Cádiz

Y se armó el dos de mayo

  • Ante la efeméride que se conmemora este lunes, hacemos un recorrido por ciudades que albergaron levantamientos y revoluciones trascendentales

¿Cómo conmemorar el Dos de Mayo sin montarlo? Una opción recomendable es acudir a la siempre amable Madrid, donde nació esta expresión antes sangrienta y ahora sólo festiva. Otra sería aprender Historia, asignatura siempre pendiente por mucho que nos esforcemos en aprobarla. Y nada es tan instructivo como viajar, eso sí, como espectadores a salvo, aprendiendo de las lecciones que nos dieron los que a lo mejor no debieron llamarse hérores,

Madrid. Visita al día heroico

Plaza del Dos de Mayo En el centro del barrio de Malasaña, albergó el cuartel de Monteleón, y a su alrededor bulle un animado barrio Templo de Debod En lo que ha quedado de la zona donde se produjeron los fusilamientos de que retrató Goya en toda su crudeza Palacio Real Sede de la monarquía borbónica que combatió Napoleón Museo del Prado Donde se expone la visión del Goya del desastre


El 2 de mayo de 1808 el pueblo madrileño ya estaba con la mosca detrás de la oreja después de la entrada en España de las tropas de Napoleón, que naturalmente no traían intenciones muy sanas. Aunque la gente pensaba que el nuevo rey iba a ser Fernando VII, en realidad el emperador francés le había obligado a abdicar en su hermano José Bonaparte. El caso es que Madrid sospechaba algo. Por eso cuando esa mañana observó que los franceses querían sacar del Palacio Real al miembro de la Familia Real que quedaba en la capital de España, el infante Francisco de Paula, al grito de "Que nos lo llevan" una multitud asaltó el palacio. Los hechos que se desencadenaron a continuación, sangrientos más que heroicos por la represión despiadada que llevó a cabo el general napoleónico Murat dieron lugar a que una fecha en el calendario marcara con su nombre una acalorada forma de resolver problemas: "Se formó el dos de mayo" dice el habla popular desde aquel señalado día, hace más de doscientos años.

 

Y fue Madrid, capital de España, la que sufrió las terribles consecuencias de aquel fatídico día que dio inicio a la Guerra de la Independencia y a la postre a la expulsión de los franceses. Sí, y quedan en sus calles denominaciones, rótulos y lugares. Y cuando llegó la democracia quisieron los nuevos poderes que las Fiestas del Dos de Mayo, organizadas por los vecinos de los barrios de Malasaña y Maravillas, escenarios principales de aquella revuelta, fueran las fiestas de la libertad. Esta sigue siendo su divisa, en una zona de calles pequeñas, abigarradas y llenas de locales de ocio que tampoco olvidan la tradición. Es una excelente ocasión este largo puente festivo para disfrutar de los numerosos atractivos que ofrece la capital, antaño llamada rompeolas de todas las Españas.

 

Por eso, lo mejor que se puede hacer, en el caso de que se quiera acudir a este reclamo es recorrer los sitios emblemáticos. En la ahora llamada Plaza del Dos de Mayo estuvo el Cuartel de Monteleón, en cuya defensa se convirtieron en héroes los capitanes Daoiz y Velarde. Ahora, en el centro de la plaza, un monumento que integra las estatuas de estos dos mártires y la antigua puerta del cuartel recuerda la gesta. La zona es el meollo de las fiestas del barrio, y durante muchos años el monumento sirvió de improvisado trampolín a gente demasiado afectada por las bebidas de la alegría. Pasear por ella se convierte en una visita a la vez pueblerina e histórica. Y de imaginación.

 

Sí, es como una maldición, pero Madrid no ha guardado un vestigio importante y visitable de aquellos acontecimientos tan remarcables. Porque no hay un Museo del Dos de Mayo, como parecería lógico. Así que las almas inquietas por la Historia de este país tendrán que conformarse con husmear la huella de aquel revoltoso día que aprendimos como una de las gestas patrias de España. Igual que del Parque de Artillería, cuya batalla pintó tan expresivamente Sorolla no queda más que un misericordioso resto, es imposible imaginar que el escenario donde Francisco de Goya situó su estremecedor Los fusilamientos del tres de mayo, estuvo allí, en esa elevación que ahora acoge un monumento que no tiene nada que ver con aquella revolución. 

 

Donde estuvo el Cuartel de la Montaña, donde se registró esa escena nocturna de aniquilación, ahora se alza un templo egipcio que el Gobierno de El Cairo donó a España como reconocimiento de la colaboración de nuestro país en el rescate de los edificios faraónicos por la construcción de la gran presa de Assuán. El Templo de Debod, sin duda, merece una curiosa visita, pero el único recuerdo que hay de una guerra es el monumento elevado por el franquismo a los caídos en defensa del cuartel, sublevados contra el Gobierno de la República. Y un gran jardín público que se inauguró el mismo día en que se abrió al público sobre su superficie el edificio religioso levantado hace 2.200 años en la región de Nubia.

 

Eso sí, no muy lejos, apenas a la distancia de un agradable paseo, se encuentra el verdadero Palacio Real del que quisieron sacar al Infante, también conocido por un nombre más hermoso como Palacio de Oriente, de visita lujosa y llena de asombros, recipiente de varios siglos de monarquía en España y cuyo balcón pasó a la fama por otros acontecimientos recientes menos gloriosos como los discursos que pronunciaba el dictador Francisco Franco. Pero todo es historia. Esta especie de Versalles español que los Borbones importaron de su Francia de origen merece un recorrido tranquilo y asombrado.

