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De libros

Un Marqués de El Pedroso de Lara ejerciente

  • En la última entrevista con el Grupo Joly habló de Andalucía, Cataluña, su familia y sus gustos artísticos.

FUE la última entrevista que dio al Grupo Joly. La cita era a las once de la mañana, en su despacho de la novena planta de la sede central de Editorial Planeta, en la Avenida Diagonal de Barcelona. Era diciembre de 2012; le acabábamos de conceder el Premio Clavero y Montse, su secretaria, nos dio una hora. Llegamos con 20 minutos de adelanto, nos recibió en el acto y nos dedicó dos horas y media. Estuvo muy dispuesto para las fotos que le propuso Antonio Pizarro y se mojó en todas las respuestas; no evitó tema alguno, política, poder, Cataluña, Andalucía, cultura, mundo editorial. Estuvo dicharachero, cordial, profundo.

Era mitad sevillano mitad ampurdanés. Y ejercía: "Me siento muy andaluz cuando estoy en Cataluña y muy catalán cuando estoy en Andalucía. Decirle a ambos lo contrario de lo que cada uno piensa, igual sirve para que se acerquen". Su abuelo paterno, Fernando Lara Calero, médico de El Coronil, se casó con Inés Hernández Sayago, natural de El Pedroso. Allí nació su padre, el patriarca de los Lara. Su otro abuelo, Francisco Bosch, fue un industrial textil de Palafrugell, pueblo de la costa en el bajo Ampurdán. Su abuela catalana, Ángeles Carbonell, era de un pueblecito del alto Ampurdán que hace frontera con Francia: Massanet de Cabrenys. José Manuel Lara Bosch nunca oyó en Massanet hablar en castellano.

Su doble naturaleza catalana y andaluza le marcó siempre. Veía a Cataluña a la vez desde dentro y desde fuera, y estuvo profético: "No me preocupa la independencia de Cataluña si la quiere un 80%. Si la quiere el 53% sería traumático". Y tenía claro qué habría que hacer con su empresa en caso de independencia: "La sede de las editoriales en lengua española de Planeta tendrá que irse".

Envidiaba a la gente de pueblo, porque nadie es anónimo. Echaba de menos ese calor en la gran ciudad. "Me siento muy de pueblo y mi pueblo es El Pedroso", dijo muy solemne. Esta vinculación sentimental con El Pedroso era personal y estaba vinculada a su infancia. No le sobrevino cuando heredó de su padre el título de Marqués de El Pedroso de Lara, sino porque en esta localidad de la Sierra Norte sevillana pasó estancias anuales, en Semana Santa y verano, en los primeros 11 años de su vida, mientras vivió su abuelo. "Era una liberación llegar a Andalucía, con la luz del sol, el campo, los animales". Al morir don Fernando, la abuela se fue a vivir a Barcelona y los viajes a El Pedroso se espaciaron; no era igual sin la familia. Valoraba mucho la relación humana, eso le hizo volver de mayor al pueblo de sus ancestros, donde invirtió y mantuvo becas universitarias.

También generó una relación especial con Mairena del Alcor. Allí tenía casa en una finca de olivos, lo que le convirtió en socio de la cooperativa local. Y en su biblioteca municipal están los fondos bibliográficos de la Fundación Lara, desde que ésta dejó la sede de la calle Fabiola de Sevilla. Esa biblioteca, como la de Alcalá de Guadaíra, lleva el nombre de su padre. La cultura y la educación le parecían esenciales para el futuro de la región: "En Andalucía ha habido menos empresarios porque había una enorme desigualdad social: unos que no necesitaban emprender nada, por tenerlo todo resuelto, y otros que por mucho que emprendieran no tenían nada resuelto". Pero también criticaba el exceso de subsidios que adocenan a una sociedad y ponía como ejemplo el destino de los fondos europeos: "Andalucía recibe 3.000 millones al año de fondos de la UE. Si en vez de gastarlos los invertimos, rentarían como 30.000 millones".

Sus conocidos le califican de austero, aunque él atribuía semejante virtud a su padre, cuyo recuerdo veneraba. Al final de la entrevista nos llevó a la sala de juntas de Planeta, que está presidida por un Goya, que representa la conducción de un sillar para una obra. "Cuando ya estaba retirado, mi padre se quedaba contemplando este cuadro y decía 'quién me iba a decir a mí que partiendo sin nada de un pueblito de Andalucía acabaría teniendo un Goya y siendo marqués'. Era entrañable oírle".

En literatura la pasión de Lara era la novela histórica y la costumbrista española de los siglos XIX y XX. No obstante, sus escritores de culto fueron Juan Rulfo y Ernesto Sabato, con quienes mantuvo una intensa relación personal. De Sabato incluso tenía en su despacho un autorretrato al óleo.

Le fascinaba la función social del arte y la literatura. Y sorprendían los nombres de los autores e intérpretes de los que era partidario. En música se declaraba seguidor de Serrat, Sabina y Raimon. Y en flamenco, al que era un buen aficionado, tenía debilidad por Menese. Gente de izquierdas admirada por un empresario de corte conservador que se definía como de centro derecha.

Miraba a los políticos con curiosidad y cierta distancia. A veces sentaba en su despacho a Mas y Duran y les pedía sensatez. Pero también le irritaba que el Gobierno central tensara la cuerda con la lengua catalana: "Los políticos tendrían que reunirse dentro de los frenopáticos, porque están todos locos. En un momento de crisis, llevar la polémica sobre la lengua catalana echando leña al fuego es imprudente". Al poder político siempre le pedía que escuchara más a los que saben y oyese menos a los que gritan.

Sus lugares favoritos eran espacios naturales. El parque nacional Nahuel Huapi, en la Patagonia argentina, visto desde Bariloche. El valle de Solius, en el Ampurdán. Y, cómo no, en las estribaciones sevillanas de Sierra Morena, El Pedroso. Nobleza obliga.

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