Cádiz CF

El Boti, un cadista eterno

  • Antonio Romero mantuvo su fidelidad a los colores amarillo y azul hasta los últimos días de su vida y ahora alienta desde el cielo al equipo de sus amores

Le conocían de manera cariñosa como El Boti de Cádiz por sus muchos años como empleado en la farmacia de Puntales. Antonio Romero del Valle se fue al cielo hace unas semanas y desde allí, con otros tantos cadistas que también se marcharon en su momento, sigue animando al equipo de su corazón, al que alentó hasta el final de sus días porque el cadismo corría por sus venas.

Una de las pasiones de El Boti a lo largo de su vida fue el Cádiz Club de Fútbol, cualquiera que fuese la división en la que militase el conjunto amarillo y allá donde le tocase jugar. Si no podía ver el partido de turno, siempre estaba pendiente de cómo iba su Cádiz. Se fue un cadista de pro amante de su equipo y de su tierra.

El Boti pasó toda su vida profesional repartiendo sonrisas desde el mostrador de la farmacia. Su sencillez y trato exquisito a la clientela le hizo granjearse el afecto de todo aquel que entrase en el establecimiento. Buena persona por encima de todo, además de su amor por su familia, su esposa y sus dos hijos, fue siempre fiel a los colores amarillo y azul del Cádiz que tanto quería. Le salía de dentro.

Socio incondicional, pocas veces se perdía un partido del equipo de sus amores pese a los giros que dio la vida. El Boti se fue a vivir a Madrid con su hija, la cantante gaditana Mariela Romero. Su avanzada edad y la distancia entre la capital de España y Cádiz no supuso un obstáculo para él. Todo lo contrario. Se convirtió en un estímulo para volver a su tierra y acudir al estadio Ramón de Carranza a ver a su equipo. No le importaba si tenía que coger un autobús desde Madrid porque lo que le esperaba en Cádiz recompensaba tantos kilómetros de viaje de ida y vuelta. Daba igual si el Cádiz ganaba, empataba o perdía. Ahí estaba siempre Antonio con su equipo, con su gente, con su Cádiz, en su ciudad, la que siempre llevaba en su cabeza y en su corazón.

Persona muy querida por su bonhomía, su fidelidad a unos colores, su amor por su ciudad y su equipo... El Boti recibió homenajes en vida por ser cómo era. Muy querido allá donde iba, en la peña Paco Herrera se sentía como en casa. Un hombre pegado a sus raíces pese a que vivió sus últimos años alejado de la ciudad y el equipo que tanto amaba.

El paso del tiempo minó su salud pero no su cadismo, inquebrantable hasta el final. En los últimos meses le costaba andar pero aún así no se perdió la visita del Cádiz al San Roque de Lepe a mediados del pasado mes de marzo. Vivía en el municipio onubense con su hija y allí estuvo en el estadio Ciudad de Lepe aunque sus piernas ya le fallaban. Se llevó una alegría porque el Cádiz ganó (1-3) pero sobre todo porque pudo ver a su equipo. Ya casi no podía, pero se superó a sí mismo para estar donde quería estar aquel día. Un ejemplo de cadismo del que merece la pena tomar buena nota. El Cádiz nunca puede ni debe rendirse por más difícil que lo tenga. El Boti, con su afán de superación, marca el camino desde su nuevo destino.

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