Cádiz

El adn de los mitos

  • Héroes clásicos y superhéroes contemporáneos comparten una estructura que los convierte en mitos atemporales Internet, cine y televisión han convertido a los personajes de cómic en referentes del imaginario

Qué es el adamantium? ¿Quién dirías que es tu kriptonita? ¿A qué tipo de inadaptados acoge la Escuela Xavier para Jóvenes Talentos? ¿Qué puede hacer un multimillonario con un sótano y montón de tiempo libre sin implicar a Dita Von Teese o a Walter White? Cualquiera de nosotros podría contestar con bastante precisión a cualquiera de estas cuestiones, incluida la última. 

La peculiar cosmogonía del mundo de los superhéroes  superó hace tiempo los límites de lo pulp para pasar a convertirse en una auténtica "cultura de masas".

Una transformación que hubiera sido impensable, indica José Luis Vidal, sin el cine y las series de televisión -en un fenómeno que ha hecho, por ejemplo, que muchos chavales "que acuden a las tiendas especializadas y ven los cómics protagonizados por estos héroes del 'celuloide' crean que se ha realizado una adaptación al cómic de la película"- y, por supuesto, sin Internet y las redes sociales: "Todo el mundo puede ser capaz de saber de todo, y eso hace que los tebeos hayan salido del gueto al que parecían estar condenados, relacionándolos sólo con la infancia y lo friki", desarrolla Vidal.

 

De la misma opinión es José Joaquín Rodríguez, autor de libros como Los Cómics de la Segunda Guerra Mundial o La explosión Marvel: "Antes, cuando los personajes aparecían en cómic, el público al que llegaban era bastante limitado. Por ejemplo, en los años 80, una gran época del auge del cómic, la serie más vendida de Marvel eran los X-Men, con unas ventas de unos 350.000 ejemplares mensuales en EE.UU. ( 0,1% de la población); la mayoría de aquellos lectores, eran hombres con una edad media de veinte años. Hoy día, gracias a las series y el cine, se llega a millones de personas y se han roto barreras de edad y sexo". 

 

La penetración de los mitos y símbolos de los superhéroes clásicos del cómic ha venido a sustituir, incluso, el imaginario. Si hace unas décadas la mayor parte de la población tenía asumidos como conocimientos de serie que Santa Lucía sirvió sus ojos en una bandejita o que Santa Bárbara era la patrona de los artilleros, hoy día los referentes colectivos nos cantan cómo obtuvo sus poderes el Hombre Araña o de quién es el color negro. Y lo sabemos como hacían nuestros antiguos con el santoral, sin pestañear: "Se te fijas -apunta al respecto José Luis Vidal-, cada ciudad tiene su defensor, su ángel guardián. Se han cambiado patronos por tipos con mallas y capa: Nueva York-Spiderman, Pantera Negra-Wakanda, Superman-Metrópolis, Batman-Gotham, Flash-Central City... En la reciente Batman vs Superman, hay una escena en la que el Hijo de Kripton va a rescatar a una familia, víctima de una inundación. La imagen del héroe parado en el aire, observando a los pobres humanos, parece sacada de un retablo y tiene un fuerte componente religioso". 

 

De hecho, exceptuando la circunstancia de que nunca se los ha revestido de ningún viso de realidad ni se les ha invocado como intermediarios ante lo divino, la mitología de los superhéroes contemporáneos tiene mucho en común con la estructura de los mitos clásicos -surgidos unos y otros, al fin y al cabo, de los anhelos de un mono impertinente-. Héroes clásicos y contemporáneos presentan características y cualidades que van más allá de las capacidades humanas, sea por una condición propia y sobrenatural o gracias a una tecnología avanzada para su tiempo. Sus figuras y símbolos son reconocibles dentro de un amplio grupo de población y una época y serían absurdos o incomprensibles para un observador ajeno -aka, nuestra abuela-. 

 

Y un mito es mito porque no tiene una versión unívoca:  "Las figuras del mito -dice Roberto Calasso- viven muchas vidas y muchas muertes". Y su vocación es, también, atemporal: prescindiendo de detalles, podrían contarse en cualquier época: "Estas cosas no ocurrieron jamás, pero son siempre", que decía Salustio. 

