Cultura

Emilio Lledó, Premio Nacional de las Letras por su "vía filosófica propia"

  • El filósofo sevillano, gran defensor de la lectura y de la docencia como caminos de libertad, recibe un nuevo reconocimiento por su obra, en la que "el saber antiguo ayuda al saber presente".

El humanista, filósofo y académico de la Lengua Emilio Lledó recibió ayer el Premio Nacional de las Letras, que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, está dotado con 40.000 euros y es el más importante reconocimiento en este ámbito en España tras el Cervantes. El jurado que le concedió el galardón a este sevillano elogió su "dilatada obra, que armoniza la filosofía del Logos, la hermenéutica, el valor estético y ético de la palabra, la defensa de la libertad y reivindica la vocación docente". "Se ve que por la edad me está cayendo algún que otro premio en estos días, por casualidad, porque no los busco", dijo Lledó, casi premonitoriamente, horas antes de que se conociera la feliz noticia.

Fue durante un encuentro con periodistas en la sede de la Asociación de Asociación de Editores de Madrid, a la que acudió para recibir otro premio, el que lleva el nombre de Antonio de Sancha, en reconocimiento a su trayectoria intelectual y a su compromiso con el mundo de la cultura y la literatura. Y el caso es que no se equivocaba el filósofo; o sí, pero sólo un poco, porque los premios no le están llegando sólo por su edad, ni mucho menos por casualidad, sino por todo una vida lúcida y fructífera, que ha recorrido todo el siglo XX, con algunos de sus acontecimientos más crueles y significativos: la Guerra Civil, el hambre y la miseria moral de la posguerra, el franquismo, el exilio o el Berlín del Muro. Experiencias que quizá preparasen más al gran humanista sevillano, nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 2003, para atisbar con mayor claridad esa "vía filosófica propia en la que el saber antiguo ayuda al saber presente" que el jurado también destacó como uno de los grandes logros de su pensamiento.

Nacido en el barrio de Triana en 1927 de padres originarios de Salteras, licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid, Emilio Lledó Íñigo salió en 1953 de España, "un país triste", para estudiar en Heidelberg, donde fue alumno de Hans-Georg Gadamer y en cuya Universidad llegaría luego a ejercer como doctor. "Soy el mismo que con un maletín de cartón se fue a Alemania. Eso me da la felicidad. Me miro en el espejo y no me avergüenzo", recordaba ayer. Después vivió una etapa en Berlín hasta que en 1963 volvió con su mujer a una España que seguía siendo gris, aunque lo hizo "con mucha ilusión". Y volvió para dar clase y dedicarse a la educación, que es uno de los temas que más le ha preocupado, la verdadera obsesión de su vida. Ayer, tras saber que le habían concedido el premio -"este fin de año es terrible: Emilio Lledó, de profesión sus premios", broméo- volvió a recordar la importancia de una buena formación en humanidades. "Es un error garrafal, una desgracia", dijo sobre la progresiva pérdida de peso de estas materias en los planes de enseñanza, aunque él espera que desde el Gobierno "se reconsidere esta cuestión". "Parece como si las humanidades fueran ciencias inútiles, cuando es todo lo contrario: la literatura, la filosofía, el arte y la historia enriquecen la mente", afirmó este pensador convencido de que "la función más importante" de la educación es "crear ciudadanos libres y críticos", así como la de la democracia es "la defensa de lo público".

Lledó agradeció los motivos que expuso el jurado para darle el Nacional de las Letras, pero insistió en que él tan sólo es "un profesor que ha escrito unos cuantos libros y artículos". Aunque lo que sí es cierto es que le "apasiona el mundo de las letras y de la filosofía, de todo lo que tiene que ver con la cultura y con esa palabra que, desgraciadamente, está un poco deteriorada: humanidades". "No soy más que una especie de puntito en esa cadena de cultura en la que me gustaría estar inserto", insistió.

En relación con los tiempos que vivimos, el sevillano subrayó que "lo que es grave es el sinvergüenza que tiene poder", y recordó que uno de los temas "obsesivos" en la filosofía griega es "la decencia". Preguntado por los periodistas sobre si la corrupción es ahora incluso mayor que en la dictadura de Franco, señaló que entonces había esperanza de que las cosas cambiarían y ahora, a veces, la sociedad está "discretamente desesperanzada", lo que le entristece.

Aparte de su periplo alemán, que tanto marcó a Lledó, ha sido también catedrático de instituto en Valladolid y de Filosofía en las universidades de La Laguna (Tenerife) y Central de Barcelona, además de catedrático de Historia de la Filosofía de la UNED. En 1988 fue nombrado fellow del Wissenschaftskolleg (Institute for Advanced Study) de Berlín y en 1990 se le concedió el Premio Alexander von Humboldt de la República Federal Alemana, de la que tiene también la Cruz del Mérito. Es miembro vitalicio del Instituto para Estudios Avanzados de Berlín. En 2004, a propuesta del Gobierno, presidió el Consejo para la Reforma de los medios de comunicación de titularidad del Estado. En la RAE, donde ocupa el sillín ele minúscula, ingresó en 1993.

Entre otras obras, ha publicado Filosofía y lenguaje (1971) y Lenguaje e historia (1978), en las que aborda la filosofía a través de la lengua y la historia; El epicureísmo (1984); El surco del tiempo (1992); Elogio de la infelicidad (2005 o Los libros y la libertad (2013). En España, entre otras distinciones, ha recibido también el Premio Nacional de Ensayo (1992) por El silencio de la escritura; el Internacional Menéndez Pelayo (2004); el Fernando Lázaro Carreter (2007); el María Zambrano (2008) y el José Luis Sampedro (2014).

El jurado que le otorgó ayer el Nacional de las Letras estaba compuesto por Francisco Rodríguez Adrados, Luis Goytisolo, Victor Fernández Freixanes, Xabier Kalzacorta, Margarida Casacuberta, Fanny Rubio, Guillermo Carnero, María Luisa Ciriza, Amelia Valcárcel y Marcos Giralt Torrente.

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