Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

De libros

Lo personal es político

  • Construida como la anterior con materiales de su propia biografía, la segunda novela de Carlos Pardo confirma la calidad de su propuesta narrativa

Carlos Pardo. Periférica. Cáceres, 2014. 240 páginas. 18,50 euros

Ya habitual en el periodismo o la crítica, el término autoficción tiene algo que lo hace antipático, pero lo cierto es que resulta útil a la hora de definir una forma de narrativa que no siendo de hoy, pues abundan los precedentes, señala una de las tendencias más fecundas de nuestro tiempo. Con El viaje a pie de Johann Sebastian, su segunda novela tras Vida de Pablo (2011), el poeta Carlos Pardo vuelve a explorar ese territorio difuso donde conviven la ficción y la autobiografía, y aunque esto último, en el fondo, no importa tanto cuando se trata de valorar el alcance de un libro o simplemente de disfrutarlo, la identificación entre el autor y el narrador condiciona de algún modo la lectura. En tanto que lectores sólo podemos decir que el juego funciona a veces -es el caso de esta novela, que brilla a una altura infrecuente- y otras no, por razones que tienen que ver con el estilo y la ambición del planteamiento, pero también con la capacidad para retratar vivencias significativas, concernientes, sin necesidad de subrayados, y con la honestidad que demuestre el autor a la hora de recrearlas.

"Ni mentira ni verdad", dice el narrador para definir su relato, pero ya sabemos que la verdad literaria es otra cosa y esa, la que cuenta, es la que otorga valor a El viaje a pie de Johann Sebastian. Desde el presente marcado por la enfermedad de unos padres divorciados que necesitan ser atendidos, lo que ha provocado tensiones y enfrentamientos entre sus cinco hijos, el protagonista, que es uno de ellos, traza un cuadro de época que evita el costumbrismo amable y de hecho llega a incomodar al lector o lo sacude, sin por eso caer -y se habla de situaciones duras- en lo patético. Todos han seguido rumbos erráticos y sus respectivas debilidades se exponen con crudeza, pero desde una posición que busca comprender -no justificar, no buscar atenuantes- aunque sea doloroso. El propio narrador evoca desde la distancia sus años de formación, instalado en un horizonte de precariedad que se extiende a toda una generación y es retratado con una lucidez exenta de autocomplacencia.

Esa veta reflexiva, pero apegada a lo concreto, convive con pasajes más ligeros dentro de un marco general realista, interrumpido por la interpolación del relato autónomo que da título a la novela, donde se cuenta el largo "viaje a pie" del joven Bach para estudiar junto a su maestro el organista Buxtehude. Sorprendente en principio, el relato aporta claves sobre la "estructura de la fuga" que sustenta el conjunto y ofrece, entre líneas, algo parecido a una poética narrativa, pues la propia escritura como espacio de liberación o de reconocimiento ocupa un lugar central en la novela. Otros capítulos reproducen El pequeño diario de mi madre, personaje conmovedor en el drama familiar, o un fragmento escrito por un hermano o textos propios antiguos. Dispuestos a retazos, en una secuencia que no sigue un desarrollo lineal, todos ellos forman una unidad de sentido que va más allá de la experiencia propia.

Pardo propone una doble inquisición que aborda a la vez el desmoronamiento de una familia y de las coordenadas que un día parecieron seguras, relacionando los planos individual y colectivo -lo personal es político- de un modo sutil, nada doctrinario. El primero, con la familia como telón de fondo, se resuelve a través de una descarnada radiografía que podría compararse, por su voluntad paradigmática, con la famosa de El desencanto, pero -conviene resaltarlo, porque importa en el plano moral- aquí la exhibición del daño no va acompañada de la atribución a otros de los fracasos o las perplejidades. De hecho el narrador huye de los discursos victimistas, proyecta una mirada irónica e implacable sobre sí mismo y no se permite ni la autocompasión ni el autoengaño. E igual respecto a lo que llaman el compromiso. Renunciando a la denuncia de trazo grueso, Pardo demuestra que hay formas de analizar críticamente la realidad que no pasan por la soflama panfletaria, al tiempo que devuelve la dignidad -falta hace, pero basta de arengas- a una palabra tan manoseada como pueblo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios