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Cádiz

Castellón ya no es un paraíso

  • La crisis ha golpeado fuerte a la provincia levantina y más al sector azulejero, donde trabajan muchos de los gaditanos · Algunos han vuelto y otros resisten: así es su vida

"Esto está igual que cuando nosotros salimos de Cádiz". José Luis Soto Ucero es uno de tantos gaditanos que viven en Castellón, hasta hace bien poco el paraíso para encontrar trabajo. Soto lleva parado más de año y medio y su mujer Rosario también. Ellos, a pesar de la crisis siguen allí. Otros como Antonio Tinoco y su mujer Chari volvieron poco después de que él pasara a engrosar las listas del paro. Hay historias de ida y vuelta, como la de José Manuel Sánchez y María Daneri, que decidieron volver hace cinco años para probar fortuna cuando iba a nacer el primero de sus dos hijos pero al final tuvieron que regresar.

Los hay como Antonio Ceballos y María Eugenia, a los que no les ha faltado el trabajo, pero los problemas de integración les hace pensarse marchar de una vez por todas y buscarse el futuro en Córdoba, donde hay gente que les espera con los brazos abiertos.

Casi todos los protagonistas de este reportaje también lo fueron en otro que hizo este periódico a finales del año 2003, para tratar de reflejar sus historias de emigrantes del siglo XXI, en un tema que ha sido en ocasiones arma arrojadiza entre los partidos políticos. En aquel entonces la situación era con el viento a favor, ya que en Castellón el empleo era pleno. Hoy en día las cifras asustan y la provincia es la que ha tenido un crecimiento porcentual más alto en los dos últimos años, subiendo un 46% en ambos ejercicios.

El motor de la economía castellonense es el sector azulejero y cerámico. Gracias a los adelantos técnicos producidos a principios de los años 90, esta actividad creció de manera exponencial en la zona y tuvo que empezar a emplear mano de obra de otras provincias para cubrir todos los puestos. Buena parte de estos gaditanos encontraron trabajo en menos de una semana cuando llegaron allí. En el año 2003 el sector empleaba a casi 26.000 personas entre sus 200 empresas y representaba el 90% de toda la producción nacional. Pero la crisis económica, con un efecto devastador en la construcción, ha provocado el cierre de muchas empresas en el triángulo mágico del sector (Villarreal, Alcora y Onda) y el despido de muchos empleados.

De eso sabe un buen rato Antonio Vélez Tinoco, quien marchó a la tierra prometida en compañía de su hermano Manuel y de otros dos amigos en marzo de 2002. Más tarde se incorporaron las respectivas novias. Empleado a los pocos días en la azulejera Altenar, donde estuvo ejerciendo hasta el año 2008 como hornero, en mantenimiento y como encargado, entre medias escribió muchas páginas en el libro de su vida: la compra de un piso en Villarreal, su boda con Chari Cornejo y la llegada de su hijo José Antonio. Incluso se integró en el proyecto ya hecho realidad de fundar una cofradía gaditana en Villarreal de la que el anteriormente citado José Luis Soto es el hermano mayor: "Si no hubiera ocurrido aquello, yo seguramente seguiría estando allí".

Y lo que ocurrió es que su empresa dejó de pagar y le empezaron a deber varias mensualidades.

Tras ello pasó a Porcelanosa, el gigante del sector y empresa de referencia, donde estuvo cuatro meses. Pero la crisis ya golpeaba muy fuerte y deciden no renovar una serie de puestos.

Se ve en la calle con un hijo y con su mujer también desempleada. Para colmo, la familia la tiene lejos y se corre el rumor de que en el servicio de empleo valenciano están desbordados y tardan en cobrar entre cuatro y cinco meses el paro, "y el banco no perdona con la hipoteca". Para evitar riesgos, decide volver a Cádiz a mediados de octubre de 2008, donde vive con su familia ampliada con otra hija, Alba María, a caballo entre la casa de su suegra y sus padres. Tinoco creía que el paro les daba tirar, pero no para vivir allí.

