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Káncer

PSA 24, mal asunto

  • 'Diario de Cádiz' inicia una serie de artículos bajo el título 'Káncer' y la firma del ginecólogo y sexólogo Manuel López Doña l Cambia la 'c' por la 'k' para dar un nuevo significado a una palabra, una enfermedad, que como Superman con la kriptonita, hoy ya es posible vencer

En latín, 'cáncer' se refería a una úlcera de naturaleza maligna, de carácter crónico, que comúnmente ocasionaba la muerte destruyendo los tejidos orgánicos. Tal vez el término fue tomado de la mitología, pues Cáncer era un crustáceo enviado por la diosa Juno para que matara a Hércules mientras el héroe combatía con la terrible hidra de Lerna. Mas tarde, en patología médica, se describió con este nombre solo al epitelioma glandular, pero se generalizó posteriormente a todos los tumores malignos que acababan con la vida.

Ahora, gracias a los avances de la medicina, está dejando de tener ese significado y he decidido, aunque suene igual al oírlo, cambiarle el nombre, pues ya empieza a perder su valor lingüístico adquirido, al menos en esta serie de artículos que iniciamos. Lo de la 'K' lo tomé de Superman, su 'káncer', provocado por la kriptonita, fue vencido, como ahora lo es el cáncer en muchas de sus formas.

La primera historia que voy a relatar, me pertenece. Las demás, también serán ciertas pero el nombre de quien lo dejó de padecer será ficticio, sólo el nombre.

Hace tiempo, y por haber heredado el dulzor de mi madre, fui al laboratorio del hospital donde trabajaba y me solicité una hemoglobina glicosilada en el impreso correspondiente. Marisol, que me sacó la sangre sin darme cuenta, me preguntó si quería algo más y sin pensarlo, tiré del bolígrafo y puse cruces en varios apartados, incluidos los marcadores tumorales (pedir por pedir).

Al día siguiente, me llamaron del laboratorio. Pensé que tenía el azúcar por las nubes y cuando vi el informe de los resultados me empapó un sudor frío por todo el cuerpo que impregnó la bata que llevaba puesta: PSA 24, mal asunto: cáncer de próstata, seguro -me dije-. Me fui a casa y, solo por tener mas datos, me autoexploré la próstata (no hace falta que explique cómo lo hice) y con el dedo y el transductor de mi ecógrafo, me convencí de lo que tenía. Así que llamé a mi amigo Federico RR, y tras contarle el asunto, como buen urólogo que es, quiso que abundara mas en las pruebas (descartar prostatitis mediante cultivo, biopsia… entre otras) para asegurarnos del diagnóstico y su extensión. Y eso hice, al tiempo que investigué quien era el mejor del mundo para ponerme en sus manos (en esos momentos, se te quitan las ganas de comprar cosas, sólo quieres vender y regalar lo que tienes para que te dé menos pena morirte).

Tenía que elegir el tratamiento mas eficaz (cirugía abierta, hormonoterapia, radioterapia, braquiterapia, crioterapia, etc.) y mi urólogo me recomendó que antes leyera una novela que me haría tomar la decisión: MAN TO MAN Surviving Prostate Cancer de Michael Korda. Se trataba de un millonario que consultó a los mejores especialistas del mundo en cada especialidad buscando el mejor tratamiento. El cirujano le convenció con sólidos argumentos de que el mejor tratamiento era la cirugía abierta; el endocrinólogo, le aseguró con datos concluyentes que la hormonoterapia, era la mejor alternativa; el radiólogo defendió la radioterapia como la más idónea y aún mejor la braquiterapia, sin los efectos de la cirugía y con idénticos resultados. Cada uno le trató de convencer sobre las excelencias de su tratamiento. Aquel hombre, a pesar de disponer de una gran fortuna, no supo decidir. Cualquier procedimiento era mejor que los demás. Hoy, con el advenimiento del láser verde y la laparoscopia como nuevos procedimientos, se le hubieran complicado aún mas las cosas para tomar una decisión acertada.

Con la sabiduría de un séneca, mi buen urólogo me sentenció: "Te opere quien te opere, al final voy a tener que cargar contigo, así que mejor te operamos mi padre y yo y todo queda en casa". Y así fue, me dejé llevar y un domingo por la mañana, entre amigos (desde el celador al anestesista, pasando por la instrumentista y los ayudantes) me sacaron de las entrañas el daño silente que me invadía. Momentos antes, le dije al oído "cuidado con las bandeletas" (no fuera a perder la capacidad de aparearme).

No me parece bien contar los malos ratos de los días siguientes, pues tuvieron sus compensaciones. La primera fue al despertar, cuando avancé por la sonda comprobando la integridad de la inervación mas preciada por el hombre. Comprobé que tenía buenos amigos en mi hospital y que mi familia me arropó sobradamente (mis flores fueron margaritas). Al poco tiempo me integré en mi trabajo, recuperé el humor y se me quitaron las ganas de vender nada. Lo único que me hace pensar que estuve enfermo sin saberlo, es la cicatriz bajo el ombligo. Siempre había pensado que mis riesgos eran de infarto o de accidente de trafico, pues parece ser, según algunos autores que quien practica mucho el sexo corre menos riesgo de padecer cáncer de próstata, así que o se equivocaron ellos o yo soy un mentiroso.

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