Tony Carbonell Gómez | Pintor

"Como La Habana, Cádiz tiene ese espíritu exquisito de lo que fue"

  • "Me llama la atención todo lo relacionado con el patrimonio de Cádiz, la arquitectura, la arqueología"

RESIDE en Cádiz desde 1996, diez años después de pisar por primera vez una ciudad que ahora siente como suya. Juan Antonio Carbonell Gómez (Matanzas, Cuba, 1952) fijó un día su arte en Cádiz, donde ya ha confeccionado dos carteles de Carnaval, uno del FIT y donde imparte talleres y cursos al tiempo que expone sus últimas producciones.

-¿Desde el principio le tiró el mundo del dibujo, del arte?

-Sí, desde chico, siempre estuve gastando papel y lápiz. Me fascinaba mucho la figura humana y dibujaba muchos retratos, que no se parecían desde luego. Y recuerdo especialmente un cuadro que le pinté a mi abuela, que después no sé adónde fue a parar, de esas cosas que vienen en la sangre, creo yo, que nadie se puede explicar: una bailarina española, andaluza, tipo Lola Flores, con el traje verde, con volantes y cola. Cuando entré en el Bachillerato de Artes, me fui a la Escuela de Arte de La Habana.

-¿Y cómo viene a parar a Cádiz?

-Eso es una historia graciosa... Fue en 1986. Hasta entonces sólo había salido de Cuba en 1976 para un viaje a los países socialistas porque me eligieron para un grupo de jóvenes destacados dentro del ámbito cultural. Y diez años después de esto, estando con mi hija de paseo en Matanzas, pasamos por el Teatro Papalote de Títeres, para el que yo había trabajado con la cartelería. Había una visita a la que estaban haciendo una representación. Y cuando termina la función, el director del teatro me presentó al director del FIT de Cádiz, Juan Margallo, y a su mujer, Petra, que estaban de gira por los países latinoamericanos viendo obras para elegir las de la primera edición del festival. Y se habían interesado por mi cartelería, que estaba colgada en una gran pared en el teatro. Nos presentaron, nos conocimos y me preguntaron si yo estaba dispuesto a hacer un cartel para el festival. Les dije que sí y se fueron, yo me fui con mi niña, y ya ese día no me acuerdo lo que comimos (ríe).

-¿Y le invitan al festival?

-Yo mandé el cartel a través del Ministerio de Cultura. Y en septiembre de 1986 estaba tranquilo en mi casa y sonó el teléfono. Era Petra, la esposa de Juan, dándome la enhorabuena porque mi cartel había sido seleccionado. Y, claro, mi sorpresa, previa a la alegría, fue: "¿Pero ustedes no me lo habían encargado?" (ríe). Y es que se lo habían encargado a distintos artistas en distintos países. Me habían comido el coco... Total, que el que les había encantado era el mío porque había conseguido una conjunción conceptual de todo lo que querían hacer con el festival, de acercar la cultura iberoamericana, con sus vínculos y mezclas. Y traje también una exposición. Fue la primera vez que vine a Cádiz. Tuvimos una acogida muy buena, y pasé de hacer carteles con pocas reproducciones, para anunciar algo en sitios puntuales, a ver el cartel colocado en toda la ciudad, en todos los tamaños y en un evento internacional.

-¿Hay fascinación entre Cádiz y Tony Carbonell?

-Para mí fue total, amor a primera vista porque además, aparte de la fascinación de ver mi obra multiplicada a gran escala, me sentí desde el primer momento en mi casa. La acogida de la gente de Cádiz fue supercariñosa. Y a eso, añádele que la gente estaba como en un limbo ante el cartel, así me lo manifestaban, había sido como un descubrimiento. Hoy en día, aún hay gente que me dice que es el mejor cartel que se ha hecho en el FIT.

-¿Cómo se queda en Cádiz?

-Desde 1986 hasta 1996 estuve yendo y viniendo: talleres en Sanlúcar y La Línea. En 1991 vine representando al Estado cubano con el Centro de Estudios Martianos. Después me invitaron a venir para un equipo de trabajo de la Expo de Sevilla. Entonces me fui a Jerez y residí allí 14 meses. Ya en 1996 me vengo al FIT con una invitación, y decidí que la situación en Cuba, laboralmente, en la empresa en que yo estaba había demasiadas carencias, todavía no se sabía lo que era un ordenador, seguíamos con la artesanía pero con una falta total de recursos, y decidí que no podía paralizar y truncar en aquel momento las inquietudes que tenía de continuar trabajando en el diseño.

-Entonces, ¿se queda en Cádiz fundamentalmente por motivos artísticos?

