Cádiz

"Somos rostros oscuros; se obvia a la persona y persiste la enfermedad"

  • Exclusión y locura son aún palabras asociadas a la enfermedad mental a la vez que existen grandes deficiencias en la atención que se les ofrece · Escucharles forma parte del camino para conseguir ayudarles

Es necesario integrar el punto de vista del propio enfermo mental en la organización de los mecanismos sanitarios y sociales que atienden estas patologías. La perspectiva de estas personas es la de José Manuel Arévalo, que padece trastorno bipolar y es presidente de la Plataforma de Asociaciones de Usuarios de Salud Mental de Andalucía. Escucharles forma parte de la resolución de los problemas que padecen y que les hace aún hoy víctimas del estigma y la exclusión.

-¿Cuál es la diferencia entre la perspectiva del enfermo mental y la del sistema sanitario que lo atiende?

-Desde el sistema sanitario el abordaje es meramente farmacológico y clínico, no integral. Hay que tener en cuenta otras cuestiones como la integración. Nosotros abogamos por la psicoeducación, pues muchas veces nos encontramos indefensos ya que nadie nos informa si quiera ni nos enseñan a afrontar la enfermedad. También abogamos por la recuperación; no basta con que el enfermo esté tranquilo sino que tiene que conseguir tener una vida.

-La reforma psiquiátrica terminó con los manicomios pero ahora no hay espacios para aquellos que necesitan un tratamiento prolongado.

-Los recursos si están inventados, pero son muy insuficientes. Están las comunidades terapéuticas y las casas hogar para los que necesitan ese tratamiento, pero están saturadas y las listas de espera son muy largas. Sí se pensó bien, pero luego no hay un presupuesto adecuado.

-Entonces, ¿cuánto se ha mejorado?

-Tampoco hay que caer en el catastrofismo; estamos mejor. No es la panacea, aún queda mucho por hacer.

-¿Cuáles son los principales problemas con los que se encuentra actualmente el enfermo mental?

-La inserción laboral es muy baja, aún no se atreven a contratar a personas discapacitadas a causa de una enfermedad mental. A nivel sanitario, las puertas de entrada al sistema siempre están muy saturadas porque no hay estructuras ni personal suficiente. Además las unidades de agudos funcionan como mini-manicomios, en las que a veces ni siquiera se permite entrar a los familiares.

-¿Y persisten los estigmas?

-Todavía hay tabúes y se nos relaciona con la locura y la delincuencia. Sin embargo está demostrado que los índices de violencia entre enfermos mentales es menor que en la población en general; normalmente nos hacemos daño a nosotros mismos, es más real la autolesión. Se asocia la enfermedad mental a la esquizofrenia y esta a algo horroroso. Todavía hay muchos medios de comunicación que abordan el tema de forma amarillista, y también en el cine. Se relaciona con lo tétrico y se confunde con la demencia. No hay una visión de normalidad sino que el enfermo mental siempre aparece como un rostro oscuro; se obvia a la persona y persiste la enfermedad.

-¿Cómo pueden superarse esos prejuicios?

-Hay que dar una información verdadera y objetiva sobre lo que es la enfermedad. Para eso nosotros participamos en campañas que intentan acabar con ello. Pero lo que está demostrado que es más útil para erradicar el estigma es el contacto directo: que se relacionen con nosotros y nos conozca, se darán cuenta de que no somos bichos raros.

-¿Cuál ha sido su experiencia personal? ¿Cómo le ha afectado la enfermedad?

-Tuve una primera depresión con 18 años. Después vino un tiempo de euforia. Empecé así en el 86 y no me diagnosticaron hasta que después de mucho tiempo sin saber qué me pasaba y con muchas subidas y bajadas tuve una crisis profunda en 2007. Te cuesta aceptar que lo que tienes es una enfermedad mental, es como un jarro de agua fría. Este hecho, no la enfermedad en sí, me sumió en una depresión que me llevó a tener problemas en el trabajo y con mi pareja; se te caen todos los esquemas. Sufres mucho, sobre todo por miedo al rechazo: te percibes a ti mismo como crees que te van a ver los demás y eso es lo peor. Yo después aprendí a aceptarlo, poco a poco. Mi vida no es bipolaridad, yo soy otras muchas cosas. Te empiezas a dar cuenta de que tienes tus capacidades y habilidades. Había trabajado como trabajador social y siempre estuve relacionado con el movimiento asociativo. En mi caso decidí poner todo eso al servicio de todos nosotros.

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