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Cine

El buen salvaje de sangre aristócrata

  • 'La leyenda de Tarzán', dirigida por David Yates, devuelve hoy a regañadientes a la jungla del Congo al "superhéroe" del taparrabos.

Pero lo que se dice que ningunas ganas que tenía Tarzán de volver a la jungla. Él estaba felizmente asentado en Londres como lord Greystoke, lo que por sangre le correspondía antes de caer, siendo bebé, en algún punto indeterminado de África y tener que buscarse la vida con los monos. Pero eso ocurrió hace mucho, en 1912, cuando a Edgar Rice Burroughs se le ocurrió la peripecia. Ahora, casado con Jane y con una criaturita fruto de su amor africano, lord Greystoke no tenía la más mínima intención de volver a sus andanzas juveniles ni a las cabañas de los árboles. No quería ver a un mono ni en pintura. Quizá por esa pereza de regresar a los árboles han pasado más de 30 años desde que el último Tarzán de carne y hueso -los ha habido de dibujitos- asaltara las pantallas con cierto éxito en Greystoke, encarnado entonces por Christopher Lambert y su amada Jane por Andie McDowell. Hubo otra intentona, en 1998, muy tímida y muy tonta, Tarzán y la ciudad perdida, que pasó prácticamente desapercibida.

Pero hoy vuelve el superhéroe del taparrabos a los cines con la vitola de taquillazo y superproducción de la mano de un actor sueco, Alexander Skarsgård, durante mucho tiempo el vampiro de True Blood, y con Margot Robbie como su compañera y culpable de que tenga que volver a saltar de liana en liana. Eso sí, aquí no hay Chitas ni simpáticas mascotas, sino monos bastante ariscos y estampidas y efectos especiales a cascoporro. "Yo no sé cómo lo haría Weissmuller en su día, pero aquí te lo tienes que figurar todo", ha dicho Skarsgård sobre su interpretación en el mundo virtual del África central.

En sus entrevistas promocionales los actores no paran de repetir que este Tarzán es otro Tarzán. Más que nada porque no se trata del buen salvaje que ideara Edgar Rice Burroughs, tan rousseaniano, que se cría en los códigos silvestres (como ya lo hiciera Mowgli en El Libro de la Selva), sino que es ese personaje que ha retomado su sangre aristocrática y acude a regañadientes al Congo como agente comercial parlamentario. Es decir, el director de buena parte de los Harry Potter que en el mundo del celuloide ha habido, David Yates, retoma la historia donde Burroughs dijo hasta aquí hemos llegado en su larguísima serie de folletines. Nuestro héroe, por tanto, es pura civilización, sea lo que sea eso, y se prescinde de la filosofía original por la que, fuera de la civilización, el ser humano crece sin contaminaciones culturales y es puro. Es conveniente ver El niño salvaje, de Truffaut, para explorar un poco más científicamente estos asuntos. Bueno, Tarzán es Tarzán, no nos desviemos.

Desde las primeras adaptaciones de la novela, que se remontan a 1918, de lo que se trataba era de rentabilizar las acrobacias del niño que llegó a ser el rey de los monos.Y, aunque con ésta que hoy llega a las pantallas son 90 las películas de Tarzán, Tarzán siempre será, por encima de todos, Johnny Weismuller, que exprimiría la franquicia con doce apariciones en las que soltaba su célebre alarido, que era la grabación de una soprano puesta del revés, y que cerraría su serie con la descacharrante Tarzán y las sirenas en 1948, cuando su compañera, Maureen O'Sullivan, que había empezado en 1932 como mito erótico y que acabó convertida en una especie de Doris Day de la jungla, ya había jubilado a Jane. Cuando Jane se fue en 1942, Weissmuller se las tuvo que ver con unos nazis que, no se sabe cómo, pasaban por allí. Weissmuller, nacido en Rumanía, fue nadador y waterpolista y acabó montando una compañía de piscinas. Cuenta la leyenda que tras varios derrames cerebrales acabó creyéndose realmente Tarzán e iba por Acapulco, donde murió, lanzando el grito que, en realidad, nunca había lanzado en la pantalla. Su última película data de 1970: Won Ton Ton, el perro que salvó Hollywood. Triste, sí.

Pero si Weissmuller tiene una biografía apasionante, no lo es menos la del siguiente Tarzán, Lex Barker, rico heredero desheredado porque quiso dedicarse a Shakespeare, pero que acabó en la selva dando brincos. Fue el marido florero de Lana Turner, por la que los hombres sufrían desmayos cuando bajaba las escaleras en El cartero siempre llama dos veces con sus shorts blancos. Barker fue un gran cornudo, pero no protestaba porque el amante de su mujer era Stompanato, guardaespaldas de Micky Cohen y de Busgsy Siegel, el fundador de Las Vegas. Otra de sus cinco mujeres sería Tita Cervera, pero nos alejamos de la jungla por meternos en otras junglas. Lo seguro es que Lex Barker fue el primer Tarzán que pisó físicamente África cuando en 1951 rodó La perla de Tarzán y se fue todo el equipo capitaneado por el solvente Byron Haskin a Kenia. La peli tenía su gracia, pero no la prestancia y autenticidad de cartón piedra de los tarzanes de los años 30. De hecho, los Tarzán de Barker no dieron mucho dinero.

No acabemos el repaso a algunos de los veintidós Tarzán sin mencionar a Gordon Scott, que cogería el testigo de Barker. Nacido en Oregon, fue instructor de infantería, bombero y vigilante de la playa. Se estrenó en la jungla con nada menos que Vera Miles, en 1955. Tras seis tarzanes, se pasó a los peplum, que era para lo que daba su musculatura. A éste ni se le pasó por la cabeza lo de William Shakespeare.

Pero ya saben que el Tarzán sueco es otro Tarzán que sigue siendo lo que siempre fue, gran entretenimiento familiar.

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