-Sí, sí, fue mi motivación principal.

-Al final, se establece en Cádiz.

-Desde octubre de 1996. Se van a cumplir 20 años de residencia de manera estable. No pierdo el vínculo con Cuba porque vengo siempre como colaborador, estoy destacado como artista en el extranjero, dentro del Consejo Nacional de Artes Plásticas. Soy uno de esos artistas que está en otro país trabajando y haciendo sus aportes, y creo que es motivo de orgullo para el país porque uno está llevando la cultura cubana, lo que uno pudo aprender, lo que nos ha dado el país y nuestros padres, y lo vamos llevando donde quiera que vamos. No reniego para nada de ser cubano; de hecho, tengo la nacionalidad española y mantuve la cubana. Para mí es muy importante mi bagaje de estudios, de vivencias en el teatro, la música, el baile, de la cultura afrocubana.

-¿Una persona es más de donde echa raíces que de donde nace?

- Te voy a contestar: "Lo siento, todo el mundo no puede ser de Cai…" (ríe), pero creo que yo sí. No sé, a lo mejor en algún antepasado, en alguna reencarnación, puede… Y si no de Cádiz, en algún lugar cercano. No sé, todo lo relacionado con el patrimonio, la arquitectura, me llama mucho la atención, disfruto del pasado arqueológico gaditano.

-¿Se ha sentido más acogido que rechazado en Cádiz?

-Sí, sí, sí, totalmente. No puedo decir que me haya sentido rechazado en el sentido tan feo de la palabra, pero ha sido difícil desde el punto de vista personal y de algunas circunstancias que no son personales exactamente, laborales, administrativas. Me costó mucho trabajo entender todas las tramitaciones que había que hacer. Es otro lenguaje burocrático al que yo estaba habituado.

-¿Y cómo ha visto la transformación de la ciudad desde que llegó?

-La transformación de la ciudad la he visto en todo. Cuando llegué, estaban haciendo obras en la instalaciones culturales destartaladas, del gran Cádiz de años anteriores, de otro siglo. Pero, como La Habana, tiene también ese espíritu exquisito de lo que fue, y todavía está en muchas edificaciones, en muchas calles e incluso en mucho del sentir y del ser gaditano.

-¿Somos conscientes los gaditanos de ese espíritu exquisito?

-No, no, yo creo que no. En su gran mayoría, no. Porque te encuentras con gente que ha vivido toda su vida en Cádiz y jamás ha entrado en el Museo Municipal, no han visto la maqueta, por decir cosas populares. Conozco gente que tiene una edad y que hasta el año pasado no ha ido, por primera vez, a una función en el Falla: ¿qué me cuentas?.

-¿Y cómo ve la cultura de Cádiz?

-Pues mira, deslindando del Carnaval que es la cultura por antonomasia, creo que se puede hacer más. Últimamente hay muchos artistas plásticos moviéndose, hay muchos estudios que se han abierto, hay una presencia más evidente que en la época en que yo llegué a Cádiz. Ahora te encuentras una exposición en muchos lugares, en muchos bares, aparte de las galerías que hay pocas y son exquisitas en la selección, y los demás artistas tienen que vivir, tenemos que vivir. Llevo ocho años exponiendo en Quilla en verano. En el curso escolar trabajo con mayores y en El Bidón. En junio terminamos y ya no volvemos hasta octubre. Solución, una exposición, que trae ventas para afrontar ese periodo.

-¿Es duro?

-Es duro el proceso de mantenerte, de intentar estar en el candelero.

-A una compañera le dije que iba a entrevistar a Tony Carbonell, y me dijo: "El de los abanicos".

-Esa es otra historia. En Cádiz hay una escuela de abaniquería, en la Escuela de Arte, y conocí a Rosa Pastrana. Me encantó ella y me encantó que existiera la escuela de abaniquería, fue algo que me caló hondo. Nunca había pintado abanicos, lo que había hecho era romper abanicos a mi abuela de niño. En 1997 hice una exposición en la Torre Tavira, y ahí expongo tres abanicos. Y me puse a pintar abanicos. Funcionó el boca a boca, me encargaron un abanico para la Reina, salió en prensa y me empezaron a llegar los encargos. Y en el año 2000, en el Baluarte de la Candelaria, una exposición con un éxito tremendo.

-Del trabajo sale más trabajo.

-Siempre me dicen cuando tengo algún hito: "Tú verás como ahora te van a salir encargos...". Y no salen encargos, te llama el que te conoce, el que te quiere echar un cabo, el que te valora... Yo estoy muy a gusto de estar en Cádiz, no vine para hacerme rico pero tengo que vivir.

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