Ciudadanos de Cádiz

"Desde pequeña, siempre soñaba con ayudar a la gente que está enferma"

  • Isabel García León, enfermera jubilada: "El Plus Ultra fue un premio por hacer lo que yo siempre consideré que tenía que hacer".

Nació en Algeciras, pero es ciudadana de Cádiz desde muy joven, cuando se vino a estudiar interna el Bachiller a Las Carmelitas con una beca. El mar marcó su infancia, y el sentido de responsabilidad y el trabajo han sido una constante en su vida. Afirma sentirse una afortunada por haber podido dedicarse a lo que más le gusta: cuidar a las personas que la necesitaban, y confiesa que ahora que acaba de jubilarse, tiene “mono” de su trabajo.

—De pequeña vivió en una playa en Algeciras, ¿el mar ha marcado su vida?

—Totalmente. Yo hacía las tareas del colegio por la noche, en el Estrecho o en la playa, a la luz de la luna, porque durante el día no podía. Aprendí a leer escribiendo en la arena mojada de la playa.

—Su infancia también estuvo marcada por la pobreza y la enfermedad de su madre, ¿no?

—Bueno, mi padre era pescador y vivíamos en la playa, en una casita donde dormíamos todos juntos en una habitación. Mi madre habitualmente se dedicaba a mis hermanos y estaba bastante delicada de salud. Como yo era la mayor, me dedicaba a pescar con mi padre. Y después, no sólo a la pesca, también al campo, a los caracoles, a los espárragos, a las tagarninas... hice de todo un poco. Pero cuando ya fui un poquito mayor, yo miraba al horizonte, de un lado a otro de la playa, y pensaba: ‘En cuanto esté mi familia mejor, me tengo que escapar’. Pero no sabía por dónde tenía que ir. Tenía claro que debía existir algo distinto a lo que yo tenía allí y quería descubrirlo.

—Entonces, empezó a trabajar siendo muy pequeña.

—Sí. Pues mira, la primera muñeca la tuve a los 19 años, me la regaló mi marido cuando éramos novios. Pero, es curioso, yo no estoy traumatizada por eso, no eché de menos nunca nada. Una parte de mi vida pasó y no me enteré de que había pasado.

—En realidad, se echó encima la responsabilidad de una persona mayor.

—Exacto, por eso fue el premio de la Operación Plus Ultra. La maestra que estaba destinada en la playa de Getares escribió a Plus Ultra y me eligieron. Era un premio por hacer lo que yo siempre consideré que tenía que hacer, que era trabajar y echar una mano para salir adelante.

—Entonces tenía 11 años, ¿Cómo fue la experiencia?

—Fue una experiencia muy bonita porque supuso salir de una playa y ver Madrid, y verme en el Hotel Plaza, rodeada de gente muy cariñosa con todos nosotros. Después la experiencia de que nos recibiera el Papa, los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía, y Franco, que preguntó a los niños qué querían. Uno dijo que un reloj..., y yo le dije que quería irme de la playa para no mojarme en invierno, irme a una casa. Y cuando llegué a Algeciras del Plus Ultra ya habían trasladado a mis padres a Algeciras, a una casa de pescadores.

—O sea, que su vida cambió totalmente después de esta experiencia.

—Dio un giro de 180 grados con el Plus Ultra. Desgraciadamente, yo necesitaba eso para salir de donde estaba. Pero toda mi vida, yo lo que he hecho ha sido trabajar, trabajar, trabajar. Y ahora que ya no trabajo, desde que me jubilé el 4 de febrero de este año, pues corro sin tener que correr.  

—No se halla sin trabajar.  

—Yo creo que esto es un periodo que tengo que pasar, pero me está costando. Me están ayudando mucho mis nietos, que tengo cuatro: dos nietas en Jerez y dos nietos en Australia.   

—A los de Australia los verá poco... 

—Bueno, por Skype, y lo llevamos como podemos. Porque mi hijo Luis lleva trabajando allí cinco años. Está en la otra parte del mundo.  

