Alberto Barrera Tyszka. Escritor

"La revolución bolivariana es otro lujo petrolero de nuestra historia"

  • El autor compone una divertida y amarga panorámica de la Venezuela que "se enganchó" a Chávez en 'Patria o muerte', Premio Tusquets de Novela.

Durante la última campaña electoral de Hugo Chávez, uno de sus seguidores gritó al final de un mitin, poseído por un fervor tan similar a la fe, que el comandante sería presidente "hasta dos mil siempre". Apareció sin embargo la enfermedad, y aquel líder de verborrea castrense y desatada hasta el delirio, habituado a hablar "desde la eternidad", se dio de bruces con la verdad irrefutable de la mortalidad, con "el terror del cuerpo" materializado en un cáncer.

Poeta, guionista y columnista además de novelista, Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960) había escrito ya una biografía del gobernante, Chávez sin uniforme (2005), pero se sintió empujado a regresar al peculiar territorio de la mística bolivariana tras asistir forzosamente, en calidad de ciudadano perplejo, al estrambótico y colosal psicodrama colectivo que experimentó la sociedad venezolana primero ante el ultrasecretismo que se impuso tras el anuncio de la enfermedad y finalmente ante el fallecimiento del presidente.

El resultado fue Patria o muerte, una novela con la que ganó el Premio Tusquets y que acaba de publicar en España. Fluido, amenísimo, elegantemente escrito, con estructura coral y vetas de farsa por momentos divertida pero a la postre menos cómica que amarga, el libro es un caleidoscopio que sitúa en primer plano las vidas de varios personajes con distintas sensibilidades políticas, y distintas heridas existenciales, pero siempre con la figura del presidente ya agonizante como trasfondo angustiosamente omnipresente.

-¿Qué le permitía contar la ficción que con los hechos factuales de la biografía no pudo?

-La verdad es que yo no tenía ningún proyecto de volver a escribir sobre Chávez, pero me interesaba mucho el tema del carisma, no ya el de Chávez, sino los efectos del carisma en la gente. ¿Por qué la sociedad venezolana se había enganchado a Chávez? A partir de ahí empecé a pensar en una serie de historias que podían relatar eso, pero de personas, de ciudadanos corrientes que son los que, desde sus fragilidades, cuentan o intentan contar el país, un país profundamente marcado, guste o no, por el mito en construcción que era Chávez, y él mismo se entendía a sí mismo de esa manera, de ahí que la vida pública y la vida privada de los ciudadanos estuvieran invadidas por su voz.

-Al menos desde fuera, da la impresión de que es imposible hablar de Venezuela sin ser rehén de algún tipo de discurso o apriorismo propangandístico, explícito o no, en un sentido u otro...

-Obviamente eso está ahí. Para los venezolanos siempre es muy difícil explicarle las cosas del país a un extranjero. Y la prensa, por ejemplo, se dedica a reducirlo todo. Pero al final los ciudadanos venezolanos son también víctimas de ese mismo proceso, no sólo los que lo ven desde fuera. No hay una mirada limpia, todo está contaminado por la polarización, que en el plano del pensamiento siempre ofrece resultados muy mediocres, además de moralizantes. Esto, por supuesto, también formaba parte del proyecto de Chávez: o conmigo o contra mí. De modo que todo ha de irse a un extremo u otro, y no queda nada en medio, pero resulta que ahí, en ese punto medio, es donde están las inquietudes, las preguntas: la complejidad.

-Beatriz, uno de los personajes, celebra con absoluta felicidad el cáncer de Chávez, y su marido piensa que el comandante ha logrado sacar lo peor de ella. ¿Ha pasado eso con la sociedad venezolana en su conjunto?

-En el fondo, sí. Pero en cierto modo era inevitable: la sociedad dio rienda suelta a sus afectos en torno a una figura, y ese proceso sacó a flote la irracionalidad. Cuando lo que se debate no es fruto del discernimiento, sino que es algo irracional, algo religioso al cabo, surgen fenómenos de este tipo. Probablemente la sociedad venezolana tiene una sola posibilidad, que es reconciliarse, respetar al otro. Muy simple, ¿no? Y tan difícil...

-¿Ve a la sociedad venezolana en el buen camino para llegar a ese punto? Al menos desde aquí no es la impresión que da...

-Pues no. No... Porque el gobierno de Maduro, intentando recuperar un poco la popularidad perdida y tratando de imitar el carisma de Chávez, que no lo tiene, ha hecho todo lo posible para repolarizar la sociedad. Ahora acaba de decir que si gana las elecciones la oposición, él se va a la calle, con el pueblo. En fin, una cosa... Es decir, Maduro entiende la alternancia democrática como una traición o como un delito. No ayuda, no.

-Como administrador del chavismo sin Chávez, y únicamente desde esa perspectiva, ¿cómo lo ha hecho Nicolás Maduro?

-Muy mal, muy mal. Ha derrochado la popularidad que heredó de él. También es cierto que se ha encontrado con la crisis económica, pero eso no lo puede decir, no puede echarle la culpa a Chávez. Pero al margen de eso ha arruinado el proyecto. Si Chávez creó la idea de que estábamos en una revolución y la supo vender, en dos años ya sólo se habla de un gobierno corrupto, mafioso, que tiene relaciones con el narco... Ha habido un cambio muy fuerte. Por eso son tan importantes las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre.

-¿Qué horizonte atisba usted?

-Parece que la oposición tiene opciones reales de vencer. Naturalmente, el gobierno tiene otras encuestas y se teme que instituciones como el Consejo Nacional Electoral favorezcan al gobierno de manera descarada. Veremos...

-Volviendo a Chávez, otro personaje, Sanabria, señala en la novela que su temperatura verbal estaba por encima de su realidad: no tumbó a ningún dictador, no combatió ninguna invasión; a la postre, dice, es solamente el presidente de un país petrolero. Bum, fuera el mito...

-Frente al discurso de Chávez, que hablaba como si acabara de bajar de la Sierra Maestra, queriendo compartir el mismo trozo de cielo que el Che, la novela se pregunta qué es lo que lo que se llama la revolución bolivariana.

-¿Y qué es?

-Chávez empezó a hablar de cosas que eran hasta entonces insólitas en América Latina como Mao Tse Tung o a rescatar a... ¡Stalin! Había una nostalgia de los 60, un discurso que de alguna manera resucitaba y que se podía permitir con el barril de petróleo a más de cien dólares. La revolución bolivariana era y es otro lujo petrolero en nuestra historia. En cuanto cae el precio del barril ya no pueden permitirse esas consignas guerreras. Ahora ya la cosa no es "patria o muerte", sino "patria y viviremos".

-Uno de los aspectos más fascinantes de la novela, y a veces inevitablemente cómico, es la solemnidad y el empeño en el misterio de ese discurso sobre la enfermedad abrazado a una dimensión religiosa...

-Hubo todo un Estado dedicado, literalmente, a sacralizar a un hombre. Y el mismo Chávez promovió el culto a su personalidad de manera como enloquecida. Hay muchas cosas que pueden sonar desopilantes, pero fueron exactamente así. Hicieron unos vídeos de dibujos animados de Chávez llegando al cielo y encontrándose con Sandino, el Che, Bolívar... El tiempo que medió entre el anuncio de la enfermedad y la muerte supuso, en cierto modo, una pérdida colectiva de la cordura.

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