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Carnaval

"Si es que esto es mi vida, son cincuenta años ahí"

  • Antonio Rico Segura, por siempre Pedro el de los Majaras, vive con emoción el estreno de su comparsa en el Falla, sin él sobre las tablas por primera vez en medio siglo

Hoy Pedro vuelve a ser Antonio. O no, porque aunque esta noche no vista el tipo de la que es su comparsa desde hace cincuenta años Antonio siempre será Pedro. Pedro el de los Majaras, como se le conoce desde hace tantos años, el santo y seña de una comparsa de El Puerto que sintió su ausencia sobre las tablas por primera vez en medio siglo. 

Pero la salud manda y Pedro se resigna a su nueva vida al otro lado del escenario. Sin embargo, vive con ellos los últimos minutos antes de salir a escena, como también compartió los últimos cuatro meses de ensayo. Hasta su tipo "igual que el de ellos" tiene preparado, para cuando les acompañe en la calle. En camerinos ordena, corrige, se sienta, se levanta. Saluda a amigos que han venido a visitarle, como Manolo Santander, Fernandi o Carli Brihuega. Y confiesa que está "muy nervioso" a la espera de ver "a mis niños" sobre las tablas.

Cómo no, también recibe las muestras de cariño de su autor, Antonio Rivas, y del grupo, con Ramoni a la cabeza. "Esta es su casa", dice Rivas, que cuenta con la tranquilidad de "verlo a él todos los días en el ensayo y de tener aquí a sus dos hijos. Si hoy no tenemos un Rico, tenemos otros dos en el escenario". Por su parte Ramoni, que recibe el testigo de Pedro como director de la agrupación, considera una suerte que "decidieran darme los mandos de esta aventura" y permitirle dirigir a un grupo que "sin menospreciar, creo que es el mejor de todos".

Llega la hora de 'Llámame Jesús'. La comparsa recibe el aviso y se encamina al escenario. Sus caminos se dividen y Pedro se dirige al palco de los Antifaces -el "palco jurásico", como él le llama- para ver a su comparsa desde la distancia. Siguen las muestras de cariño por el camino de amigos y desconocidos que se acercan a saludarle. Llegamos al palco y aún sigue el cuarteto, y vaya cuarteto. "Hace falta un respeto para venir aquí", comenta. 

Aprietan los nervios. "Si es que esto es mi vida, son cincuenta años ahí, desde el 62", afirma mirando al escenario, mientras el Falla se calienta a la espera de uno de los platos fuertes de la noche. Se presenta en sala la comparsa y clava los ojos en el escenario. "Ya verás, no se puede hacer mejor", me dice. Con los ojos rojos de la emoción repasa cada letra, paladea cada copla. No se le va una. Se le escapa un "¡Ole joé!" al concluir la presentación. "Tengo la boca seca como si estuviera cantando", le comenta a Fernandi, sentado justo detrás suyo en el palco. 

Termina la actuación con todo el teatro en pie y Pedro no iba a ser menos. Se deja las manos aplaudiendo a sus niños, que lo han bordado. "Esto es impresionante, estoy emocionadísimo, no se puede hacer más bonito, la gente se ha quedado extasiada". Además, destaca el "respeto del Falla", que aguardaba con silencio sepulcral el arranque de cada copla. "Aquí el silencio es más grande que el aplauso", explica. 

Se para con todos los que vienen a felicitarle, a saludarle, mientras el patio de butacas se queda vacío, que llega el descanso. Y corre a la parte trasera del teatro para reunirse con su grupo, para vivir con ellos la emoción de levantar al público del Falla una noche más. Una noche diferente para él, que sigue y seguirá siendo el mismo aunque ya no suba a las tablas. No es Antonio. Es Pedro. El Majara. 

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