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José María Guelbenzu. Escritor

"El realismo de la literatura de hoy me resulta ya asfixiante"

  • El narrador y crítico literario publica 'Los poderosos lo quieren todo', una novela en la que se adentra por primera vez, y de la mano de Valle-Inclán, en el territorio de la sátira.

El asesor fiscal Hermógenes Arbusto recibe la visita de la muerte, pero logra esquivarla y se va a reponerse a la Plaza Mayor de Madrid, donde establece un pacto con el diablo. Así arranca Los poderosos lo quieren todo de José María Guelbenzu, una novela sobre el poder y la ambición que acaba de publicar la editorial Siruela.

-Y en la que se pone usted satírico...

-Distraídamente, buscando hacer ejercicio literario sin más, hacer pluma, escribí el primer capítulo. Y me quedó la curiosidad de saber cómo terminaba eso. Entonces me puse a escribir realmente la novela... Eso se juntó con la situación que se vive en este país en los últimos años. El descaro y la desfachatez en el ejercicio del poder son de tal calibre que se aguantan muy mal.

-¿Qué desafíos le planteaban esta novela y este género?

-Nunca me había metido en algo así. He utilizado notas de humor sueltas en otras novelas, pero no como género. Me he metido en el territorio de la sátira, en el que hay muchos maestros, desde Jonathan Swift hasta Robert Musil. Yo decidí ponerme español y me apoyé en Valle-Inclán, claro. Y a la hora de pensar en una novela del disparate, porque parte de visiones de la realidad completamente deformadas, de situaciones disparatadas, también en el Quijote.

-Además de los citados, ¿qué otros escritores le interesan por su uso de la sátira?

-Laurence Sterne y su Tristram Shandy, Rabelais con Gargantúa y Pantagruel... En España ha habido estupendos representantes: a mí los que más me interesan son Gómez de la Serna, Jardiel Poncela, Eduardo Mendoza... Y Cervantes por encima de todos.

-¿Falta humor en la literatura española actual?

-Yo creo que sí. Realmente he hecho esta novela por una razón: creo que hay un problema en estos momentos en la literatura en general de exceso de realismo, y lo que el realismo pone de manifiesto es que, no sabiendo muy bien qué hacer y cómo ir hacia delante, los escritores han ido hacia atrás, se han metido en los cuarteles de invierno, en el realismo tradicional, que es donde escribe la mayoría. A mí eso me tiene muy abrumado. La salida por este lado del disparate o el esperpento intenta romper con ese realismo que a mí me resulta asfixiante.

-Este país es muy jocoso para determinadas cosas, pero falta humor en general en la literatura, en la política, en la prensa...

-Sí, el español puede hacer todas las bromas que quiera y del peor gusto a ser posible, pero cuando intenta decir algo serio se pone trascendente. Si no se pone severo le parece que no está siendo trascendente. Y no es verdad, porque el humor puede ser enormemente trascendente. Es un tic.

-¿Conoce a mucha gente que haya pactado con el diablo?

-Hay gente que parece que a algún tipo de acuerdo ha llegado y que el diablo ya le habrá pasado cuentas, porque es gente que no se corta, no da puntadas sin hilo.

-¿Existe el Círculo Gongorino?

-Es una broma sobre el mundo de los culturetas, como se suele llamar en plan simpático.

-Es una novela que se mete en muchas arenas...

-Al mito fáustico se le da una vuelta importante, no sólo por el hecho de que el hombre que pacta no lo hace por el conocimiento sino por dinero, también por el modo en que el diablo pierde la condición de diablo, inmortal, y pasa a ser un mortal. Y hay una parte que tiene que ver con la teoría literaria del narrador que abandona la novela. Es una puesta en cuestión del asunto de las voces dentro de la novela.

-Se echan en falta quevedos y valleinclanes que retraten este momento de este país...

-Debería haberlos, sí, pero estamos más en el mundo de la trascendencia, la tristeza y el acoso del débil, un círculo del que no se sale.

-¿Cómo ve la relación entre cultura y política en España?

-Mal, porque en general la política, el poder, ha sido enemiga de la cultura en España. Clarísimamente. Es muy difícil que deje de serlo por ahora. Si pensamos en Francia, en el siglo XVIII había salones literarios entre la aristocracia, y ahí estaban los mejores escritores. Aquí, con las marquesas no había más que toreros y curas. Así no es posible que haya aprecio por la cultura.

-¿Se plantea continuar con la veta satírica?

-En un tono tan disparatado, no, porque no es fácil y posiblemente empezaría a repetirme sin sentido. Pero sí por la zona del humor, de hecho ya estoy escribiendo la siguiente novela. En realidad estoy trabajando a cuatro manos, corrigiendo una de la serie policiaca y escribiendo otra que se me ha presentado.

-¿Cómo ve la situación de la narrativa en España?

-No la veo mal, sinceramente. Creo que hay bastantes escritores y escritoras, especialmente escritoras, jóvenes que son muy interesantes, con buena cabeza y buen sentido y que están buscando.

-¿Y la de la crítica literaria?

-La de la crítica me parece peor. El panorama de la crítica de prensa reseñista, en lo más digno de la palabra reseñista, está muy flojo. En cuanto a la crítica un poco más especializada de gente que escriba con cabeza y que sepa, no está tan mal.

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