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Inma Cuesta. Actriz

"En una actuación siempre importa más lo que no se dice: las miradas, los gestos"

  • La protagonista de 'La novia' es una de las favoritas para hacerse esta noche con el Goya a la mejor actriz Su película cuenta con el mayor número de candidaturas, 12

Tras las candidaturas anteriores por La voz dormida y 3 bodas de más, Inma Cuesta vuelve hoy a aspirar al Goya por una de las interpretaciones más rotundas del año, la de La novia, la mujer que se debate entre la razón y la pasión en el triángulo amoroso que describió Federico García Lorca en Bodas de sangre. La adaptación que dirige Paula Ortiz brinda a esta andaluza nacida en Valencia (1980), pero que creció en Arquillos (Jaén) y se formó en Córdoba, la oportunidad de mostrarse en una asombrosa plenitud. La actriz de Primos, Grupo 7 o Blancanieves ha crecido, y cómo: logre o no esta noche el Goya, el futuro es suyo.

-Da la impresión de que La novia es la culminación de un camino, como una suerte de consagración definitiva después de sólidos trabajos como La voz dormida o 3 bodas de más.

-Entiendo lo que dices, porque, además, para mí, esta película cierra un círculo. Cuando yo quería ser actriz, antes de estudiar incluso arte dramático, memorizaba textos de Bodas de sangre y de Yerma, por lo que tengo la impresión de que La novia cierra una etapa de una manera simbólica. Ha sido sin duda el mayor reto de mi carrera, sobre todo por lo que supone afrontar un personaje mítico de nuestra literatura, pero también era un privilegio formar parte de un proyecto que revivía a García Lorca.

-El reto del personaje no era sólo expresar de manera creíble esa palabra apasionada y lírica de Lorca, que ya de por sí es un desafío complejo. Tenía que reflejar en la mirada la confusión, la deriva, de esa mujer consumida por la pasión.

-Yo pienso que es más importante lo que no se dice que lo que se dice, lo que está en las miradas, en los gestos. En la película es muy importante lo que ella no verbaliza. Paula quería contar esta tragedia de amor a través de la mirada de ella, por eso se llama La novia: es el personaje de ella, con su decisión aunque también arrastrada por el destino, quien desencadena el drama.

-Irene Escolar destacaba el otro día en las medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos la gran representación femenina que tenía el cine español este último año. Grandes personajes que incluso llevaban el peso de las historias.

-Y es verdad que este año, casualmente, las capitanas de las películas más nominadas en los Goya son dos mujeres, pero todavía queda mucho por hacer. A mí lo que me encantaría es que no se cuestionara eso, que no se hablara de este año, las mujeres como algo excepcional. Con Paula, por ejemplo, se habla de mirada femenina, pero es la visión de una directora con una inteligencia y un talento brutales independientemente de su género.

-Hay directores hombres, de hecho, que pueden tener una sensibilidad más cercana que Paula Ortiz a lo que se entiende como mirada femenina.

-Por supuesto. Mira a Benito Zambrano, o a Almodóvar: cuentan historias de mujeres, ese interés no depende del género.

-Hay que tener agallas para sacar adelante un rodaje como el de La novia, que no fue precisamente fácil.

-Tuvimos alerta roja por vientos de no sé cuántos kilómetros por hora, el cierzo [viento del noroeste] que es una locura, ataques de hormigas voladoras... Nos encontramos con bichitos de todo tipo porque rodamos en localizaciones medio derruidas, pero todas esas señales, que como dice Paula era la tierra que se manifestaba, todo eso que dificultaba el rodaje, ayudó a contar, contribuyó a la historia. Ese viento que casi nos tumbaba refleja muy bien el infierno que padecen los personajes.

-Otra pieza importante del puzle fue el sevillano Migue Amoedo, el director de fotografía. Su trabajo es impresionante.

-Es un artista. Me encantaría que por fin se le reconozca y que se oiga su nombre, porque yo creo que va a ser uno de los grandes. A veces se olvida que detrás de los actores, que somos la cara visible, hay un grupo de personas, un equipo, que hace que todo esté afinado; que si yo estoy en una secuencia intentando transmitir emoción y Migue no ilumina bien mi mirada eso no va a lucir igual de bonito. Por eso es importante resaltar el trabajo de todo el mundo.

-Aunque en su categoría compiten grandes como Penélope Cruz o Juliette Binoche, la pelea parece estar entre Natalia de Molina y usted. Y en los premios previos a los Goya se ha visto una sintonía estupenda entre ambas.

-A mí no me gusta que se hable de rivales, no concibo la profesión así. He visto lo que han hecho mis compañeras en las nominaciones y son trabajos emocionantes, desgarradores. Y además no estamos todas las que somos, este año hay interpretaciones muy buenas y no todas podemos estar ahí. Por eso la candidatura es un regalo y debemos disfrutarlo.

-Ha dicho que tenía muy interiorizados los diálogos de Bodas de sangre por su admiración por García Lorca. ¿Qué otros autores que le gusten querría llevar a la pantalla?

-Es curioso, porque yo tenía ese sueño con Lorca, si me preguntaban por un personaje que quería hacer, yo hablaba de Adela, de La casa de Bernarda Alba. Es un autor que me llega de una forma muy profunda. Y me da la impresión de que en otros países cuidan muy bien a sus clásicos, a sus escritores, que los reinterpretan, y que aquí falla eso: sería bueno hacer memoria, traer grandes obras, clásicos, de nuestra literatura.

-Cuando estuvo en el SEFF reconoció que los actores dependen del azar y de los proyectos que les llegan, pero usted ha tenido suerte: ha podido demostrar tanto sus dotes para la comedia como para el drama.

-Yo intento no distinguir de géneros. Yo cuento historias, más allá de que una se plantee para hacer reír y otra para emocionar. Abordo los personajes desde la verdad y desde la honestidad. Lo que no quita que esté encantada con que me ofrezcan personajes tan distintos, porque esa variedad te enriquece mucho como intérprete.

-En abril se estrenará Julieta, la nueva cinta de Almodóvar, en la que participa.

-Lo he disfrutado muchísimo. Ha sido un regalo trabajar con él, porque se aprenden muchísimas cosas. Y me encanta su sentido del humor. Formar parte de la cinematografía de un genio, que pasará a la historia como uno de los grandes directores a nivel mundial... no hay palabras para describir eso.

-También tiene pendiente de estreno Koblic, de Sebastián Borensztein, que protagoniza junto a Ricardo Darín y en la que se ha enfrentado al acento argentino.

-A ver qué dicen los expertos [ríe]. A mí me gusta imitar acentos, pero, claro, una historia es hacerlo así en plan de broma y otra interpretando un personaje. Para mí fue toda una experiencia porque era la primera vez que rodaba fuera, y estrenarme junto a Ricardo Darín fue maravilloso. Es uno de los compañeros más divertidos y especiales que he tenido en una película.

-Los dos pueden reencontrarse hoy con el Goya en la mano.

-Ojalá. Sería un final muy bonito.

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