Un año después de que el Ayuntamiento de la capital decidiera aplicar a rajatabla la llamada ley antibotellón, que prohíbe las concentraciones de personas para beber alcohol en vías no autorizadas de la ciudad, el botellódromo de La Punta de San Felipe, único lugar en el que se permiten estas concentraciones, sigue presentando un aspecto de evidente degradación por culpa de la suciedad, las pintadas y el mal estado del mobiliario urbano. Pese a estar finalizadas las obras desde hace varios meses, aún no se han abierto los servicios instalados en la zona ni las dos barras de bar, que se encuentran actualmente en proceso de adjudicación. Tampoco se han colocado los escenarios anunciados.

El lugar destinado a botellódromo en Cádiz, ubicado en la parte superior de los bares de La Punta de San Felipe, ya sufrió daños vandálicos en agosto del pasado año, apenas unas semanas después de que se colocaran unas pantallas de cristal para separar el paseo del lienzo de la muralla y proteger en cierta medida a los jóvenes que se reúnen allí. En ese verano se rompieron algunos de los cristales y se empezaron a efectuar pintadas. El aspecto actual no es muy distinto: las cristaleras están repuestas, pues sólo una presenta un pequeño impacto y una fractura en su parte posterior, pero las pintadas se han extendido a lo largo de prácticamente todas las mamparas.

La suciedad es también manifiesta. No hay papeleras, aunque los días de movida se colocan bidones para recoger la basura, y la mugre se reparte adecuadamente por el suelo, los rincones y los bancos, pese a que, como afirman los hosteleros, se baldea el lugar cada semana. Las columnas metálicas mantienen intactas su dosis de óxido, mientras que en las otras columnas son varias las placas de su revestimiento que se han caído.

El lugar en el que se concentran cada fin de semana los jóvenes gaditanos para beber sin ser multados ofrece, pues, un aspecto de degradación y dejadez evidente, al que también contribuye sin duda la acumulación de basuras, ostensible con la bajamar, en la playita que se encuentra a los pies de la muralla sobre la que se encuentra el botellódromo. Vasos, botellas y bolsas son visibles desde arriba.

En julio del año pasado, varios concejales del Ayuntamiento gaditano, entre ellos el responsable de Urbanismo, José Loaiza, visitó la zona para comprobar el estado de las obras, tanto de los servicios como de las dos barras de bar. Se anunció también que se colocarían unos escenarios para actuaciones musicales y se dijo que los jóvenes podrían hacer uso de esas instalaciones "próximamente". Pero nueve meses después ninguno de estos servicios está funcionando, al tiempo que crece la degradación de esta zona.

Los hosteleros de los bares de La Punta siguen insistiendo en que la presencia de la movida en la parte superior de sus establecimientos no les beneficia en nada. Incluso afirman que el negocio se está resintiendo y que han disminuido el número de sus clientes y, por tanto, las ventas.

El resto del paseo Pascual Pery Junquera, hasta la estatua Gades, presenta también síntomas de dejadez, sobre todo en unas zonas ajardinadas que no presentan un aspecto muy cuidado, con la vegetación abundante pero creciendo con cierto libre albedrío, y un carril bici con el piso excesivamente deteriorado por una evidente falta de mantenimiento. Éste es competencia municipal después del acuerdo firmado ha ya algunos años entre el Ayuntamiento de la ciudad y la Autoridad Portuaria. Esta última administración, mientras tanto, continúa urbanizando el espacio comprendido entre el final de Puerto América y la propia Punta de San Felipe, junto a la bocana del puerto de Cádiz, un nuevo paseo cuyas obras parecen bastante avanzadas.

qweqw2Más información en pág. 26