Cádiz-cacereño

El grisáceo color rosa (2-1)

  • El colista mete el miedo en el cuerpo con un chutazo desde 50 metros que hace temblar a un espeso equipo gaditano que no se aclara y amarra los puntos con un gol postrero de Migue García

De la oscuridad a la luz en un pis pas. El Cádiz estaba a punto de meterse en un peligroso túnel cuando dos de los jugadores que habían salido del banquillo, Jona y Migue García, se inventaron una acción magistral a falta de seis minutos para el 90 que desnivelaba la balanza a favor de un conjunto local que había deambulado sin rumbo durante toda la segunda parte hasta llegar a desesperar a la grada. Pero un chispazo de calidad dejaba la victoria en casa para un cuadro gaditano que necesitaba los tres puntos casi más que el oxígeno para coger aire y dar un impulso en la clasificación. La semana terminaba en clave positiva tras el pase en la Copa y el triunfo ante un inofensivo Cacereño, aunque las sensaciones no terminan de ser buenas hasta el punto de crispar a una exigente afición.

De la catástrofe que hubiera supuesto un empate frente al colista se pasaba a un triunfo agónico que además mete de lleno al inquilino del estadio Carranza en la puerta de entrada de la zona noble de la tabla. Los amarillos, ayer de rosa para apoyar la causa de lucha contra el cáncer de mama, ofrecieron una buena primera parte en la que merecieron cobrar ventaja, pero de manera inexplicable desaparecieron en la reanudación hasta la milagrosa aparición de Jona y Migue García en la recta final del choque.

En la primera parte apareció el Cádiz de la Copa, con frescura, con ganas de comerse el mundo, de no dar tregua al rival. Pero poco a poco se transformó en el Cádiz de la Liga, el que se traba en el juego, el que no acierta un pase, el que se atasca ante una defensa cerrada, el que se deja llevar por los nervios

Calderón apostaba por Kike Márquez en la banda izquierda del ataque y por Fran Machado de mediapunta, con Mantecón de pivote defensivo en lugar del sancionado Garrido, además del anunciado Kike López en el lateral derecho por el lesionado Óscar Rubio.

Salía a por todas un Cádiz que sacaba cuatro córner en apenas dos minutos. Del tercer saque de esquina brotaba una doble oportunidad que no acababa en gol de milagro, primero con un disparo de Kike Márquez a la cruceta y después con Juan Villar solo a medio metro de la puerta vacía aunque Salva se adelantaba por un pelo para evitar un tanto que ya se cantaba en la grada.

Los rosáceos querían extender las energía positivas de la Copa a la Liga y buscaban un gol tempranero que, sin embargo, sí lograba el Cacereño de la manera más inesperada. Corría el minuto 15 cuando Plata marcaba un gol de oro. El delantero recibía el balón en un lateral de su propio campo y tal y como le llagaba disparaba desde algo más de 50 metros por alto para superar a un adelantado Aulestia que, en el semicírculo del área, asistía como un espectador más a un auténtico golazo. La sabia afición cadista aplaudía al unísono un tanto de bellísima factura que a buen seguro paseará por los programas deportivos de televisión de los canales nacionales.

El Cádiz ponía el juego y las ocasiones, pero el marcador favorecía contra todo pronóstico al colista, que sacaba petróleo de la nada. Los locales se revolvían contra el maldito destino y se volcaban en ataque con más ahínco si cabe. Juan Villar cabeceaba al poste (minuto 18) un preciso centro de Kike López poco antes de que Airam Cabrera rematara flojo frente a Nucho. No merecían los gaditanos ir por debajo, pero la justicia en el fútbol se escriben con goles. Mantecón no atinaba con el derechazo desde la frontal del área que se iba alto y un minuto después (en el 27) a punto estaban los visitantes de hacer el 0-2 tras un grave error de Kike López, que no acertaba a despejar dentro del área y dejaba solo Piojo, que fusilaba desde un lado pero se topaba con un inspirado Aulestia, colocado para repeler a tiempo y evitar una situación dramática.

Dos tiros a los palos, un sinfín de saques de esquina y el dominio del esférico, pero nada de eso bastaba para marcar. Los jugadores vestidos de rosa empezaban a ponerse nerviosos, a perder más balones de la cuenta, hasta que a cuatro minutos para el descanso llegaba la igualada. Un nuevo saque de esquina derivaba en un penalti decretado por el árbitro por un supuesto agarrón. El calificativo de dudoso encaja con una acción poco clara en un momento clave. Airam Cabrera no fallaba desde los 11 metros y daba aire  a un Cádiz que enmendaba a medias el resultado justo antes del intermedio, con toda la segunda parte para culminar la remontada y poner las cosas en su sitio.

El segundo y definitivo acto arrancaba sin ritmo, con unos jugadores estáticos, sin ideas, sin hacer sufrir a la endeble defensa extremeña, que por momentos parecía un muro infranqueable. No salía nada y, lo peor, el balón apenas entraba en el área contraria. El equipo presentaba síntomas preocupantes, atenazado por las nervios, golpeado por las imprecisiones, cegado por la nadería.

Calderón estaba obligado a tirar del banquillo con movimientos en busca la reacción. Daba entrada a Jona y Navarrete por Juan Villar y Kike López. No abría la lata el Cádiz y el técnico recurría a Migue García en lugar de Kike Márquez. El reloj corría más rápido que nunca. El tiempo pasaba sin que nada ocurriera en una segunda mitad sin pies ni cabeza. Los locales no daban señales de vida y la única ocasión en media hora acababa en gol anulado a Airam Cabrera tras haber salido el balón por la línea de fondo antes del centro de Migue García.

La segunda parte pasaba volando sin apenas ocasiones, con un Cádiz hundido de manera extraña tras una buena primera mitad. De hecho, era el Cacereño el que más cerca veía el gol con un disparo lejano de Piojo que se marchaba junto a un poste. La afición perdía la paciencia y mostraba su desaprobación porque no le gustaba nada lo que estaba viendo. Con un ambiente enrarecido y el empate enquistado, entre Jona y Migue García fabricaban el gol del triunfo en el minuto 84 en una jugada maestra. El hispano-hondureño se inventaba un magnífico pase diagonal en profundidad al jiennense, quien dentro del área definía con un zurdazo por alto que con el superaba al portero visitante.

De manera agónica, con un sufrimiento inimaginable antes del partido, el Cádiz se ponía por delante y en los minutos postreros, con espacios a la contra, estaba cerca de engordar el resultado. Al final, victoria, que es lo importante, pero crispación en la grada por la mala imagen.

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