cádiz estuvo fresco, el cuadro de Marcelino no encontró la forma de meterle el diente hasta un penalti absurdo. Hubo un partido antes y otro después de la pena máxima.

El duelo reflejó que el Cádiz tenía la lección bien aprendida y que debía ponerse a la altura de un rival superior. Lo hizo con una colocación perfecta, encima del contrario y poniendo intensidad y velocidad de juego, lo que llegó a sorprender al adversario, que durante muchos minutos no encontró la forma de frenar al Cádiz. Hasta el 1-0, Garrido y Migue García fueron los más destacados. Cuando el Villarreal impuso su calidad y pegada, Alonso realizó varias paradas de mérito.

El objetivo es mantener la buena línea en la Liga en una jornada que arrancó ayer y hoy juega el UCAM en el campo del Almería B.