—Volviendo a la Operación Plus Ultra, ¿qué impresión le causa a una niña de 11 años conocer al Papa, a Franco y a los príncipes? 

—Mira, las autoridades y todos fueron tan sumamente tiernos con nosotros que yo tengo una imagen estupenda. Después, en el 68, me llamaron para que fuera a cuidar a los niños del Plus Ultra, ya que yo había sido niña del Plus Ultra, y ahí me recibió el Papa, ya era mayor y tuve una entrevista personal. También me recibió Franco, que ya estaba muy enfermo y yo lo que tenía ganas era de que acabara de preguntarme porque tenía miedo de que le pasara algo. Sinceramente, fue una experiencia también muy bonita porque yo ya tenía más conocimiento de lo que era un dictador y lo único que me dijo fue que estaba orgulloso de que hubiese aprovechado mi beca, y que siguiera trabajando mucho y que luchara por nuestro país. No me dijo nada más. Pero lo pasé muy bien porque ya era mayor y disfruté del viaje, de las ciudades, los monumentos... Lo viví de manera diferente y mereció la pena. 

—Pudo estudiar gracias a una beca del Estado. 

—Con la beca estudié Bachiller y ATS en Salus. Pero antes, tras el Plus Ultra, me fui al Sanatorio Antituberculoso de Puerto Real con 12 años para trabajar de auxiliar, donde hice de todo. Estando en Puerto Real, a los dos años, me metí interna en Las Carmelitas de Cádiz con la beca que me habían guardado, porque no podía aceptarla en el momento que me la dieron. Allí hice Bachiller. Después estudie ATS y luego hice el curso puente de nivelación a Diplomado en Enfermería, para tener el título universitario, y matrona. Más adelante hice un curso de Gestión por la Complutense. Estando interna en las Carmelitas, conocí a lo que yo considero que es lo mejor que me ha podido pasar en mi vida, que es mi marido. Él es un marino gallego que pasaba por Cádiz y fue mi mejor soporte, mi mejor apoyo.

—¿Mientras estudiaba y trabajaba seguía ayudando a su familia? 

—Hombre, cuando estaba estudiando, siempre trabajaba los tres meses de verano y las vacaciones en el campo o limpiando o cuidando gente mayor, y de ahí también ayudaba en lo que podía. 

—Y se trajo a uno de sus hermanos para que estudiara en Cádiz. 

—Al más pequeño. Vino para acá unos años para estudiar. Yo ya estaba casada y tenía dos hijos. La verdad es que fue una experiencia muy buena tenerlo con nosotros. Él es Juan Antonio, que jugó en el Cádiz. 

—¿Desde pequeña supo que quería ser enfermera? 

—Desde pequeña siempre soñaba con curar, con ayudar a la gente que está enferma. Nunca me dio miedo enfrentarme con la enfermedad de los demás y creo que es un trabajo precioso porque en la enfermería trabajas en los cuidados las 24 horas del día, y cuando tú te implicas en tu trabajo y lo haces lo mejor que puedes, no te puedes imaginar la satisfacción tan grande que se siente. Ahora que he dejado de trabajar, volvería a hacer lo mismo que he hecho porque tengo mono de mi trabajo. Es decir, he hecho lo que me ha gustado siempre, que es dedicarme a la gente que me necesita. Por lo tanto, he sido muy afortunada.

—¿Cuándo empezó a trabajar en el Hospital Puerta del Mar? 

—Primero, cuando acabé, estuve en el Mora desde 76 al 78 y en el 78, me vine para el Hospital Puerta del Mar, que en aquella época era Zamacola. En el momento que lo demolieron, me vine inmediatamente para acá. Y desde el 78 he estado vinculada especialmente a los quirófanos, al área quirúrgica.  

—Los últimos años tuvo un cargo de responsabilidad, ¿no?

