Cádiz CF

Cuando el balón es un problema

  • Los amarillos se bloquean si tienen que llevar la iniciativa y nunca marcan después del rival

La primera derrota del Cádiz en el estadio Ramón de Carranza desde su regreso a Segunda División A -conocida ahora como LaLiga 1|2|3- siembra las primeras dudas sobre la capacidad del equipo para afrontar el largo recorrido hasta alcanzar el objetivo de la permanencia. Hay preocupación por las limitaciones de los gaditanos, atenazados a la más mínima y peleados con el balón, el objeto de deseo de todo equipo menos para el amarillo. Si no consigue jugar a la contra, sufre lo indecible ante al falta de criterio cuando no le queda otra que llevar la iniciativa. Si no hay contraataque y el balón quema, llegan los problemas. El equipo se vuelve previsible, la imaginación brilla por su ausencia y el atasco es inevitable. La consecuencia es la derrota si además brotan los errores defensivos.

Las siete jornadas iniciales del campeonato de Liga son el claro reflejo de la complicada misión de la salvación en una categoría dominada por la igualdad. Hay muchos favoritos para el ascenso y a priori ningún candidato al descenso. Todos ofrecen argumentos para agarrarse al asidero de la categoría de plata. El Cádiz tiene que hilar muy fino para no verse arrastrado por una corriente negativa que le coloque de nuevo al borde del abismo de la Segunda B. El conjunto entrenado por Álvaro Cervera ha perdido 13 de los 21 puntos disputados. El balance es de dos victorias (ante Getafe y Numancia), otros tantos empates (contra Almería y Mallorca) y tres varapalos (frente a Mirandés. Reus y Real Oviedo). Abunda más el sufrimiento que la alegría. Sólo ha sumado ocho puntos y las sensaciones que deja en los últimos partidos no son demasiado buenas después de un esperanzador comienzo de temporada.

El encuentro frente al cuadro carbayón fue el primero que mereció perder de verdad. Fue inferior de principio a fin y chocó contra un muro infranqueable construido por un rival que sin necesidad de hacer nada del otro mundo se llevó el tesoro de los tres puntos. En Miranda cayó arrastrado por el árbitro Ais Reig y en Reus nunca debió perder un partido que parecía abocado al cero a cero hasta el gol del equipo catalán en el tramo final en otro despiste atrás.

Contra los hombres de Fernando Hierro la historia fue bien distinta. La derrota ante el Oviedo es la más grave de las tres no sólo por haber sido en casa, sino por las carencias que salieron a relucir. Fue más grave el cómo que el qué. El fortín del Carranza saltó por los aires y lo peor es que los adversarios ya empiezan a tomarle la medida a un Cádiz que no tiene un plan B. Los asturianos le dieron el balón a los andaluces conocedores de sus enormes lagunas en la creación. Acertaron de lleno. Los hombres de Cervera, acostumbrados a jugar a la contra sin tener que llevar el peso de los partidos, hicieron toda una demostración de incapacidad con el esférico en su poder. No supieron llevar la iniciativa, no supieron qué hacer con la pelota y se estrellaron contra su propia ineficacia y contra un adversario ordenado que sólo tuvo que dejarse llevar y aprovechar un par de regalos defensivos para embolsarse los tres puntos que le dieron la vida. Quién sabe si Fernando Hierro salvó su cabeza en el Carranza.

El Cádiz vendió muy barata su derrota empujado por su impotencia con la posesión del balón. No hubo conexión en el centro del campo ni desde la media con la zona de ataque. Abundó el pelotazo largo que siempre se estrelló con. Las ocasiones no aparecieron y las pocas que fue capaz de fabricar no las supo exprimir, al contrario que un contendiente mucho más enchufado y con las ideas más claras.

Una de las losas que pesan sobre el Cádiz en los primeros coletazos del curso es su nula respuesta a los goles en contra. Los amarillos nunca logran marcar después de recibir tantos. Si aciertan en la portería contraria es cuando el rival está cero, nunca después. El Almería hizo el tanto del empate y no hubo respuesta -en realidad marcó Álvaro García pero en una acción invalidada por fuera de juego-. Ante el Mallorca pasó lo mismo. En Miranda, el cuadro burgalés levantó un 0-2 -tras la injusta expulsión de Gorka Santamaría- y el Cádiz no reaccionó, como tampoco lo hizo tras la diana del Reus que le costó una derrota inesperada. Los amarillos sólo ganan hasta la fecha cuando no reciben un tanto (3-0 al Getafe y 1-0 al Numancia).

La falta de puntería apunta a ser un problema que el Cádiz debe atajar cuanto antes. Un solo gol -el de Garrido en la prolongación ante el conjunto soriano- en los últimos tres partidos es una cifra tan pobre que los puntos se escapan. No hay alternativa cuando Ortuño no las enchufa. Él acumula cinco de los ochos goles del equipo. El murciano es el único delantero de la plantilla que ha marcado en la Liga. El número de oportunidades desciende también en las citas pasadas más recientes. Muy pocas ante Reus y Oviedo, aunque sí llegaron en la segunda parte del duelo contra el Numancia con escasa puntería.

Llama la atención además que la base del equipo sigue siendo la que militó la pasada campaña en la categoría de bronce. El pasado domingo salieron en el once seis jugadores que estaban el curso anterior en Segunda B: Alberto Cifuentes, Aridane, Servando, Garrido, Salvi, Álvaro García y Abel Gómez. Habría que añadir a Garrido, que jugó la primera parte de la temporada hasta que fue cedido al Racing de Ferrol. En el banquillo había más jugadores fichados para el actual ejercicio en Segunda A de los que formaron parte de la alineación. Fueron suplentes Jesús Fernández, Sankaré, Rubén Cruz, Nico Hidalgo, Aitor y Abdullah. En el aire queda la duda de si el francés no participó un solo minuto como castigo a su pelea con Álvaro García. De los nuevos, sólo fueron titulares Carpio, Brian, Eddy Silvestre y Ortuño.

Una de las notas negativas de la derrota contra el Oviedo llegó desde la zona trasera. La defensa no estuvo nada fina, se mostró insegura y dio facilidades a un rival que no perdonó. Los partidos se deciden en las áreas y el Cádiz no dio con la tecla en ninguna de las dos. El revés supuso una enorme decepción para una afición que acudió ilusionada al Ramón de Carranza y se marchó desencantada no sólo por la derrota, sino por la manera en que se produjo. Las sensaciones fueron muy negativas y la única manera de curar la herida es puntuar en Vallecas ante uno de los teóricos aspirantes al ascenso a Primera División. Perder en casa obliga a reaccionar fuera. Las alarmas, si no se han encendido ya, están a punto de hacerlo. Una derrota el próximo domingo frente al Rayo en la capital de España dejaría al Cádiz en la parte baja de la tabla y aumentaría las dudas de cara al futuro. No hay enemigo pequeño. Así de duro es el trayecto por una Segunda larga y de máxima exigencia en cada encuentro.

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