Balona · Cádiz · La crónica

Un revés más que merecido (2-1)

  • El conjunto amarillo cae en La Línea en una nefasta segunda parte después de ir con ventaja y tirar por tierra un buen inicio de partido.

l Cádiz se adentra en terrenos fangosos. El equipo amarillo, que ya estaba asomado a la crisis después de enlazar dos empates, salió ayer de la zona VIP de la clasificación tras perder en La Línea, lo que en Liga no sucedía hasta la friolera de sesenta y seis años. Los de Carranza mostraron en el Municipal -del que jamás habían salido derrotados- maneras de equipo pequeño, maniatado por su propio técnico, que hizo de la especulación un bien mezquino para un conjunto obligado a no darse nunca por contento con unas tablas. El fútbol acabó castigando tanto conformismo mediocre con un gol en contra a dos minutos del final. El empate no hubiese sido, ni mucho menos, un resultado disparatado. Pero el que juega a empatar acaba, las más de las veces, encontrándose con la derrota agazapada en una esquina.

Los primeros veinte minutos del partido fueron un espejismo. La Balona salió bajo los efectos de sus miedos y el Cádiz parecía jugar sobrado. El Municipal presenciaba en silencio lo que se antojaba una nueva entrega de una historia conocida. Cuatro minutos bastaron para que un desajuste defensivo permitiese a Kike Márquez marcar casi a placer. Y ocho después Airam Cabrera, al que generalmente se le daba tan bien este escenario, vio como el poste se interponía ante lo que parecía un gol cierto. Una de esas jugadas que marcan el devenir de un encuentro.

Al Cádiz, que parecía tener en Jon Ander Garrido a un futbolista omnipresente, le faltó entonces la voracidad de los grandes para sellar la victoria. Trataba de ganar la espalda de la defensa y de hacerse valer con una exquisita colocación. Pero le faltó dar ese paso adelante al que debería sentirse obligado no ya para acortar distancias con el UCAM, sino para no verse de reprente fuera de los puestos de liguilla.

En esas andaban cuando en el 24 se produjo una falta lateral. Canario puso el balón en juego de acuerdo a las normas de algo que ha sido ensayado no se sabe cuántas veces. Fall tocó. Y Carlos Guerra remató en boca de gol el uno-uno.

A partir de ahí y hasta el descanso a Balompédica creció en la misma medida que el Cádiz se fue empequeñeciendo. La escuadra de casa quiso el balón y aunque lo más parecido al peligro fue un centro-chut de José Ramón que se paseó por el área pequeña sin encontrar rematador lo cierto es que el juego se desarrollaba de acuerdo a las normas que imponían los de casa, que paulatinamente iban deshaciendo sus grilletes.

A poco del intemedio los de La Línea pidieron con insistencia un penalti por una posible mano cadista. De esas que puede que existiera, pero que es casi imposible ver.

La segunda mitad tuvo menos contenido. Más pelea, menos idea. Pero a diferencia de Calderón, que andaba más preocupado de guadar su morada que de otra cosa, Escobar mandaba mensajes de que quería ganar. De que ya estaba harto de esperar. 

Las ocasiones escaseaban y en determinados momentos daba la sensanción de que unos y otros hubiesen firmado un armisticio. Pero el fútbol tenía una deuda enquistada con esta Balona que tanto enorgullece a su gente. Y llegó el 88’ y Óscar Martín entró en el área. Y se quedó parado. Y arrancó en el momento justo en el que Josete, como un pardillo, le metió el pie. Penalti. Indiscutible. Un interminable minuto hasta que José Ramón tomó el balón y lo miró como si estuviese pactando algún acuerdo secreto con él. Y gol. 

Lo que quedaba hasta el pitido final se tornó una angustia inabarcable para los de casa y una impotencia extrema para los cadistas, incapaces de ver algo de luz en tan escado margen de tiempo para la reacción. Con Lolo Soler tumbado en el suelo con una brecha abierta en la barbilla para aumentar la sensación heroica de lo que estaba sucediendo. 

Y al caer la guillotina, la explosión de indignación en la grada cadista. Y gritos, muchos gritos contra Antonio Calderón. Escribir que la Balona se cobra la venganza por la eliminación copera puede que sea exagerado. Pero lo que sí es cierto es que el Cádiz queda tan tocado como quedó la Balona aquella noche del 15 de octubre

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