—He estado en un puesto de gestión 20 años como jefa de bloque, donde también fui una afortunada porque como dominaba ese tipo de trabajo, que era el bloque quirúrgico, lo que es la actividad quirúrgica con todo lo que conlleva, entonces, tenía formación, tenía experiencia y la intuición me ayudó a acertar en muchas cosas. Vamos, a acertar en muchas cosas gracias a los compañeros, porque el 50% me lo aportaron ellos. Ellos me ayudaron a que yo acertara muchas veces. Aprendí a base de todo eso.

—En esa época, no hacía trabajo asistencial, ¿lo echaba de menos?

—No hacía asistencial pero cada vez que podía, me metía a hacer algo para no perder la destreza y la práctica, sobre todo en ciertas cosas. Pero yo dejé de hacer asistencial para dedicarme a la gestión. He estado 20 años y siempre por parte de la gerencia, la dirección de enfermería y la dirección médica tuve muchísima autonomía; me dejaban trabajar. Yo creo que es muy importante que a los técnicos que saben hacer una cosa les dejen que piensen, que desarrollen y que hagan las cosas. A mí me han respetado mucho. La mayoría de los jefes de servicio de este hospital era gente que yo me sentaba con ella a hablar y a planificar, y siempre sentí un respeto tremendo. 

—Acaba de jubilarse, ¿a qué se dedicará ahora? ¿Lo ha pensado?

—¡Qué difícil! Lo primero que he hecho es irme tres meses a Australia a estar con mis hijos y mis nietos, que ha sido muy entrañable porque mis otras nietas y mis hijas las tengo afortunadamente aquí. La mediana trabaja de anestesista en el Hospital de Jerez y la chica hizo Trabajo Social y está en casa con nosotros haciendo todo lo que puede. Pero ahora que he vuelto de Australia, me planteo qué va a ser de mi vida porque yo me aburro, tengo que hacer algo. Entonces, en principio lo que estoy haciendo es andar, salir... quiero aprender un poquito de inglés para entenderme con los australianos pequeños y porque me interesa, y después aún no tengo nada pensado. Primero quiero empezar a pensar en mí, que siempre, toda mi vida, la he dedicado a los demás. Cuando esa derivada la tenga más o menos ordenada, pues a lo mejor hago algún tipo de ayuda, aparte de disfrutar de mi familia, que creo que les robé muchísimas horas que dediqué a lo que yo trabajé y en lo que sigo creyendo, que es la sanidad pública.

—¿Y cómo ve ahora la sanidad pública? 

—En la sanidad pública, me da la impresión de que a veces vamos demasiado deprisa y no nos paramos todo lo que tendríamos que pararnos con los que entran por la puerta de algún centro u hospital que necesitan de nuestra ayuda. Tenemos mucha tarea administrativa y creo que hay que sentarse y hacer un estudio serio para dedicarle más tiempo a la atención de los pacientes y de su entorno familiar. Es verdad que a veces es difícil, sabemos cual es la situación de nuestro país y los presupuestos, hay que hacer encaje de bolillo para poder llegar a final de mes en las casas, imagínate en un macrohospital donde hay mil técnicas, pero creo que los gestores económicos de las administraciones públicas tienen que darle prioridad a lo que es la sanidad y la educación. Y después, veo, no sé si es por la crisis o por la situación de nuestro país, que la gente está crispada. Yo creo que se están olvidando los valores y eso repercute en todos los estamentos y, en este caso, en la sanidad también. Yo esto lo digo con pena, porque soy una defensora de la sanidad pública, le dediqué muchísimas horas porque merece la pena. El ciudadano también tiene que ser consciente de que no podemos explotar la sanidad pública, es decir, está para lo que necesitemos pero también hay que educar al ciudadano porque a veces la gente va al médico como si eso no lo pagáramos todos. Creo que con tantos programas y televisiones públicas como tenemos, hay muy pocos programas de formación, de educación, de información al ciudadano. Eso lo echo de menos. Los españoles somos muy osados a la hora de criticarlo todo, y yo digo que nos dejemos de criticar tanto y que se puede hacer más de forma individual. Tenemos que concienciarnos todos. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios