Oficios de siempre Tabernero

Cincuenta años con vinos finos

  • José Terrero Vargas regenta desde 1959 la taberna La Sorpresa, en la calle Arbolí · Su mayor afición es el Cádiz C.F., del que actualmente es el socio número nueve

José Terrero Vargas se ha convertido en uno de los vecinos más antiguos de la calle Arbolí, donde desde el uno de abril de 1959 regenta la taberna La Sorpresa, especializada en vinos finos de las chiclaneras Bodegas Vélez, y a sus 77 años asegura que va a seguir al frente de la misma mientras que el cuerpo aguante, porque dice que no sabe qué va a hacer en la calle.

Nació en el barrio de la Viña, la calle Consolación, hoy Cristo de la Misericordia, y cuando tenía 26 años y trabajaba en el bar Vista Alegre, en la calle Libertad, un antiguo compañero de trabajo que enviudó y decidió irse a América le ofreció quedarse con La Sorpresa, se buscó un fiador y ahí sigue.

En aquellos comienzos recuerda que colaboraron desinteresadamente con él sus hermanos y que también tuvo como empleado a Rafael Gómez Morales, que contó con su máxima confianza.

Ocho años más tarde se casó con Isabel García de la Flor, con la que ha tenido dos hijos, José e Isabel, que no han seguido el oficio paterno, que él dice que mantiene gracias a la fidelidad de su clientela, la mayoría de edad avanzada, porque reconoce que los jóvenes prefieren otro tipo de bebidas alcohólicas.

Sigue abriendo todos los días del año, si bien siempre ha mantenido a rajatabla el horario de cierre, tanto de tarde como de noche, y librar las tardes de los sábados y los domingos, con una sola excepción, tampoco abre cuando el Cádiz juega en Carranza, para eso es socio de la entidad desde la temporada 1955/56, además de abonado y accionista, con el número 1.547. Actualmente ocupa el puesto número nueve en la relación de socios de la entidad cadista.

Durante 50 años ha protagonizado y vivido todo tipo de anécdotas en su taberna, entre las que cita aquella tarde de Trofeo Carranza en la década de los 70 en la que con un grupo de amigos decidieron ir al local por vino para llevárselo al estadio. Con las prisas dejaron encerrado a uno de sus acompañantes, un tal Quintana, que paso allí toda la noche y que al abrir al día siguiente se encontró esperándolo y con el bar en perfecto estado de revista.

Se confiesa también un buen aficionado al Carnaval y presume de que entre sus clientes han estado desde Paco Alba a Guido Torres, pasando por Antonio Torres.

De este último recuerda que en el año 1962 decidió cerrar la tienda para ver en el Falla la actuación de su comparsa 'Los mayorales', que ensayaba en el cercano colegio que llevaba el nombre de la calle y hoy es el Conservatorio de Danza. Pero las prisas y los nervios le provocaron un síncope y tuvo que ser atendido por la Cruz Roja en el propio teatro, aconsejándole que se tomara un coñac para entonarse y se fuera a su casa. Se tomó la copa y volvió al Falla.

Tampoco se le olvida cuando un domingo de Carnaval, entonces Fiestas Típicas, en 1967, la comparsa isleña 'Los chansoniers', dirigida por 'El Requeté', cortó la calle Arbolí para cantar todo el repertorio frente al bar, incluyendo su coreográfico popurrí.

En el salón de la taberna han ensayando y lo siguen haciendo la Murga del XXI y la antología de Paco Alba, en la que ahora los hijos de Jesús Monzón y Carlos Brihuega ocupan el lugar de sus padres.

Menos agradable fue la que protagonizaron unos jóvenes que un sábado de Carnaval aprovecharon la bulla para llevarse unas botellas de vino sin pagarla. Pero el destino quiso que olvidaran una cámara fotográfica por la que regresaron, lo que le sirvió a José Terrero para indicarles que le pagaran antes lo sustraído si querían recuperarla.

La Semana Santa también está presente en su anecdotario personal. En los años que las procesiones pasaban por la calle Compañía, la cofradía de la Oración en el Huerto le entregó un vale a cada cargador para canjearlo por una consumición en La Sorpresa, lo que hicieron los del paso de misterio y luego los de la Virgen, pero a estos se unió la banda de la Guardia Civil que acompañaba el paso de palio, y a los músicos les pidió el dinero por adelantado, ya que por el uniforme temía confundirlos a la hora de cobrar.

Cita igualmente que en los primeros años de la televisión puso una en el salón para que sus clientes vieran los partidos de fútbol, pero una vez que terminaba el encuentro y se repetían las jugadas lo apagaba para favorecer las tertulias y a su vez las consumiciones.

Afirma que siempre ha procurado mantener unos precios ajustados, desde el Reguera al moscatel, pasando por la cerveza, que antes era Cruzblanca y ahora es Cruzcampo, y también la fidelidad al Diario de Cádiz, al que está suscrito desde hace 40 años. Está dispuesto a seguir vendiendo vino bueno y barato, manteniendo sus viejos barriles, y deja consumir comida de fuera, en la que puede ser la taberna de Cádiz que lleva más tiempos en las mismas manos. Cuando se le pide que cobre afirma: "Haremos el sacrificio".

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