 

Pero nada como el Museo de todos los Museos, El Prado. Allí está Goya, que retrató como nadie la vida de aquella época, primero aparentemente adormecida como el monarca reinante, Carlos IV, y luego turbulenta y terrible como pocas enla Historia de España. Desde los eróticos óleos de las Majas hasta las tenebrosas Pinturas negras pasando por el montón de escenas que sirvieron de modelo a los tapices de la época. Pero sobre todo, los trágicos grabados de los Desastres de la guerra, verdadera realidad de aquella época, pretendidamente heroica.

Filadelfia. Una campana

Independence Hall La cuna de la nación americana, se puede visitar de forma gratuita Campana de la Libertad (Liberty Bell) Su toque es mágico para los americanos, y la grieta que presenta, de leyenda

 

Puede que muchos españoles conozcan más la historia de los Estados Unidos de América que la propia de nuestro país: efectos de la cultura audiovisual, el cine y la televisión. Las hazañas de Jefferson, Washington y Franklin tuvieron su hogar sobre todo en Filadelfia, un lugar casi sagrado para los norteamericanos, que, ellos sí, cuidan y riegan su Historia. Filadelfia es algo más que uno de los lugares más fríos de América. En su centro histórico, y a corta distancia unos de otros, se acumulan los edificios significativos. Allí se montó el cuartel de las tropas rebeldes defensoras de la libertad contra la metrópoli de la Corona británica, en lo que sería a partir de entonces el Independence Hall, el lugar donde se reunieron los delegados de las Trece Colonias para leer la Declaración de Independencia en 1776 y donde se elaboró la Constitución norteamericana. Allí se encuentra la cinematográfica Campana de la Libertad, a cuyo toque fueron convocados los ciudadanos para oír la lectura de la Declaración.

París. Cabezas cortadas

Museo Carnavalet Se aprende todo lo necesario sobre la Revolución por un módico precio de 5 euros. La Bastilla Llama especialmente la atención la Coumna de Julio que en realidad conmemora la Revolución de 1830 

 

Es la madre de todas las revoluciones. Difícil no acudir a ella para alabar las excelencias de sus virtudes, la verdad del Liberté, egalité, fraternité, o espantar con sus peligros, representados sangrientamente en la guillotina y la intolerancia. Pero en París sí que es fácil seguir el rastro a esta historia, que a fin de cuentas es universal. El Museo Carnavalet guarda la historia de la ciudad, y allí se pueden encontrar armas, documentos y todo tipo de muebles procedentes de la Revolución. Además, está enclavado en el interesante barrio del Marais, lleno de restaurantes y bistrots. Para recordar nombres significativos, conviene darse un paseo por la plaza de La Bastilla, donde empezó todo, aunque no queda nada, o visitar la siniestra Conciergerie donde los condenados esperaban su malvada suerte, y sorprenderse con el descubrimiento de que la amplia y hermosa plaza de La Concorde fue el lugar donde rodaron tantas cabezas nobles y regias.

Moscú. Un tiempo muerto

Museo Nacional de Historia Moderna Cuenta la historia de Rusia desde 1905 hasta la actualidad y aloja una multitud de objetos sorprendentes de la Revolución Mausoleo de Lenin Ahí está la famosa momia del fundador de la Unión Soviética, una visita un tanto tétrica Kremlin Su solo nombre evoca todo un periodo de la Historia. En la Plaza Roja.


Sí, aquí también tienen un Museo de la Revolución, que originalmente conmemoraba la bolchevique, la que tiñó de esperanza a tanta gente primero como símbolo de redención de la humanidad y acabó horrorizando por la realidad de su implantación totalitaria y militarista. Los tiempos han cambiado, y el nombre del Museo ha cambiado con él, trasmutado en Museo Nacional de Historia Moderna. Pero de los tiempos de Lenin sólo queda el Mausoleo dedicado al padre del régimen comunista, un bloque que recuerda más a una pirámide faraónica que a un monumento a la libertad en plena Plaza Roja de Moscú. Más interesante parece desplazarse muchos kilómetros al norte para, además de visitar la hermosa San Petersburgo, entrar en el Palacio de Invierno, con cuyo asalto empezó todo lo que habría de terminar apenas 90 años después.

México. Los sueños

Museo Nacional de la Revolución En plena plaza de la República, en los sótanos bajo el monumento Rutas de la revolución Entrar en mexicodesconocido.com.mx

 

Es la Revolución tomada como si fuera una gran alegría. La mexicana nos suena a mariachis, tequilas y largas cabalgadas de jinetes con sombreros enormes y pistola de tiro fácil. La Revolución mexicana da para películas casi románticas de actores con bigotes magníficos y rostros de Marlon Brando, así como compañeros más bravucones y al final triunfadores. "Tierra y libertad" gritaban las huestes de los libertadores y precursores de un régimen que luego se demostró casi inderribable por mucho que siguiera conservando durante décadas una R inicial pervertida por el uso partidista. No importa, como hay que seguir soñando, para eso está el llamativo Museo de la Revolución Mexicana, ahí en el centro de la enorme capital del país, más conocida por dos siglas, DF, que por el apelativo que también da nombre a este país. Si las amplias avenidas y calles de esta metrópoli se hacen asfixiantes, es posible apuntarse a unas sugerentes Rutas de la Revolución que recorren los lugares donde dejaron su impronta Villa, Zapata y Carranza. ¡Ándenle!

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