Cádiz CF

Irregularidad y hundimiento

  • La falta de constancia a lo largo del curso y el desplome en las seis últimas jornadas condenan a los gaditanos a la posición más incómoda en la batalla por el ascenso

Pase lo que pase en las dos jornadas pendientes de tachar en el calendario, el Cádiz cerrará el campeonato de Liga en una cuarta posición que se queda corta para las aspiraciones de un club que, con el presupuesto más elevado de Segunda División B, no cumplió las expectativas de pelear por el liderato y se tiene que conformar con el mal menor de la última posición que da derecho a disponer de una plaza en la codiciada fase de ascenso. Lo bueno es que, pese su errático recorrido, ahora depende de sí mismo para lograr el retorno a la categoría de plata en una misión que se presenta difícil pero no imposible. Debe superar tres eliminatorias a vida o muerte, algo que nunca ha conseguido desde la implantación del actual modelo de play-off. La cuestión es si está capacitado para aprobar los duros exámenes finales después de no haber sacado buenas notas durante el curso.

Dos factores adquieren el rol de relevantes a la hora de determinar la trayectoria del Cádiz en la Liga: la irregularidad a lo largo de todo el torneo y el hundimiento en las últimas seis jornadas, a la postre definitivo para no poder caminar más allá del cuarto puesto. El naufragio en el tramo final le hace perder el puesto que más veces ha habitado. Fue tercero en 18 jornadas pero no pudo mantenerse en ese peldaño y bajó al cuarto, en el que habrá completado 12 episodios cuando se cubra toda la competición. El equipo amarillo no firmó una buena hoja de servicios pero estuvo metido en posiciones de fase de ascenso un total de 33 jornadas (incluidas las dos que restan). Desde la novena jornada nunca se movió de la zona noble.

La falta de constancia fue un lastre de principio a fin hasta el extremo de que el equipo amarillo nunca llegó a ocupar el trono ni una sola jornada. Como mucho llegó a ser segundo en los capítulos séptimo, 11º y 21º.

El conjunto entrenado entonces por Claudio Barragán comenzó el curso con victorias caseras (ante Cartagena, Algeciras y Villanovense y empates a domicilio (frente a Recreativo de Huelva, Granada B, Marbella y La Hoya Lorca) que le llevaron a aplicar la conocida como media inglesa (triunfo más igualada suponen cuatro puntos, un promedio de dos por semana) truncada por la primera derrota en casa frente al Real Murcia. El Cádiz reaccionó con su estreno de victorias fuera (ante Melilla y Linares) pero empezó a desinflarse en su feudo (tablas contra San Roque de Lepe y Betis B). La irregularidad ya era un hecho irrefutable que le impedía luchar por alcanzar la cima. Cada triunfo (ante Balona, Almería B, Jumilla) estaba acompañado después por un empate (Sevilla Atlético, Mérida) o un revés (UCAM Murcia). El Cádiz no fue capaz de enlazar éxitos consecutivos hasta el último partido de la primera vuelta (ante el Real Jaén) y el comienzo de la segunda (contra Recreativo de Huelva y Cartagena), en plena transición entre los siete jugadores descartados en el mercado de invierno (Kike Márquez, Josete, Tomás, Cristian Márquez. Garrido, Hugo y Wilson Cuero) y otros tantos que llegaron (David Sánchez, Migue, Jandro, Xavi Carmona, Carlos Calvo, Despotovic y Nana). Parecía que el equipo iba a dar un paso al frente, pero dos derrotas seguidas (ante Granada B y Algeciras) devolvió a la cruda realidad a un equipo que, tras un triunfo (ante el Marbella) y dos empates (Villanovense y La Hoya Lorca) con Claudio ya cuestionado, reaccionó con un póquer de victorias (en el campo del entonces líder Real Murcia, ante Melilla, San Roque de Lepe y Linares) que abrieron de par en par las puertas de la esperanza en la batalla por el liderato. Parecía que por fin el Cádiz encontraba la regularidad que había buscado durante tanto tiempo hasta que, de manera inexplicable, entró en una profunda depresión de la que aún trata de salir. Cuando tenía un calendario a priori favorable para pelear desde el tercer puesto por asaltar el primero, se metió en un laberinto del que no sabe escapar en las seis jornadas más recientes. Dos puntos de los últimos 18, fruto de cuatro varapalos, a cual más doloroso, y unas sensaciones muy negativas (ante Betis B, Balona, Almería B y Mérida) y un par de igualadas (frente a Sevilla Atlético y Jumilla), ya con Claudio destituido tras la debacle ante el colista y Álvaro Cervera como nuevo técnico, dejaron al equipo gaditano sin la más mínima posibilidad de pujar por los puestos más altos y se quedó clavado en el cuarto peldaño gracias a que no hubo un solo perseguidor que apretase de verdad.

Los números reflejan que la segunda vuelta del Cádiz, aún por terminar, fue peor que la primera a pesar de los siete cambios contabilizados en la plantilla. Los amarillos acabaron la 19ª jornada con 35 puntos y en la segunda vuelta acumulan 25. Si ganan los dos partidos que restan, como máximo podrán llegar a 31 puntos, cuatro menos de los que sumó en la rueda inicial de la Liga. El Cádiz llevaba tres más puntos en las once primeras jornadas de la segunda vuelta (23) que en las del arranque del torneo (20), pero en las seis siguientes sólo se embolsó dos míseros puntos, por los 12 que acumuló en ese mismo periodo de la primera vuelta.

El empeoramiento del Cádiz obedece en buena parte a su decaimiento en tareas defensivas. En toda la primera vuelta recibió 11 goles (0,5 por partido) y en 17 jornadas de la segunda vuelta le marcaron 18 tantos (un por encuentro). En el balance de goles a favor sí mantiene una línea similar. Hizo 27 dianas en la primera vuelta y lleva 25 en la segunda con dos envites por delante.

El batacazo de los amarillos queda al descubierto con la más mínima comparación. Al cierre de la primera vuelta, el Cádiz estaba tres puntos por debajo del UCAM Murcia y ahora se encuentra a 11; pesaba una desventaja de ocho puntos respecto al Real Murcia y ahora está a ocho pese a la caída libre de los pimentoneros; y tenía un solo punto menos que el Sevilla Atlético y ahora está a siete.

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