Cádiz

El castillo abandonado

  • La fortificación, cada vez en peor estado ante la falta de inversiones públicas para continuar su rehabilitación

El Guggenheim de Cádiz se ha convertido en el mejor ejemplo de la decadencia de la ciudad. Una vieja y oxidada verja y un folio A4 plastificado con su historia, reciben al visitante del Castillo de San Sebastián. La joya de la corona, el mayor aliciente turístico y cultural de la ciudad, una perla en bruto a la que Cádiz iba a sacar un gran rendimiento económico. De todo se ha dicho y escrito sobre la antigua fortificación militar cuando ésta pasó a manos de la ciudad y todos se pusieron a pensar qué se podía hacer en esta superficie de 40.000 metros cuadrados, convertida en una isla por el Puente Canal y que ofrece a propios y visitantes una imagen única y espectacular de la ciudad.

No es la primera vez que Diario de Cádiz hace un recorrido por el Castillo de San Sebastián. Pero lo visto ayer aporta la visión más degradada del conjunto, al borde de la ruina, sólo igualada a la que se ofrecía antes del inicio de su nunca acaba rehabilitación. El Ayuntamiento ha decidido no organizar este año los Conciertos de la Libertad cuya sede habitual era la gran explanada de la fortificación. Más allá de excusas económicas y de seguridad, bien podría justificar esta medida a la necesidad de evitar que miles de personas descubran el estado de absoluto abandono en el que se encuentra este equipamiento.

Desde la llegada del nuevo gobierno de coalición las obras de rehabilitación se han parado de lleno, tanto las que iba a afrontar el Ayuntamiento como las que le correspondían a la empresa pública Tragsa, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente. En su día, ambas instituciones acordaron afrontar el final de las obras a partes iguales, a la vez que se negociaba la cesión del Castillo a la ciudad por un periodo de 40 años, lo que iba a facilitar al Ayuntamiento la gestión de los servicios que se pretendían ofrecer. Este último paso tampoco ha culminado, a pesar de las negociaciones que se estaban desarrollando a principios de 2015.

Con todo, en estos meses no se ha gastado un céntimo en el mantenimiento del conjunto, más allá de la limpieza de las oficinas y aseos (los que están abiertos, pues ayer varios permanecían cerrados) y el regado de todo el albero, que este jueves se ejecutaba coincidiendo con el recorrido realizado por este diario.

Tras cruzar el visitante la verja herrumbrosa, descubre que más allá del folio plastificado no hay más referencia de lo que se va a encontrar. No hay una dependencia de recepción al turista, por lo que no se ofrece folleto alguno sobre lo que se va a ver. Sí se cuenta, ya metidos en la Avanzada, con un gran panel que, mirando a La Caleta, informa al lector de lo que se ve desde este balcón. Más de esto no hay nada más. Y por si fuera poco, sólo aparece en español. Nada de inglés, francés o alemán, los idiomas de los turistas habituales en Cádiz.

Un grupo de turistas franceses, que terminaba a primera hora su visita al Castillo, se lamentaba de esta circunstancia cuando conversaba con Diario de Cádiz. "Faltan explicaciones y ofrece una imagen casi abandonada", reconocían tras un primer momento en el que, tal vez por amabilidad, resaltaban la potencia de la fortificación.

Lo cierto es que estos turistas podrían haber hecho sangre sin ningún tipo de complejo. El castillo, el primer conjunto que recibe al visitante, es el que se encuentra en peor estado. Exceptuando el edificio que ha sido ocupado y rehabilitado por la Universidad para las instalaciones del Ceimar, el resto se encuentra en una situación casi ruinosa. Las vallas ocupan buena parte del espacio impidiendo el paso a la zona de las almenas y de los miradores, debido al riesgo que supone por su mal estado.

Todo culmina en el arco que da paso a la Avanzada, donde sí se realizaron las mayores inversiones antes de los actos del Bicentenario de la Constitución, aquellos que iba a convertir a la fortificación en el referente del Doce según el proyecto de la Junta.

Aquí se encuentra la red de casamatas que se acondicionaron para la celebración de exposiciones. Estas naves, cuya recuperación supuso una elevada inversión, especialmente para eliminar las filtraciones de agua que sufrían, se encuentran cerradas desde hace meses. Las puertas y ventanas de maderas están necesitada del periódico tratamiento de mantenimiento, mientras que el hierro de las verjas están cubiertos del óxido.

El cierre de las casamatas se une a la cafetería que se habilitó en la zona y que nunca se estrenó. Ahora que se inicia el verano en todo el área de la Avanzada no existe ningún punto donde poder refrescarse, aunque hace un año se instalaron máquinas de refrescos, que sólo funciona en la entrada del complejo. Sobre las casamatas, el paseo ofrece una buena imagen salvo cuestiones muy puntuales.

Los restos del viejo faro derruido en 1898, que el visitante debe de adivinar a qué corresponde ante la ausencia de cualquier información sobre el mismo, ofrecen el mismo estado de abandono y de deterioro de todo el exterior de la fortificación. Estas cerradas las dos edificaciones (antiguos almacenes) que se arreglaron por el Ayuntamiento, envidía de una tercera que se cae a trozos. La última operación pública conocida data de junio de 2015 cuando el gobierno municipal, aún en manos del PP, aprobó una inversión de 115.000 euros para el adecentamiento del ala sur del complejo, con el arreglo de los cerramientos exteriores y la demolición de la distribución interior de la capilla, y para la realización de prospecciones estratográficas, actuaciones que nunca se ejecutaron.

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