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Cádiz

Cooperar en Balombo, toda una misión para una gaditana

  • La joven Cristina Santana narra su experiencia como misionera en aldeas de Angola

"Donde diga el jefe de arriba". Con estas palabras, Cristina Santana Gil dijo sí a la propuesta de ir de misiones al municipio de Balombo. Sitúenlo en África. En el país de Angola. En la provincia de Benguela.

Esta gaditana de 29 años pertenece desde hace mucho tiempo al grupo de fe Juventudes Marianas Vicencianas (JMV) y también formó parte de la Delegación Diocesana de Misiones en Cádiz, por lo que colaborar en proyectos dirigidos hacia los más desfavorecidos no es algo nuevo para ella. "Pero pensé que también podía compartir parte de mi tiempo con la gente necesitada de países del tercer mundo. Descubrí que tenía inquietud misionera e hice cursillos de formación misionera durante un año".

Una vez finalizada esta formación, le hicieron la gran pregunta. ¿Balombo? "Donde diga el jefe de arriba". Y así comenzó todo.

El pasado 1 de julio partió hacia Angola. A Balombo, que se encuentra a 600 kilómetros de la capital angoleña (Luanda), llegó días más tarde. Y el escenario de su "positiva" experiencia lo describe como "un municipio rural rodeado de montañas, con unos paisajes espectaculares y varias aldeas formadas por casitas de adobe".

A este rincón africano no había ido antes ningún misionero, según cuenta la joven, y gran parte del tiempo que pasó en esa tierra lo invirtió en la escuela del municipio, impartiendo clases de Educación Física a los pequeños. Eso es justo lo que hace en el colegio de las Hijas de la Caridad Luisa de Marillac, de El Puerto.

Esta maestra también tuvo la oportunidad de ir en varias ocasiones al hospital de la zona, para compartir unos ratos de conversación con los enfermos y las mamás que estaban en las salas de Nutrición y Pediatría; y también ayudó en la organización de medicamentos y a pasar lista a las mamás que recogían leche para sus bebés.

Regresó de la misión a finales de agosto, y desde entonces no hay día que no recuerde "las sonrisas llenas de amor y de dulzura que le regalaban constantemente los niños, así como la alegría inmensa con la que me acogían los habitantes de Balombo y de las aldeas de los alrededores". "Ha sido toda una gozada el haber podido estar con gente tan sencilla y derrochadoras de cariño. Incluso en una de las aldeas nos obsequiaron con uno de los mejores presentes, ¡una gallina! Y el mejor presente que yo podía hacer a los niños era fotografiarles. Me pedían fotos, se acercaban a la cámara con gran ilusión", recuerda Cristina.

Pero no todo fueron risas y sonrisas. "La experiencia ha sido muy positiva, con vivencias que no olvidaré, pero también momentos duros... La población de Balombo, que vive en unas condiciones mínimas, ha padecido en sus carnes una guerra que aún está muy reciente. El pueblo está bastante castigado por las consecuencias de esa guerra, que concluyó en 2002. Sufrieron mucho, y actualmente hay mucha gente enferma a causa de ese conflicto". "Hay que sentirse preparado para irse tan lejos y conocer otra realidad tan diferente a la nuestra...", apostilla.

Cristina lo estaba. Esta preparada, y volvería, sin dudarlo, a Balombo. "Doy gracias a Dios, a las Hijas de la Caridad de San Vicente, a una comunidad cercana y acogedora de hermanas en Balombo, a mis familiares y conocidos, y a la gente de JMV que tanto me tuvo presente e hizo que me sintiera misionera. ¡Gracias por la oportunidad!".

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