 

Como los antiguos héroes, los superhéroes transmiten unos valores y una ética relacionados con la época que representan -y que, por tanto, pueden variar o matizarse en el tiempo-: "No es el mismo Superman aquel boy scout de sus primeras aventuras que el que se nos presenta hoy día, que incluso puede llegar a matar si lo considera necesario", apunta José Luis Vidal. Para José Joaquín Rodríguez, desde su creación, los superhéroes han vivido "claramente un cambio de paradigma. De hecho, mientras que la película de Superman clásica mostraba al personaje como un héroe perfecto, las últimas producciones nos presentan historias en las que vemos héroes falibles, que no cumplen su papel como protectores de manera perfecta y que llegan incluso a estar al borde de convertirse en lo que combaten. Es, sin duda, señal de que nuestras inquietudes han cambiado y la forma de presentar a los superhéroes, en consecuencia, también lo ha hecho". 

 

"En líneas generales, si tomamos como ejemplo las series de cómic más populares, además de encontrarnos con temas tradicionales como la superación de las dificultades o la protección de los indefensos, también hallamos nuevos temas como pueden ser la no existencia de un Bien y un Mal absolutos, la aceptación de aquellos que son diferentes, un papel mayor de las heroínas, un aumento de la desconfianza hacia los poderes establecidos, etc." 

 

La vinculación emocional, la identificación con un personaje o historia, es la regla de oro del mito para sobrevivir: su condición mutante y vírica. Algo que afecta también a las tramas: del miedo atómico se ha pasado a la manipulación de ADN, "las historias emplean el imaginario de la época en la que se crean, pues su objetivo es conectar con el público", explica Rodríguez. "Los superhéroes  -continúa- son ficción desde el principio, nadie cree que sean reales, pero a través de sus historias imposibles nos cuentan historias de heroísmo, lealtad, amistad y sacrificio que nos permiten empatizar con ellos y convertirlos, llegado el caso, en ejemplos morales. De este modo, aunque yo sé que no voy a tener los poderes de Spiderman por más arañas que me piquen, sí que conecto con su lema de que 'un gran poder conlleva una gran responsabilidad' y lo aplico como un principio ético". 

 

Así, el culto a los héroes modernos no tendrá valor sobrenatural, pero sí cuenta con cierto corpus ético y con sus hierofantes: los creadores y transmisores de la mitología moderna (un Stan Lee, un Neil Gaiman, un Alan Moore) son figuras rodeadas de un aura similar a la de antiguos vates. 

 

Por no hablar de la cuestión crematística. Un mito no es mito si su fascinación no llega a generar, en algún momento, algún tipo de artesanía en torno al mismo. Figuras de acción y objetos de merchadising terminan adquiriendo a menudo una carga emocional similar a la que podían tener antiguamente símbolos de fe, amuletos y figuras votivas.  A veces, a escala hiperdimensionada. ¿Cuál no podía ser el coste, en la antigüedad, de la lanza de los pelópidas, de unas santas reliquias? Bien. El traje de Superman que llevó Christopher Reeve salió a subasta con un precio base de 50.000 euros. Desde otras mitologías más o menos lejana, el bikini de la princesa Leia o la cabeza de Alien hicieron lo propio por unos 100.000 euros. 

 

Por supuesto, la auténtica consagración de un mito llega cuando se convierte en una suculenta fuente de negocio. Los corazones que tiemblan bajo el cielo insisten en demostrar su adoración de una forma simple y efectiva: pagando. El Templo de Hércules generaba dinero. El oráculo de Delfos movía dinero. La Viuda Negra no te resolverá el futuro, aunque lo mismo te alivia un poco el presente: a su costa y a la de sus compañeros hacen dinero las majors del cómic, Marvel y DC, pero también la Fox o la Disney. Las producciones de superhéroes suelen saldar con éxito la hemorragia de inversión que suponen : Iron Man 3  y Los Vengadores se han colado entre las diez películas más taquilleras de todos los tiempos. El contacto con lo transcendente pasa por el bolsillo. 

 

¿Cómo era aquello? Los héroes han muerto. Larga vida a los héroes. Himeneo.

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