En la capital gaditana llegó y empezó a dar cursos para ampliar su formación. En la actualidad hace uno de la Junta de frío industrial por la mañana y por la tarde otro de electricidad y electromecánica del Instituto de Fomento municipal en la Peugeot, que durará hasta abril. Al menos empieza a ver el futuro con algo de optimismo, ya que su mujer ha encontrado trabajo y ha podido alquilar por primera vez el piso que tiene en propiedad en Villarreal. Allí ha dejado grandes amigos y la devoción al Cristo del Nazareno de Villarreal, al que irá a portar todos los Viernes Santo.

A José Manuel Sánchez y María Daneri la Semana Santa le sirve de escape para salir de Castellón y venir a Cádiz. Una de las veces, en el año 2004, intentaron que fuera definitivo, por lo que José Manuel Sánchez pidió una excedencia en la fábrica de azulejos Halcón Cerámicas. Nacía Dani y con el estilo de vida de Castellón con horarios muy complicados y la familia lejos, se hacía todo complicado. Se dieron de plazo un año para ver si las cosas iban bien y tomar la decisión definitiva. También con un piso en El Grao, un barrio de Castellón, él consiguió trabajo en una carpintería en la provincia de Cádiz, pero las promesas después no se cumplieron y tocó volver. María, que había trabajado también en Halcón, encontró trabajo en una guardería y José Manuel volvió a la fábrica. Hoy en día no se plantean volver porque entre otras cosas ampliaron la familia con Rafa y los niños ya se han hecho allí a la vida, "y es que ya no puedes pensar sólo en ti", apunta María Daneri.

Sin embargo, la sensación de incertidumbre es total ya que la empresa en la que trabaja José Manuel se encuentra haciendo paros técnicos, es decir, trabajan dos meses y otros dos se van al paro. El matrimonio coincide en que la situación laboral allí ha empeorado de manera considerable.

Antonio Ceballos es compañero de José Manuel Sánchez en la misma fábrica. Desde que marchó a Castellón hace prácticamente nueve años, nunca ha probado volver. A pesar de las paradas técnicas afirma que económicamente no está en mala situación pero, con su mujer María Eugenia, siente que su etapa allí se ha acabado. "A lo mejor es culpa nuestra pero la verdad es que aquí no hemos conseguido hacer amigos. Llegué sin amistades y me iré sin amistades. ¿De qué me vale haber reformado el piso, tener un coche nuevo, si realmente no lo disfruto?". Eso y la incompatibilidad de horarios con su mujer, que trabaja por la mañana en el Mercado central de Castellón y por la tarde en una autoescuela, hace que se estén pensando en levantar la casa y marcharse a Córdoba, "donde a pesar de que la situación laboral también es mala, hay más posibilidades que en Cádiz". Sin embargo, la situación económica actual les hace muy complicado poder vender el piso que tienen en la zona del Parque del Oeste.

Sí está completamente adaptado José Luis Soto Ucero, alma mater de la cofradía gaditana en Villarreal y cabeza pensante de numerosas actividades. Llega incluso a decir que se siente forastero en su tierra. Pero como en todos los casos anteriores siempre hay una pata del banco que se rompe. En su caso es la falta de trabajo: "En diciembre de 2008 me quedé parado y por más currículum que echo, no hay nada que hacer. Esto está como Cádiz cuando nos vinimos para acá y lo poco que hay se lo llevan los extranjeros, que es una mano de obra más barata". En la última empresa que estaba trabajando del sector azulejero había 120 empleados. En la actualidad son sólo 15 y lo peor es que no dejan de cerrar fábricas.

A él le quedan pocos meses de paro y ella está con la ayuda familiar. Las familias de ambos juegan un papel fundamental en sus vidas y pasan largas temporadas en su piso de Villarreal.

Si no te dan trabajo te lo creas tú mismo: "He intentado montar un negocio pero con la situación que tenemos los bancos no quieren saber nada de ti". Y es que en seis años la vida ha dado un giro total para todos estos gaditanos que un buen día emigraron a Castellón.

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